Mar 13.01.2015
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HISTORIETA  › DAMIáN CONNELLY, LA EDICIóN INDEPENDIENTE Y LAS HISTORIAS DE WINCHESTER

Una ciudad que es usina de historias

Dibujante, guionista y editor, creador de una ciudad que abreva tanto en Seattle como en el conurbano, Connelly impulsó junto a Renzo Podestá el sello Dead Pop: “Empezamos para publicar cosas nuestras, pero terminamos metiéndonos en un montón de cosas”, explica.

› Por Andrés Valenzuela

Damián Connelly dedicó los últimos años de sus esfuerzos como creador de historietas a dos cosas: la puesta en marcha de la editorial Dead Pop –junto a su colega y amigo Renzo Podestá– y la construcción de una obra que ya abarca una quincena de novelas gráficas y series centradas en torno de la ciudad ficcional Winchester. Como resultado, se transformó en un referente de la nueva ola de editoriales, generacionalmente un poco más jóvenes que las que lideraron el resurgimiento del sector en estos años. De la ciudad erigida sobre tinta y viñetas, asegura, quedan un montón de relatos más por delante, aunque los lectores atentos que el dibujante devenido guionista se ganó deberán esperar un poco más para completar la historia de la ciudad y dilucidar sus misterios. Es que, al empezar 2015, Connelly puso un poco el freno. Necesita, explica a Página/12, algo de perspectiva. Por eso dio un paso al costado en Dead Pop (que seguirá su marcha con Podestá) y se tomará unos meses para darle mejor orden a lo ya producido y a las historias por venir. El período de reflexión resulta ideal para charlar sobre la construcción de su universo citadino y su trabajo.

–A medida que pasaban las historias se hacía evidente que su trabajo giraba en torno de la ciudad y no a los personajes. ¿Cómo se construye una obra así?

–Es un laburo que se hace escribiendo desde la primera historia de la ciudad hasta el último año de tu narración. Habitualmente no paso de los ‘90, no uso cosas actuales porque me gusta mucho el vintage que va de los 50 a los 90. Me divierte buscar referencias de época, meter alusiones a sucesos históricos que me parecen importantes. Hay que hacer que todo eso concuerde, en toda ciudad inventada hay muchos engranajes para armar. Por ejemplo: Gotham City tiene un mapa, pero lo hicieron como 50 años después. La idea que tenían era hacer una Nueva York muy oscura con arquitectura gótica. Y así arrancó; después con los años, dibujantes y guionistas le fueron agregando hitos.

–¿Cómo se organizó Winchester?

–La idea es que toda la ciudad gira en torno de un secreto oculto que se irá develando en futuras historias. Hay un personaje, El Violinista, que aparece en la revista Hipnorama y toca varios puntos de distintas historias, las va uniendo, y detrás de eso está el “auténtico” mapa de la ciudad. Ahora, todo el clima y los edificios están puestos en función de eso. Aunque, claro, se me escapan muchas cosas, que salieron de los dibujantes y que no siempre uno puede o quiere estar atrás.

–Usted era dibujante, y por problemas de salud en su brazo, se volcó a los guiones. ¿Cómo afecta el ser dibujante su relación con ellos?

–Bastante, ¡puedo ser bastante molesto! Pero no soy muy descriptivo en los guiones. Como dibujante, cuando empecé a hacer historietas y storyboards, me rompía mucho que me pusieran mucha descripción. Me encanta Alan

Moore, pero no dibujaría un guión suyo porque es un tipo que detalla hasta el mínimo sticker en un vidrio. Y a la mayoría de los dibujantes eso nos molesta. Hay otros que no, que dibujan en piloto automático y les gusta que les des la descripción servida. Pero con esos dibujantes yo sé que algo no va a andar. Me gusta que lo que hago tenga un tono personal de ambos, del dibujante también. Por eso pienso cada historia con el dibujante en mente.

–¿Qué trae aparejado trabajar con tantos dibujantes?

–Bueno, en un momento me había armado un cronograma de aparición de cada historia, pero no lo podés manejar. Siendo guionista dependés de muchos factores, sobre todo del dibujante. Al no estar en una editorial grande ni tener mucho presupuesto, no podés apurarlos. Armar un laburo así se puede hacer, pero tranquilo y con tiempo. Por eso también me tomo este tiempo, que puedo, para emprolijarlo todo. Hay cosas que no me gustaron por el apuro para publicar y porque uno trabaja cuando puede. Sobre todo el dibujante, que se prende al proyecto pero va mechando con otros laburos y tiene que cambiar estilos para poder hacer cosas que no tienen nada que ver.

–Trabajar con tantos dibujantes distintos es un desafío para armar la estética de la ciudad. ¿Cómo encaró eso?

–Pensé una estética muy oscura, para la que me basé en la Seattle de los ’60. Incluso en el clima, porque allá llueve casi todo el tiempo. Sólo agregué un poco de nieve, que en Seattle no es tan común. También hay cositas de Buenos Aires, aunque pocos las notan. Y hasta de Lanús. Si necesito mandarle la foto de un lugar al dibujante, como referencia, ¿para qué irme tan lejos, teniendo algo que sirve acá cerca?

–Usted vive en Lanús, ¿cuánto tiene Winchester del sur del conurbano?

–Según qué sector de la ciudad. En Severina, por ejemplo, hay varios lugares. Edificios, unos monoblocks al otro lado del puente, que son prácticamente iguales. El lector quizá todavía no nota esto porque por ahora pocos lugares de la ciudad se repitieron.

–¿Este poner paños fríos también se extiende a Dead Pop?

–Esa es una de las partes, sí. Pero también necesitaba un parate creativo. Tuve días muy, muy de pala en punta y lo veía reflejado en las historias. Me faltaba tiempo para trabajar como quería. El laburo de editor es muy jodido. Aun si trabajás sólo en tus ratos libres, en realidad estás las 24 horas del día pensando en eso. Con Renzo proyectábamos cosas todo el tiempo, y eso que él vive en Córdoba. Si no hubiera sido peor.

–El camino de Dead Pop es muy parecido al de muchas editoriales actuales. ¿Por qué empezaron?

–Para publicar cosas nuestras, pero terminamos metiéndonos en un montón de cosas. Nos empezó a gustar publicar y sabíamos que estábamos armando un lugar copado para la gente, para guionistas y dibujantes sin oportunidad en otros lugares, con obra fuera de lo común, anormales, haciendo historieta de género y a la vez de autor, en una línea independiente. Pasa que se empieza por uno, uno se engancha, publica a otros, las cosas salen y al final entrás en una montaña rusa que no para nunca. Y eso también es agotador.

–¿El parate servirá para otras búsquedas como autor?

–Salieron varias cosas para hacer en 2015: una trilogía de novelas gráficas para Uruguay, algo para Chile, algunas oportunidades en revistas. De repente se abrieron puertas, pero no creo que vaya a meter cosas de Winchester ahí. Estoy cambiando un poco la forma de contar, porque ya sentía que era opresión todo el tiempo y necesitaba algo más. Porque yo no soy así, uno me lee y parece que estoy mal todo el tiempo, pero no, soy un tipo muy explosivo, muy de estar alegre. Y me di cuenta de que tenía que escribir cosas con ese ímpetu y ese movimiento.

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