Viernes, 18 de septiembre de 2015 | Hoy
HISTORIETA › ART SPIEGELMAN, EN LA INAUGURACION DEL FESTIVAL COMICOPOLIS
El autor de Maus protagonizó una larga conferencia de prensa en la que se paseó por varios temas, que fueron de su obra cumbre al atentado a Charlie Hebdo y el peso de la novela gráfica. El domingo presentará su espectáculo Wordless junto al músico Phillip Johnston.
Por Andrés Valenzuela
“Me siento como Moisés, los guié al paraíso, les abrí la puerta, pero a mí no me dejaron entrar”. La comparación corresponde a Art Spiegelman, figura emblemática, renovadora de la historieta mundial y visita especialmente destacada del festival internacional de historieta Comicópolis, que comenzó ayer en el predio de Tecnópolis, con más de 30 invitados nacionales e internacionales, una feria editorial y numerosas exposiciones de alto nivel. En una conferencia de prensa de cuarenta minutos, el creador de Maus reflexionó sobre el potencial expresivo de la historieta, ahondó en Wordless –el espectáculo que brindará el domingo en el microestadio de Tecnópolis– y comentó la actualidad del humor gráfico político en el plano internacional.
“Lo más cercano a un hobby que tengo es estudiar la historia estética del comic”, explicó Spiegelman. “Ahora doy conferencias sobre el tema, pero me queda mucho material fuera, yo no puedo ir a una universidad, decirles ‘lean estos veinte libros y nos vemos en una semana’, entonces busqué un modo de mostrarlos”. El resultado está a medio camino entre la película muda, musicalizada en vivo, y un recorrido por el desarrollo gráfico desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Su compañero de aventuras, el compositor Phillip Johnston, explicó que “fue necesario inventar un pequeño arte, el resultado fue una especie de conferencia, como un stand up intelectual, y una serie de secuencias semianimadas que se asemejan a una película muda”. Además, el músico destacó la “variedad de trasfondos” de los que provienen las imágenes que componen el espectáculo. Spiegelman, por su parte, elogió la ductilidad del músico, capaz de abordar distintos géneros musicales, estilos y crear climas distintos con el mismo grupo de seis intérpretes. “Son quince secuencias que van del jazz y la música clásica hasta el tango”, comentaron. “Y la música ayuda a entender rápido de lo que hablo, porque decirle ‘conferencia’ suena aburrido, pero les prometo que no lo es”, aseguró el reconocido dibujante.
El impacto cultural de la obra de Spiegelman en general, y de Maus en particular, puede entenderse a varios niveles. Por un lado, se trata de una obra que resulta fundacional y que abrió la puerta a los distintos géneros de no-ficción en el panorama mundial de la historieta. Por otro lado, su insistencia fue crucial para fundar el movimiento de la novela gráfica como formato editorial, que hoy domina el mercado. Y, en tercer lugar, otorgó a la historieta como lenguaje la posibilidad de ser reconocida como una disciplina artística valiosa a los ojos de la crítica cultural. Esta, confiesa, era una de sus primeras intenciones.
“A los 15 años descubrí una serie de libros sin palabras, que contaban historias de a un dibujo por página”, cuenta. “No tenían palabras, pero sí mucha información, tenían un contenido muy político, sexual, muy dramático, y lo que me llamaba la atención es que eran tomadas muy en serio”, recuerda. Esos libros, destaca, solían ser reseñados en los diarios y tuvieron mucho éxito en el período de entreguerras. “Me llamaba la atención que esos libros fueran tan bien considerados y los comics considerados semipornográficos o estúpidos”. Cómo el medio cambió su posición en la mirada del público es algo que él busca explicar en Wordless, pero para lo que también alcanzaría con mostrar su obra cumbre.
“Siempre pensé que Maus iba a ser leído póstumamente”, confesó el dibujante. “No intentaba inventar un género, pero tampoco veía motivos para que la historieta fuera sólo semipornográfica o semianalfabeta, aunque no tengo nada en contra de esas cosas, pero quería que mi material fuera revisitado y generara nuevas lecturas cada vez”. Curiosamente, es él mismo quien menos aprovechó la puerta que abrió. Spiegelman no es un autor especialmente prolífico y, aunque cada año llega un montón de historieta de no-ficción a las librerías de todo el mundo, muy rara vez uno de esos títulos es suyo. “Como dije: no puedo ir a la tierra prometida, pero hay muchos libros que llegan a las librerías”, señaló. “Es cierto que a veces pienso ‘uy, no, otro libro sobre una niñez desgraciada, o sobre enfermos o conflictos mundiales’, pero la verdad es que algunos de ellos son maravillosos”. Cuando habla sobre su poco volumen de producción, el autor se justifica reconociéndose más como investigador que como creador. “Ocho páginas pueden tomarme ocho meses, desde siempre mi interés en la historieta fue más que nada formal, sobre sus límites y convenciones, ¡el proyecto de Maus era demencial!”
Considerando la renacida polémica de los chistes del hebdomadario francés Charlie Hebdo y la actualidad de la crisis de refugiados ingresando a Europa, resultaba imposible evitar la cuestión política en la conferencia. “La historieta es un medio y se puede usar para cualquier cosa; una de esas cosas es hablar de historia o política, y en particular me gusta esa cosa subversiva que tiene, porque te hace pensar de nuevo”, celebró. “Algo en cómo los comics trabajan en el cerebro hace que colisione, que perturbe más a la gente”, teorizó. En ese sentido, consideró que el lenguaje escrito puede “vender lo invendible”, pero que “resulta imposible dibujar lo indibujable”. Por eso, “en cuanto un dibujo está en el papel, llega a tu cerebro antes de que pestañees y explota, no podés explicar en un dibujo que el chiste no intenta ofender a los seguidores de Mahoma sino señalar un estado de situación, entonces si no es decodificado correctamente, te lanzan una fatwa”. A metros suyos observaba el dibujante francés Willem, otro de los invitados de Comicópolis. El dibujante francés, gran premio de Angoulëme, es uno de los sobrevivientes de la masacre de Charlie Hebdo, y una de las figuras más revulsivas del humor gráfico europeo.
¿Hay demasiadas novelas gráficas dedicadas a temas densos? “No creo que el tema esté saturado”, opinó. La culpa, señaló, es del capitalismo. “Por ejemplo, no creo que necesitamos un X-Men 5 o 6, o 7 y todavía más, pero es lo que promueve el sistema”, comparó. “A mí me interesa más la historieta que rompe tabúes, que lidia con momentos álgidos de la humanidad, cosas que se acercan a mi definición de arte, que es la de cualquier cosa que te permita compartir tus sentimientos y pensamientos y ayudar a dar forma a los de otros”.
Tras la conferencia, Spiegelman participó de la inauguración del festival, donde se entregaron los premios Comicópolis. Allí fueron distinguidos Bosquenegro, publicado por Comiks Debris, en la categoría de edición nacional de historieta para niños; El número, editado por 2D y LocoRabia, en historieta extranjera de edición nacional; y Barrio Gris, de Wolkowicz editores, y Sudor Sudaca, del Hotel de las Ideas, en historieta nacional nueva y clásica, respectivamente.
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