Las manos de Luis Felipe “Yuyo” Noé se posan todas las tardes sobre su mesa de trabajo. Una charla interrumpe ese rito, y entonces quedan abiertas las puertas de un universo en el que estampas americanas conviven con libros de Hegel, Berger o Marx. Sin soltar el lápiz, entre cerveza y galletitas, el artista plástico aprovecha para dar precisiones acerca de la serie que integrará la próxima edición de Memoria del fuego.

Admite al instante que hacer dupla con Galeano le resulta cómodo: “Simplemente, él aborda asuntos que tienen que ver conmigo. En 1992, por citar un caso, hice en Colombia una carpeta de obras sobre el ‘descubrimiento’ que se llamaba `A Oriente por Occidente’. América es uno de mis grandes temas.” Esta vez sus trazos tendrán como base el estilo inconfundible del escritor uruguayo; “y es interesante, porque a mí me gusta la libertad que se da Galeano. Creo que compartimos conceptos ideológicos y también visiones sobre lo que significa nuestro oficio. El logra reunir la complejidad con la claridad, búsqueda en la que sin duda me reconozco”.

En el taller se entrevén las creaciones que el mentor de la Nueva Figuración Argentina publicará junto con PáginaI12. La constelación de seres hechos con líneas aletea por la sala a media luz, produciendo un efecto a la vez hipnótico y cercano. “Estoy usando técnicas mixtas, igual que la vida –describe Yuyo, rodeado por sus papeles–. Pasa que yo siempre he hablado de la necesidad de asumir el caos. Caos que no es desorden, sino ese conjunto de interrelaciones que moldean la realidad. Hay que aprender a aceptar que, en todo caso, la división orden-desorden es artificial.” Hasta ahora, los materiales usados son fundamentalmente la tinta, el acrílico y los lápices de colores. “En los cuatro primeros fascículos –que tratan sobre la era precolombina– me concentré en paisajes y animales, porque en el texto, la naturaleza y los mitos tienen gran protagonismo. Luego Galeano se refiere a la llegada de Colón, y ahí he ido virando a un registro más ligado a lo histórico”, apunta.

Para este porteño nacido en 1933, la ilustración de una pieza literaria presenta retos particulares, que se hacen todavía más conscientes desde su doble condición de escritor y pintor autodidacto. “El problema acá es que no tenés que subordinarte a lo que dice el autor, sino acompañar su espíritu. Es como en las canciones: la música no se inclina ante la letra. Más bien van juntas, se complementan. Hay que intentar eso... ¡y después que los lectores se las arreglen!”

El encuentro estético se produce en épocas de grandes cambios para la región y eso entusiasma. “Yo siempre he creído que mi patria es América latina. Porque lo que hace a un país es una comunidad de destino, no de origen”, reflexiona Noé. “En este tiempo, estoy seguro de que más que inventar una imagen latinoamericana, lo que hace falta es tener conciencia de que ya existe. Dicen por ahí que hay una crisis de la pintura. No es cierto. Lo que hay es una crisis de la conciencia de la imagen”, desarrolla, antes de sentenciar que, “fundamentalmente, lo que precisan nuestros pueblos es poder”.

Hace unos días el entrevistado recibió un premio por su tarea en pos de la recuperación de la democracia. Lo valora, aunque está convencido de que queda mucho por andar. De hecho, encima del tablero persiste un cartel que recoge –casi a modo de refuerzo– un lema que él mismo se ha preocupado de redactar: “Me siento como un imaginero de fetiches en medio de una cultura que se derrumba y otra que aún no se ha enunciado como tal, como un espejo que tiene enfrente el fantasma de un muerto y la latencia futura de un nonato. Y me siento así porque me siento artista en América latina en la segunda mitad del siglo XX”. Despuntando el milenio, su consigna gana actualidad en la medida en que continúa revelándose como parte de un proyecto compartido.