Miércoles, 28 de enero de 2009 | Hoy
UN LLAMADO A LA CONCILIACION EN EL CONFLICTO DE LA SEA
El comunicado de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina sobre la situación en Gaza desató una tormenta que está lejos de amainar. María Rosa Lojo y Silvia Plager firmaron una carta en la que llaman a la reflexión y el debate.
Por Silvina Friera
Un llamado a la conciliación y al diálogo proponen las escritoras María Rosa Lojo y Silvia Plager después de la polémica que generaron dos comunicados de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), en los que se condenó la intervención armada israelí en Gaza, y que provocó las objeciones y reparos por un texto que no fue sometido a debate, de Ana María Shua, Mario Goloboff y Leopoldo Brizuela, quienes al no adherir al tono ni sentirse identificados con los argumentos optaron por renunciar a su condición de socios de la entidad. “Los asuntos de lenguaje, estilísticos o como se quiera llamarlos, no son menores en un colectivo como el nuestro”, dicen Lojo y Plager en la carta. “Cuanto más delicado y polémico es un tema, tanto mayor es el cuidado que ha de ponerse en acordar una redacción que no deje lugar a sospechas de parcialidades partidarias y que respete la muy diversa filiación de los miembros de la sociedad.” Pero las autoras, en cambio, plantean sus reparos al hecho de que se haya cuestionado la pertinencia de que la SEA actúe y se manifieste en terrenos fuera de la competencia de una sociedad que debiera tener más bien el perfil de una entidad gremial.
“No necesariamente la SEA debe eximirse de toda opinión en asuntos de política nacional o internacional o de DD.HH.”, señalan Lojo y Plager. “Pero en todo caso, aun si se conviene que la SEA se pronuncie en estos temas, deberá hacerlo mediante un texto previamente acordado por aquellos a quienes representa.” En diálogo con Página/12, Lojo recuerda que el estatuto de la SEA, si bien señala que “es independiente de toda corriente política, religiosa o ideológica, también afirma que sostendrá y defenderá la vigencia de las libertades, derechos y garantías consagrados en la Constitución, y la observancia y respeto de los DD.HH.”. Este último punto, para la autora justifica el hecho de que la entidad se haya pronunciado ante la matanza de civiles. Lojo admite que el lenguaje empleado no fue acertado. “La polémica no se refiere a que alguien crea que la población de Gaza debe seguir muriendo, mientras que otros no lo piensan así”, aclara. “Eso está fuera de discusión, pero sí hay disidencias en cuanto al análisis del proceso que llevó a estos hechos trágicos, y a la responsabilidad que le cabe al Estado de Israel y a sus gobiernos. Lo mismo en cuanto a cómo debe calificarse este tipo de guerra.”
Lojo y Plager subrayan que si no hubo consenso en cuanto a la forma de proceder de la SEA, se puede y debe crear las condiciones para que exista y situaciones como la actual no se reiteren. “Todos sabemos lo difícil que ha sido llegar a constituir una organización por la que nos sintiéramos representados, como alternativa a la antigua SADE, que había dejado de cumplir ese cometido para tantos”, analizan. “¿Qué nos queda ahora? ¿Renunciar al deseo de tener una representación que vele por nuestros derechos como escritores y promueva en todos los terrenos nuestra actividad? ¿Fundar una tercera sociedad? ¿O intentar –en el marco de la actual asociación– reconstituir una convivencia posible en pos de metas válidas comunes, no con un llamado a la ‘obediencia’ sino con una deliberación genuina?”
Mario Goloboff advierte a Página/12 que el ex presidente de la SEA, el poeta y editor Víctor Redondo, lo acusó de montar “una coartada lingüística” para defender a Israel. “Así, ¿qué diálogo puede establecerse? ¿Para compartir una sociedad de escritores con cofundadores y con una Comisión Directiva que me acusan de incurrir en ‘el estéril trabajo de pasarles el peine fino a los textos’? ¿Y qué otra cosa hacemos los escritores desde que el mundo es mundo? La mediación de Plager y de Lojo, con todo lo bienintencionada, equilibrada e inteligente que es, está destinada al fracaso, porque esta gente no escucha razones sino consignas”, se queja. Sólo si la CD se retracta de sus dos comunicados, de las declaraciones que realizó a este diario la presidenta Graciela Aráoz, y convoca a una comisión redactora de una declaración de la SEA sobre el conflicto de Gaza, integrada, por ejemplo, por Eduardo Mileo, Noé Jitrik, Ana María Shua, Leopoldo Brizuela, Lojo, Plager y Goloboff, y por unanimidad se acuerda un texto y se lo somete a la Asamblea, Goloboff podría revertir su alejamiento.
