Jueves, 10 de julio de 2008 | Hoy
FERNANDO FERREIRA Y HECHOS PELOTA, EL PERIODISMO DEPORTIVO EN DICTADURA
El periodista investigó silencios, omisiones y resistencias para reflexionar sobre el rol de los medios durante los años de plomo y generar un espacio de catarsis para quienes sufrieron el horror de esa época.
Por Emanuel Respighi
Aunque su gran pasión sea el cine –desde hace cuarenta años se desempeña como crítico–, Fernando Ferreira es un fiel lector de Ediciones al Arco, la única editorial de literatura deportiva del país. Compañero en la agencia Télam de Marcos González Cezer, uno de los directores de la editorial, el periodista no dudó en ofrecerle formar parte de un catálogo con el que se identificaba. Así fue que, primero, pensó en escribir un libro que contase la historia del fútbol argentino a través del cine nacional. Pero como notó más dudas que aceptación de su colega, Ferreira fue por la segunda opción: analizar la actuación de los periodistas deportivos durante la última dictadura militar. Y el resultado de esa idea es Hechos pelota, un trabajo que completa el largo debate abierto sobre la labor del periodismo y de las empresas periodísticas. Un libro que es un intento de reflexión sobre la labor del periodismo deportivo en los años de plomo y, a la vez, un espacio de catarsis para quienes escribieron durante el horror.
Bajo la realidad de que litros de tinta se han escrito sobre el rol que jugaron los medios durante la dictadura militar 1976-1983 y casi ninguna gota sobre la tarea de los periodistas deportivos en aquellos años, Ferreira escribió Hechos pelota no con la vara de quien se siente juez del deber ser periodístico, sino con la intención de iluminar una rama de la profesión que no ocupó un lugar menor para los intereses de Videla y sus secuaces. Combinando su visión sobre aquellos años, las consecuencias de la dictadura en el deporte y los testimonios de periodistas deportivos que ejercieron su profesión mientras miles de personas desaparecían, buena parte del libro se centra en el Mundial ’78, como evento máximo de manipulación política.
“Me puse a investigar con la idea de no establecer juicios en lo moral, sino de narrar, describir, lo que ocurrió en esa época”, subraya Ferreira en la entrevista con PáginaI12. “En el libro aclaro que hubo periodistas que negaron su testimonio, no respondieron o pospusieron la cita hasta después del cierre del libro, que es una delicada manera de decir que no, como es el caso de Marcelo Araujo, Mauro Viale, Fernando Niembro, Aldo Proietto, Julio Ricardo o Enrique Macaya Márquez... Pero con el mismo criterio también recibí respuestas entusiasmadas de periodistas que querían contar la forma en que ejercieron su profesión durante aquellos años”, detalla.
–¿Por qué cree que unos tenían tanta necesidad de hablar y otros periodistas prefirieron borrar aquellos años?
–Eso mismo me pregunto yo. Periodistas como Osvaldo Pepe, que tuvo dos cuñados desaparecidos, tenían una necesidad imperiosa de contar lo que habían sufrido y nunca lo habían hecho. Pepe es uno de los que acepta que sabía lo que estaba pasando, pero que no podía hacer demasiado desde su lugar para poder revertir el horror de la dictadura. Y cuenta todo: el miedo, la censura, el horror, la pérdida de los amigos... Hay muchos que necesitaban contar su testimonio para cerrar el círculo de aquellos años, aunque no la herida, que continuará abierta por siempre. Lo interesante del libro es que los testimonios sobre un mismo hecho hasta se contraponen: hay quienes dicen que no sabían nada, otros que aceptan que conocían lo que pasaba pero que no podían hacer nada.
–Usted no establece juicios de valor sobre lo que cada uno pudo o quiso hacer, sin embargo, al final del libro uno tiene la sensación de que no cree en aquellos que dicen que no sabían lo que pasaba.
–Cada uno sabe en su conciencia la tarea que realizó en aquellos años. Yo trabajaba en esa época y escribía en la agencia Ancla, de Rodolfo Walsh. Estaba al tanto de todo lo que pasaba, no sólo por la información que me llegaba, sino porque mataban a amigos míos y a los 26 años, en 1976, me echaron de Crónica a través del telegrama de “subversión industrial”. Entiendo que muchos no hicieron algo más que escribir crónicas deportivas por el miedo, pero no puedo aceptar que me digan que no sabían de las desapariciones. No juzgo, pero hubo gente más responsable que otra. Aldo Proietto aceptó ser jefe de prensa del Ente Autárquico del Mundial ’78 (EAM ’78)... Si uno acepta un puesto público, de alguna manera está aceptando el statu quo de la dictadura.
–En términos generales, ¿cuál fue la actuación del periodismo deportivo durante la dictadura?
–En muchos aspectos, digna. La mayoría se negó a escribir una sola línea a favor de la dictadura. Lo discutible puede ser que muchos reemplazamos lo que no se podía decir apuntalando algo que nos parecía digno, como la manera en que Menotti planteaba el fútbol. El fútbol como una manifestación del arte contra el fútbol del golpe nos parecía una lucha digna... Pero me parece que el Menotti el 25 de junio de 1978, tras salir campeón del mundo, era el hombre más poderoso de este país, al menos mediáticamente, y sin embargo no usó ese poder para decir ni una sola palabra de los horrores de la dictadura. A muchos menottistas como yo nos defraudó. Además, él era militante activo del Partido Comunista.
–¿Cree que más que complicidad, entonces, hubo escasa resistencia?
–No se podía decir mucho. El “Conejo” Gasparini cuenta que en Clarín lo mandaban a cubrir los operativos de las patotas donde “chupaban” personas, pero no publicaron sus informes. Carlos Ares se tuvo que ir porque sistemáticamente le pegaba a Lacoste... Eran resistencias individuales. Las empresas periodísticas fueron cómplices y no hicieron autocrítica, como sí la hacen en el libro los periodistas. Los medios hicieron funcionales a los periodistas. Hubo heroicidades individuales. Yo me acuerdo de que me hacía el enfermo para no ir a cubrir algo... Habría que hacer un libro sobre periodistas económicos y políticos. ¿Qué pasa con Joaquín Morales Solá o Mariano Grondona? ¿Cómo pueden seguir siendo referentes?
–Lo que pasa es que la dictadura le dio al fútbol un lugar que posicionó al periodismo deportivo un rol de implicancia enorme.
–La dictadura pensaba que el Mundial iba a durar en la mente de la sociedad mucho más tiempo. El Mundial tuvo una consecuencia efímera. Por eso la dictadura también utilizó el Mundial juvenil de 1979 para distraer y hasta España ’82. Paralelamente, fue una generación de periodistas narrativamente extraordinaria, que si se hubiera dado en democracia no se hubiese terminado en la pobre camada de periodista actuales. Roberto Fernández, Juan José Pa-nno, Osvaldo Pepe, Guillermo Gasparini, Carlos Ares... Las consecuencias de la dictadura la sufrimos en el periodismo de hoy, donde el periodista deportivo es un autista que no investiga. Es un entretenedor más. El chupaculismo televisivo del periodismo deportivo es un asco. La derrota cultural que provocó la dictadura se demuestra en el periodismo deportivo actual. No es casualidad que quienes se negaron a hablar en Hechos pelota son hoy las caras del periodismo deportivo en TV.
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