Mar 13.05.2008
espectaculos

BALANCE DE LA 34ª EDICIóN, QUE TERMINó AYER CON RECORD DE PúBLICO

Más gente, libros más caros

Una multitud recorrió los stands, pero no todos se animaron a comprar. La doctrina del shock, de Naomi Klein; El combustible espiritual, de Ari Paluch, y El corazón helado, de Almudena Grandes, fueron algunos de los títulos más vendidos.

› Por Silvina Friera

Nadie se sorprende, a esta altura del partido, de que la 34ª edición de la Feria del Libro sea un nuevo record de público: 1.240.000 personas visitaron el predio de la Rural. Las cifras, a simple vista, podrían hacer incurrir en la tentación de caer en un optimismo desmesurado o, peor aún, en un exitismo falaz. El espacio del lector, el lema en esta ocasión, no es un lugar cómodo, pacífico, normalizador. No es una isla que sustraiga a lectores y público en general de las vicisitudes y peripecias de la vida cotidiana. Ni de los vaivenes de la política. Más bien, al contrario, las integra de un modo “natural” a las escenas que suceden en las salas, en los pabellones y en los stands de los expositores. Los libros están más caros, los aumentos varían, de acuerdo con las editoriales consultadas, entre un 10 y un 30 por ciento, y los bolsillos, aunque quieran, a veces no pueden. Algunos ojos se agrandan y cuentan que vendieron más; otros, expectantes y tensos, revelan que las ventas no fueron lo que esperaban, y algunos hasta vendieron menos que el año pasado.

Horacio García, presidente de la Fundación El libro, advierte a Página/12: “No tenemos que olvidarnos que el día en que estábamos inaugurando renunció el ministro de Economía, Martín Lousteau”. El dato pone en contexto el clima en el que transcurrió este acontecimiento cultural. Empezó con la “tregua” entre el campo y el Gobierno, pero mientras Piglia reivindicaba la poesía en su discurso inaugural, Lousteau redactaba su dimisión; el jueves pasado, cuando el público comenzaba a llenar de menor a mayor la Rural hasta hacerla explotar el último fin de semana, los productores rurales iniciaron un nuevo lockout en rechazo a las retenciones móviles con bloqueos momentáneos de rutas y puertos.

Deshojando la margarita

Afuera, en la entrada de Plaza Italia, los vendedores ambulantes ofrecían panchos, globos y chucherías varias, en una tarde bien dominguera y soleada que invitaba a caminar con la familia o con amigos. Hasta al solitario melancólico/a se tentó y en la marea humana se lo distinguía por su andar ensimismado. Adentro, bien temprano, había problemas de tránsito en los pabellones, caos peatonal y circulación con demoras por las colas para entrar a las salas –la José Hernández se desbordó con Felipe Pigna, que presentó su libro Evita–; colas en las cajas para pagar los libros, colas para conseguir una firma y colas ¡hasta para comer!, se quejó una mujer. La sensación térmica era la típica de la Feria cuando está llena, como pasó el 30 de abril, cuando circularon unas 70.000 personas en la Noche de la Feria –que cerró a las dos de la madrugada– o el 1° de mayo, que como suele suceder siempre es la jornada record de visitantes por el feriado. Pero más allá de ese clima un tanto tenso que impone el exceso de gente, hay quienes se tomaron la recorrida con calma. Y con mate. Hugo, equipado con mochila apta para llevar el termo y bizcochitos de grasa, ofrece un amargo a Página/12 y explica: “Prefiero venir cuando empieza, trato de evitar los fines de semana, pero esta vez no pude, y como no me la quería perder, acá estoy”. Y con el termo bajo el brazo, se pierde entre la multitud.

Ante la pregunta ¿cómo fueron las ventas?, muchos parecían que deshojaban una margarita y respondían “mucho”, “poquito” o “nada”, según las circunstancias. Hernán Forte, del stand Del Nuevo Extremo, editorial que publicó El alma de los verdugos, del juez español Baltasar Garzón –uno de los más vendidos junto con Romper las cadenas, de Poldy Bird–, plantea que si bien la feria fue exitosa en cuanto al público, “no se hizo la venta que se esperaba”. En esta editorial los libros aumentaron un 30 por ciento aproximadamente en comparación con la feria del año pasado. “La gente se queja de los precios y es razonable, si pensamos que el precio promedio de una novedad está en 40 pesos”, señala Forte.

