TOKYO SONATA PUSO UN BROCHE DE ORO EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
El más reciente film de Kiyoshi Kurosawa y la alemana The Stranger in Me, de Emily Atef, cerraron la proyección de films en competencia con una nota bien alta. Hoy se conocerá el reparto de premios: y los pronósticos están divididos.
› Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
El final de la Competencia Internacional del 23º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata confirmó el reinado del cine nipón en la sección de cabecera del evento. Después de que Aruitemo aruitemo, de Hirokazu Kore-eda, deslumbrara en los primeros días, en el cierre otra película del mismo origen aparece como la única capaz de hacerle sombra. Se trata de Tokyo Sonata, lo más reciente del gran Kiyoshi Kurosawa, que en mayo pasado había ganado el premio máximo de la sección “Un certain regarde”, de Cannes, y a la que ahora le tocó clausurar la Competencia Internacional, junto al film alemán The Stranger in Me. En buen nivel llegó también a su fin la Competencia Latinoamericana, con la presentación de la argentina Gallero y la mexicana Lake Tahoe. Hoy a la noche será la ceremonia de cierre, con el anuncio de los premios y la proyección de Aliento, lo nuevo del coreano Kim Ki-duk, quedando para mañana un puñado de funciones postreras, con el festival poniendo ya el pie en el estribo.
Como es costumbre en su autor, Tokyo Sonata es una fábula sobre el fin de los tiempos, esta vez dando un paso más que las anteriores para llegar hasta lo que, según la tradición filosófica, sucede al apocalipsis: la revelación, el comienzo de un nuevo ciclo. Ya la escena inicial, en la que el viento y la lluvia irrumpen en el living de una casa, anuncia el estado de caos que la familia protagónica deberá afrontar de allí en más. Despedido de la corporación en la que trabaja, el padre se convertirá en pordiosero de lujo, llegando a hacer la cola en ollas populares y aceptando finalmente el único empleo que le ofrecen, como personal de limpieza en un shopping. El hijo menor desafía la prohibición paterna, y cuando el mayor aparece por casa es para anunciar que acaba de enrolarse como voluntario del ejército yanqui, yéndose a combatir a Irak. Puro tradicionalismo nipón, la mamá calla y espera, mientras sueña con un descapotable.
Pero lejos de limitarse al ámbito familiar, el implacable proceso de disolución que narra Tokyo Sonata se extiende en círculos concéntricos, arrastrando todos los valores sobre los que está construida la sociedad japonesa. Desde la seguridad laboral de las corporaciones hasta el principio de autoridad paterna y el rígido sistema de códigos de honor e incluyendo hasta la propia Constitución nacional, que prohíbe a los ciudadanos enrolarse en una guerra. Muy a la manera nipona, el realizador de Charisma, Cure y Bright Future narra este feroz estado de entropía con encuadres serenos y fluidos, y la suficiente sutileza visual como para reforzar picos dramáticos con luces titilantes, provenientes del televisor o de la calle. Sutileza que no le impide empujar a la propia película al caos, poniéndola cada vez más loca. Puede cuestionarse el final, en el que la recomposición del orden parecería producto de alguna fuerza superior, pero sería insensato no considerar a Tokyo Sonata una muestra de gran cine.
Esa es, seguramente, la mayor diferencia entre una película como Tokyo Sonata y The Stranger in Me, drama íntimo narrado de modo impecable, loable incluso. Y sin embargo carente de ese plus (ético o estético) que diferencia las buenas películas de las verdaderamente grandes. Como en su anterior Molly’s Way, que había competido aquí mismo hace un par de años, la realizadora Emily Atef se relaciona con su heroína con una dosis justa de distancia y afección. En este caso se trata de una mamá reciente, enfrentada, más que a una simple depresión, a un verdadero estado de psicosis posparto, que la lleva a fantasear con ahogar al bebé en la bañera o a dejárselo olvidado en plena calle. “Está comprobado que entre un 10 y un 20 por ciento de las parturientas sufren de depresión posparto”, señaló Atef en la conferencia de prensa posterior a la proyección, y el modo en que trata el problema es fiel a su incidencia social. Narrada con mesura y delicadeza, The Stranger in Me evita condenas, esquematismos y golpes bajos, tratando a su protagonista como individuo y no como mera representación de ideas o valores. Pero le falta ese salto que lleva de lo impecable a lo notable. Eso sí: si los premios de este festival se entregaran en el casino, la actriz Susanne Wolff tendría, para los que se anunciarán hoy, color, docena y todos los números.
Segunda película del joven cineasta porteño Sergio Mazza, así como El amarillo transcurría en un pueblito perdido del Litoral, Gallero lo hace en Catamarca, entre calles de tierra, casas de adobe y las montañas siempre al fondo. Filmada en scope, en un HD de asombrosa definición y con exquisita fotografía (gentileza del DF Mauricio Riccio), Gallero sigue a sus personajes (el protagonista, dueño de un gallo de riña, y la anciana que le da cobijo) desde una distancia y con unos tiempos que corresponden a los de la gente del lugar. Los hechos son mínimos, las actuaciones adecuadísimas y la cámara de Mazza está siempre en el lugar justo. Pero también a Gallero parecería faltarle un plus, resultando una película bella e irreprochable y, sin embargo, autolimitada. A su turno, la mexicana Lake Tahoe marca un notorio paso adelante por parte de Fernando Eimbcke, el jovencísimo director de Temporada de patos. Ganadora de dos premios en el Festival de Berlín, como buena parte del nuevo cine mexicano, Lake Tahoe hace un magnífico uso del formato panorámico, la frontalidad y los planos fijos de larga duración, en una suerte de road movie casi inmóvil. Al protagonista, un chico de 16 años, se le queda el auto en un pueblito semidespoblado, enfrentándose de allí en más a ese típico kafkianismo de provincia, por el cual todo lo que pueda hacerse se hará... de la manera más chambona.
Lo notable de Lake Tahoe, más allá de la visible depuración a la que Eimbcke ha llevado el sistema estético ensayado en Temporada de patos, es el modo en que, con un humor casual y ligeramente absurdo, muy à la Rejtman, la película va penetrando en su personaje, hasta develar una tragedia familiar insospechable. Un remate de oro para la Competencia Latinoamericana, que permite confirmar la muy buena salud de que goza el nuevo cine mexicano.
* Tokyo Sonata se verá hoy a las 19 en el Ambassador 1. The Stranger in Me, hoy a las 17 en la misma sala. Lake Tahoe, hoy a las 10 en el Teatro Colón.
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