Vie 14.11.2008
espectaculos

JUAN QUINTAR Y JORGE MARZIALI HOMENAJEARON A JAURETCHE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

Construir teoría desde la realidad

A través de narraciones y de canciones, se cruzaron perspectivas para referirse a Pensar con Estaño, el flamante libro de Quintar sobre el autor de Los profetas del odio. Se habló de volver a Jauretche para actualizar el pensamiento nacional.

“Lo nacional es lo universal visto por nosotros.”

Siempre hay razones para invocar a “San Arturo”. Esta vez, la excusa es un libro que tiene su epistemología como eje de análisis: Pensar con Estaño (Educo). Juan Quintar, su autor, y el músico Jorge Marziali activaron juntos una pintoresca presentación en la Sala Borges de la Biblioteca Nacional en la que ambos concatenaron canciones y narraciones para contestar preguntas centrales: ¿Desde dónde se colocó –Jauretche– para mirar el mundo? ¿Cómo construyó su perspectiva de conocimiento? “No es nada fácil, sobre todo para alguien que viene de la academia como yo, meterse a analizar los textos de Jauretche. Ejemplo: si uno tuviese que analizar a un trotskista, un leninista, un liberal o un monetarista, sería más sencillo, porque se trata siempre de contrastar sus argumentos con una teoría. Y ver de qué manera la realidad es vista desde esa teoría, pero en Jauretche no hay teoría, sino el esfuerzo de construir teoría desde la realidad”, dijo Quintar, cuya currícula lo presenta como docente e investigador de la UNCo (Universidad del Comahue), doctor en pensamiento y cultura latinoamericana por el Ipecal, de México, militante político y profesor de historia económica.

Arturo Martín Jauretche, hombre nacido en Lincoln en 1901 y muerto en Buenos Aires en 1974, fue casi una especie antropomórfica del país. Radical, peronista, fundador de FORJA, feroz antiimperialista, presidente del Banco Provincia entre 1946 y 1951, hacedor de libros clave para la historia del pensamiento nacional (El Paso de los Libres, El Plan Prebisch –retorno al coloniaje–, el imprescindible Los profetas del odio, El medio pelo en la sociedad argentina o el Manual de las zonceras argentinas) y precursor de un nuevo revisionismo popular –alejado de la plataforma hispánica, católica y aristocrática del tradicional–, es visto por Quintar como el modelo a seguir en la búsqueda de la recuperación y actualización del pensamiento nacional. “Una vez le escribió a Hernández Arregui: ‘Lo nacional son como arroyos que caen de la montaña... todos son el río y ninguno lo es en forma aislada’. Esta idea de las vertientes que forman el río me parece muy sugerente para el tiempo actual. Hay que volver a pensar en todas las vertientes que confluyen en lo nacional: de Manuel Ugarte a Rodolfo Kush. El gran desafío está en no tabicar esas vertientes. Fijemos la atención en que la intolerancia ideológica está primera en el ranking de discriminaciones”, expresó el profesor.

Marziali, cantautor mendocino y autor del prólogo, se despachó con una serie de canciones –las más “políticas” de su repertorio– con simpatía, fuerza y tonada cuyana. “La patria tiene salida / con cultura nacional / que es todo lo universal / visto con ojos de criollo / sin comerse los embrollos / del cipayaje local (...) No hay mayor soberanía que una banca nacional / los pueblos la pasan mal / cuando viene un extranjero / a decir quién es primero, si el hombre o el capital” y entabló un recorrido por las palabras que usó Jauretche para penetrar en el imaginario argentino: tilingo, cipayo, zoncera, cagatinta, guarango, hasta desembocar en una milonga en su honor. “Hablan de Grecia y de las cruzadas / pero jamás dicen nada del alma del paisano / que se jugó en las patriadas / y así van formando peones tilingos y perdedores / que no distinguen errores ni entran discusión / pensando que la Nación es asunto de doctores.” Neuquino y mendocino, entonces, trocaron geografías hasta llegar al punto: la actitud. “No es por citar a Fito Páez, pero lo de Don Arturo era una cuestión de actitud” –bromeó el escritor y citó–: “Osvaldo Soriano decía: ‘Nadie es del todo argentino sin un buen fracaso. Sin una frustración plena, intensa, digna de una pena infinita’. Qué tanguero, ¿no? Bueno, algo de eso tenemos, pero también tenemos otros ritmos dentro nuestro. Yo creo que la particularidad de Jauretche, aunque amigo de Discépolo y Manzi, es que no se contagió. Miró desde otro lugar y recuperó una actitud diferente a la del desencanto: decía, ‘Los hombres, según los médicos, tienen la edad de sus arterias... para mí, tienen la de su ilusión’”.

El acercamiento de Quintar a Jauretche es revelador. Cuenta que la primera vez que vio un libro suyo fue durante la dictadura del ’56, cuando su madre tuvo que quemarlos para evitar complicaciones. “Y la segunda fue cuando vi otro libro suyo en la mesita de luz. Su escritura estaba dirigida a un público amplio, donde estaba mi madre que no había terminado la primaria.” La exposición prosiguió con apuntes sobre la importancia de una “política de la memoria”. “Los nombres de las monedas, las plazas y las calles le están indicando a la sociedad qué se debe recordar y qué olvidar. Hay una política de la memoria. En los ’30 y en los ’60, Jauretche hizo un profundo análisis de la toponimia argentina y desnudó una política de la historia para construir el presente. Esta perspectiva de mirar la historia para construir una política nacional es algo a recuperar, sobre todo en estos momentos... tan cerca del bicentenario.”

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