Angélica Gorodischer sintetiza por qué se va: “Estoy en desacuerdo con una institución que, sin consultar a sus asociados, expone una posición de su CD como si fuera la posición de todos los integrantes de la SEA, sobre una situación tan delicada como es la que estamos viviendo con relación al conflicto de Gaza. Nos han dicho que consideraron urgente exponer lo que pensaban y no había tiempo para consultar a todos. Existiendo Internet, la excusa es frágil: se escribe una nota y se envía a los socios. Con apretar dos teclas la consulta estaba hecha. Yo no estoy de acuerdo ni con el uso de las palabras ni con el fondo de la nota. Nadie me consultó, pero quedé incluida, ya que comprometía de hecho a todos sus asociados”.
Osvaldo Bayer advierte que su propósito es buscar una solución sin humillar a nadie. “Les pido que no renuncien, que transformen la renuncia en un pedido de asamblea. Y que en esa asamblea expresemos nuestra opinión acerca de los sucesos de Gaza. No podemos desunirnos ni separarnos, sino darle poder a la asamblea, que es la verdadera democracia. En mis notas periodísticas he censurado la actitud del gobierno de Olmert con respecto a la población de Gaza. También he apoyado el comunicado. Pero eso no quiere decir que dejaré de escuchar otras opiniones y argumentos”, plantea el escritor y columnista de Página/12. “Yo creo que la comisión tenía derecho a decir su opinión. Pero no por eso hay que abandonar la institución. Los escritores argentinos ya estamos divididos en la SEA y la SADE. No debemos imitar a ciertos partidos de la izquierda argentina que se han dividido en diez fracciones y viven para atacarse, sólo para demostrar que un grupo tiene la Verdad. La Verdad tenemos que lograrla entre todos, en la discusión constructiva.”
“No somos ninguna línea interna que disputa el poder en la SEA sino personas muy distintas, ofendidas por diversas razones”, reconoce Brizuela. “Goloboff, Shua y yo fuimos los primeros en proponer un diálogo que la SEA nunca tuvo a bien aceptar; lo hicimos en mails más o menos privados. En lugar de respuestas a cada uno, nos contestó un virulento segundo comunicado equiparándonos casi a los genocidas, o sus cómplices. Que a los socios que se pronunciaron honestamente, y que, vamos a decirlo de una vez, en muchos casos son judíos y nadie lo ignora, se les haya contestado así, me parece de una mala voluntad pocas veces vista”, repasa el escritor. “Nadie de nosotros cuestionó que la SEA se expida sobre temas de DD.HH. y problemas políticos. El asunto es cómo, y todo escritor sabe que el cómo no es menor. Además, el asunto es dónde”, explica el autor. “Condenas así de simplistas a la política del gobierno de Israel se insertan en un contexto de viejo antisemitismo. Consciente o inconscientemente, de buena o de mala fe. Hay que hablar de eso. Y tenemos que hablar, sobre todo, los que no somos judíos, porque a los judíos, aunque vivan fuera de Israel o se manifiesten contra la política, se los amordaza considerándolos ‘parte interesada’.”
“No sé cómo se vuelve de esto”, admite Brizuela. “No me parece que tenga que volver cuando no recibí la menor contestación de la CD. Tampoco tengo demasiadas esperanzas de que algo cambie. Eso sí: como mínimo y como el primer día, pero más después de todo lo que pasó, me parece necesaria una retractación. Todo esto me tiene harto. Ya no creo que las cosas tengan que durar mucho, no creo en las instituciones centenarias, en aparatos eternos. Es una lástima, pero fue bueno mientras duró, logramos cosas. Ahora, a buscar por otro lado.” Plager anticipa que si la carta obtuviera los resultados previstos, se quedaría en la SEA. “Los pacifistas solemos asustar a los que presentan batalla. Por supuesto que si la CD no supiera ver el recrudecimiento antisemita y las sensibilidades puestas en juego, me vería obligada a hacer efectiva mi renuncia.”
Lojo descarta la idea de renunciar. “En la Argentina tenemos muchas dificultades para aceptar las disidencias y las diferencias, para convivir con ellas y para asociarnos en pro de legítimos objetivos comunes. Es una actitud que complica muchísimo y a veces incapacita nuestra vida en genuina democracia”, argumenta. “La SEA tiene ahora unos 700 socios, se consiguió un local importante donde se realizan actividades culturales, se han hecho hermosas publicaciones como la antología de escritores desaparecidos. Se han logrado también beneficios sociales para los afiliados, y se está a punto de conseguir la Pensión del Escritor, que ninguna sociedad literaria había promovido antes. Todo esto es más que alentador como para seguirfortaleciendo la SEA. Sus autoridades han hecho muchas cosas bien. Si se equivocaron en esto, es lícito y es necesario plantearlo, pero no condenarlas en bloque o abandonar la sociedad.”
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