Quejas y sonrisas

“Vendimos más, entre un 10 y un 15 por ciento; hubo una mejora significativa este fin de semana porque, como la feria empezó hacia fin de mes, al principio había poca gente y pocas ventas”, subraya Lidia Pazo, encargada de Paidós. En esta editorial el incremento del precio de los libros fue de un 20 por ciento. El tanque de Paidós, el que encabeza el ranking de ventas, es La doctrina del shock, el nuevo libro de Naomi Klein, y el efecto shock arrastró, también, a otro título de Klein, No logo. “Se vendió un montón”, cuenta, entusiasmado, Martín Lanzón, de la editorial española Tusquets. Ese montón oscila entre un 10 y un 15 por ciento más que el año pasado, y entre los más vendidos están las novelas El corazón helado, de Almudena Grandes, y Ganas de hablar, de Eduardo Mendicutti, dos autores que se presentaron en la feria, el jueves pasado, y Sauce ciego, mujer dormida, los cuentos de Haruki Murakami, “un escritor que tiene su secta y sus seguidores”. ¿Por qué algunas editoriales vendieron más y otras menos? ¿Cuánto incide el incremento de los precios, el catálogo o las novedades que ofrece? No son preguntas para responder tan fácilmente, pero al menos en Tusquets aparece el esbozo de una explicación posible, no la única, claro. “Los libros nacionales aumentaron más, los españoles hace un par de años que están estabilizados”, responde Lanzón. En Riverside, distribuidora de Anagrama y Taschen, entre otros sellos, Bruno Baldo confirma que fue bastante desparejo. “Hubo días de muchas ventas y otros no tanto; estamos por debajo de las ventas del año pasado, pero no podría decir cuánto.”

Para Paula Pampín, de Corregidor, el balance es bueno, “no sólo en el sentido económico, sino porque lo importante es poder mostrar todo lo que publicaste en un año”, un año en que los libros aumentaron en esta editorial entre un 10 y un 15 por ciento. “Se vio más movimiento y vendimos más que el año pasado, aunque todavía no puedo decir una cifra”, advierte. “La gente se queja en general de todo; se queja porque el libro es caro, pero lo compra igual; se queja porque prefiere pagarlo un poco más y te dicen que hay que coserlo para que no se desarme; algunos se quejan más y otros menos”, agrega Pampín. “Pero nuestros lectores saben lo que vienen a buscar, porque tenemos colecciones muy instaladas en teatro, poesía y política.” Quizá no sea un dato menor, teniendo en cuenta el clima político del país, que dos de los más vendidos en Corregidor sean de Arturo Jauretche: Manual de zonceras argentinas y El medio pelo en la sociedad argentina.

“Vendimos un 15 por ciento más, pero por el aumento de precio de los libros, no en cantidad de unidades”, aclara Cleopatra Caglieris, de Fondo de Cultura Económica (FCE). “Excepto el 1° de mayo, que históricamente es el día de más ventas, la sensación es que la feria arrancó recién en los primeros días de mayo, porque en abril no hubo tanta gente, es como si no se hubieran enterado de que había empezado.” Encabezan el ranking de FCE Narrar por escrito desde un personaje, de Emilia Ferreiro y Ana Siro; Modernidad líquida y Amor líquido, del sociólogo polaco Zygmunt Bauman. “Lo notable –agrega Caglieris– fue la reaparición este último fin de semana de los compradores de ofertas.” Se refiere a los universitarios de diversas disciplinas de las ciencias sociales que siempre aprovechaban las ofertas de un stand aparte de las novedades que tenía hace unos años FCE. Carlos Domingo, de Claridad, confirma que las ventas treparon “mucho más que el año pasado, un 30 por ciento, tanto en pesos como en cantidad de ejemplares”. Aunque admite que la gente se quejó por el incremento de los libros, “nosotros tenemos un público muy lector que no tiene problema con el precio”. Con tres sellos, Heliasta, Claridad y Unaluna, los más vendidos son Cuentos de horror y misterio, de Edgar Allan Poe; Diccionario jurídico, de Manuel Ossorio, y en infantiles, El pequeño príncipe, primera historia de Antoine de Saint-Exupéry que él mismo ilustró.

Carlos Massaro, de Catálogos, cuenta que hubo mucha más gente decidida a comprar que el año pasado. “Las ventas estuvieron bien, vendimos más en unidades, pero no se hizo lo que teníamos pensado. Por el conflicto con el campo, el argentino, por experiencia instintiva, tiende a protegerse, y en situaciones de crisis, compra lo necesario”, explica. “Pero también, en cierto sentido, la feria es un mundo aparte, y el comprador de libros tiene poder adquisitivo o hace el esfuerzo y compra igual. Nosotros trabajamos con un catálogo de fondo, no tenemos best seller.” En el stand de Planeta, donde calculan que vendieron entre un 30 a 35 por ciento más, El combustible espiritual, de Ari Paluch, Historias de diván, de Gabriel Rolón, y Pecar como Dios manda, de Federico Andahazi, ayudaron a batir el record de ventas. “El balance es muy positivo, a pesar de que en los stands las ventas fueron más bien azarosas y algunos expositores vendieron más y otros menos. Pero lo importante es que la feria se ha instalado como un espacio que incluye a todos, a los lectores y a quienes se acercan al libro de manera casual”, señala García.

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