Vie 08.08.2014
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HISTORIETA  › LO QUE VENDRá EN EL NUEVO NúMERO DE LA REVISTA FIERRO

Una edición llena de excusas

El ejemplar que aparecerá mañana junto a Página/12 presenta un seleccionado de obras que llaman a la lectura. Entre muchas otras, se destaca el debut de El vástago, de Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverría, de fuerte perfil literario.

› Por Andrés Valenzuela

Las revistas se compran con alguna excusa. Algunas de esas excusas son de índole práctica: sirven para entretenerse mientras se espera en la antesala del odontólogo o para matar el tiempo en que el capitán ordena a los pasajeros apagar sus teléfonos celulares para el despegue. Lo mejor es cuando esa excusa es el contenido: una noticia llamativa, un artículo interesante o una buena historieta. La Fierro de este mes aporta muchas excusas para el potencial comprador o compradora. Para el que quiere historieta fantástica (y épica nac&pop), para el que viene del palo de la literatura, el que quedó cebado con aventuras espaciales humorísticas, el que prefiere exploraciones de los límites del lenguaje historietístico, el que quiere seguir discutiendo sobre El Eternauta o el que extraña a Carlos Trillo. A todos ellos puede interesar el número de agosto de la revista señera del noveno arte nacional. Claro que no toda la revista podrá satisfacer a todos los lectores ni a todos ellos en la misma medida (ahí está una de sus virtudes), pero si algo vale destacarle a este número es que excusas para leerlo sobran.

Entre esas excusas hay algunas que las tiene el lector de siempre de la revista: Lo blanco del ojo, de Fernando Calvi, por ejemplo. O el anteúltimo capítulo largo de Noelia en el país de los cosos, de Ignacio Minaverry (que también aporta esa guerrera rockera de portada). O la sección de cuentos de Pedro Lipcovich, que continúa incansable su labor mensual de ofrecer relatos autoconclusivos de una página.

Pero lo que llama la atención, esta vez, son las novedades y cómo se reinventaron las secciones habituales. Por ejemplo, en “Cadáver exquisito”, coordinada por Laura Vázquez Hutnik, esta vez se discute sobre el clásico de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López: El Eternauta. Y lo hacen voces desde la academia, pero que también ejercen la práctica historietística: el cordobés Roberto Von Sprecher (Ruta 22) y la mendocina Laura Fernández (Vientre, entre otras). Atención a sus palabras, que enfocan la cuestión de Oesterheld y su obra cumbre desde perspectivas que ofrecen un buen debate.

El suplemento Fierrito, en tanto, vira en esta ocasión para la ciencia ficción. Eso sí, su coordinación esta vez estuvo a manos de la dupla corrosiva que integran Gastón Souto y Damián Scalerandi –dos de los responsables de la mítica Lule Le Lele–. Así que cualquiera puede estar seguro de que esas doce páginas no serán fieles continuadoras de la obra de Isaac Asimov. “Fierrito es un especial de humor”, destaca Souto y reconoce que la ciencia ficción operará más bien como disfraz. En cuanto al funcionamiento del equipo, fue similar al del Especial Papal, coordinado en su momento por Diego Parés. Mismos integrantes e idéntica mecánica: “Armamos un concepto general y acordamos el contenido entre todos, recién después nos dividimos las secciones y no buscamos sólo cubrir las doce páginas, sino presentar algo integrado”, comenta. ¿Las claves para que ello fructifique? “Compartir códigos de humor y variedad estética.”

También es imprescindible destacar la reaparición de Carlos Trillo y Félix Saborido, con su mejor/peor humor negro. Será la primera de una serie de historietas cortas que –informa Lautaro Ortiz, jefe de redacción de la revista– se publicaron originalmente en Europa y permanecían inéditas en Argentina. No es la primera vez que Fierro recupera obra de grandes autores locales publicada en el exterior. En esta ocasión, además, las páginas tuvieron un trabajo extra, con el color a cargo de Lucas Nine. Como advierte el director Juan Sasturain en sus “Contraindicaciones” iniciales, lo de Trillo y Saborido es “de hijos de puta”. Porque precisamente de eso se forma el pueblo del Lejano Oeste que retratan.

Finalmente, hay que celebrar la aparición de El vástago, una creación a tres manos de perfil fuertemente literario. En los guiones, dos figuras de la nueva narrativa argentina: Selva Almada (El viento que arrasa, Ladrilleros) y Gabriela Cabezón Cámara (La virgen cabeza, Romance de la negra rubia). En el dibujo, Iñaki Echeverría (Negro el 10, Muffins y otros). Echeverría y Cabezón Cámara, además, colaboraron en la adaptación de Le viste la cara a Dios, de ella.

En El vástago el trío de autores se propone contar la historia de dos personajes que circulan por el neuropsiquiátrico Open Door. “Gabriela guiona a una guerrillera que se disfraza de enfermera para esperar a (Jorge Rafael) Videla y matarlo”, cuenta el dibujante. Almada, en tanto, escribe la historia de la empleada doméstica del dictador argentino. “El vástago es por el hijo bobo de Videla, que estaba medio oculto ahí, así que hay dos historias en torno de este chico esquizofrénico”, ahonda y señala que “es una historia de espera, porque en realidad el tipo nunca va porque su hijo le chupa un huevo”. Aunque Echeverría tiene larga experiencia en tratar con escritores y sabe amoldarse a sus distintos modos de narrar, cuenta a Página/12 que esta ocasión impuso los modos de hacer de la historieta. “Acá necesito guión porque, encima, son dos pibas que escriben muy diferente”, advierte. “Selva es súper cruda para escribir y Gaby es más barroca”, considera sobre sus compañeras de ruta.

El dibujante, que hace de la construcción de atmósferas una de sus principales herramientas narrativas, celebra la elección de Open Door como escenario del relato. “Es un loquero donde los pacientes andan sueltos, está copiado de uno francés del siglo XIX, pero acá son cientos de hectáreas, con bosques y todo: hay diez edificios de estilo francés increíbles y hace unas décadas era como una ciudad autosuficiente, con su panadería, sus comercios y todo”, cuenta.

Para relatarlo mejor, Echeverría revela que los tres se acercaron para verlo y, como no los dejaban pasar, recurrió a su viejo oficio de arquitecto. “Dije que era profesor y que estábamos preparando una clase de arquitectura hospitalaria y, como seguían sin dejarnos pasar, le dije al guardia que se viniera con nosotros, así que recorrimos las instalaciones los cuatro.” El lugar es casi surrealista: gente durmiendo al sol, internos haciendo fogatas, bosques en los que es fácil perderse y perdidos a los que se sale a buscar a caballo. Y en el medio de la nada, edificios “alucinantes” que yacen derrumbados, casi olvidados. “Si buscás en Internet, descubrís que cada tanto aparece muerto alguno que se perdió hace años y que no habían encontrado, cosas horrendas”, agrega. Ambiente ideal para una historieta.

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