Mar 07.04.2009
espectaculos

STAFF BENDA BILILI, LA BANDA DE HOMELESS PARAPLéJICOS AFRICANOS

Música para una nueva oportunidad

El grupo, cuyo nombre significa “los que ven más allá de las apariencias”, podría considerarse una experiencia hermana de Mundo Alas, el proyecto local que integra a personas con capacidades diferentes, aquí a través del funk y la rumba.

› Por Facundo García

Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo. Uno de los rincones más poblados y violentos de Africa. Ahí la vida nunca fue sencilla. Pero ahora, tras un conflicto armado que causó cinco millones y medio de muertes, la ciudad se ha convertido en un remolino de hombres y mujeres arañando con desesperación las puertas de la supervivencia. De esas calles salió una banda que se parece muchísimo a Mundo Alas: así como el proyecto de León Gieco integró a artistas con capacidades diferentes y se convirtió en un libro, un disco y una película que por estos días se presenta en los cines locales, he aquí que apareció un grupo de allá que pretende vencer la tristeza con las mismas herramientas. Se hacen llamar Staff Benda Bilili y son cuatro homeless parapléjicos que se empezaron a reunir con un par de chicos que tampoco tenían casa. No buscan dar pena, sólo exigen una oportunidad. Se definen ante todo como artistas, y Très très fort, la placa que acaban de publicar, no necesita más elogios que la invitación a escucharlo y la certeza de que si hay algo que a esos tipos les sobra es la buena onda.

Las suyas son canciones con oficio, hijas de horas y horas de tocar para ganarse el puchero. La edición de los once tracks corrió por cuenta del sello belga Crammed. Son piezas movidas, aunque sin desbandes. Y hay armonía en todos los sentidos, acaso porque mantenerse coordinados es fundamental para los congoleños que tienen capacidades diferentes. Rodeados de matones oficiales y extraoficiales, no les ha quedado otra que remarla en equipo. Así consiguieron, en los años setenta, que el Estado los eximiera de pagar impuestos. En un artículo publicado el pasado 13 de febrero en el periódico británico The Independent confirmaba que desde entonces muchos “handicapés” se han dedicado a llevar y traer productos sin pagar en la aduana. Se los ve subidos a los barcos que surcan el río Congo, cargando toda clase de mercaderías en sus surrealistas triciclos adaptados.

Pero ésa es una parte de la historia. El otro pilar de Benda Bilili –que significa “los que ven más allá de las apariencias” en dialecto lingala– es el de los niños y adolescentes sin hogar. En Kinshasa los denominan “Shégués”, y el supuesto origen del apodo es buenísimo. Resulta que el Che Guevara anduvo por la región y dejó un recuerdo indeleble, de modo que si la gente de allá ve a un joven enfierrado e independiente, ahí nomás lo asocia con el “Shéguévara”. Por lo demás, su realidad es espantosa. Son más de cuarenta y cinco mil los guevaritas que revuelven la basura de esos barrios, sin otra formación ideológica que la que dicten la diarrea, la malaria o la desnutrición. Para peor, el problema no es únicamente la desprotección en la que se los deja, sino la política activa de corrupción que llevan adelante los grupos armados. El veinticinco de marzo, Bruno Miteyo –responsable de Cáritas para el Congo– declaró al diario español La Vanguardia que en su país existen mafias “que secuestran reclutas de diez años, a quienes les dan drogas y les dicen ‘si quieres sobrevivir, debes violar a una niña de cinco años’ o ‘si quieres ser valiente, debes matar a una señora y comerte su corazón’”. En consecuencia, los pibes suelen buscar ayuda en la poderosa troupe de los “discapacitados”. En el caso del Roger Landu, ese pedido de protección derivó en un condimento clave del disco. Los artistas callejeros le enseñaron a tocar y, como no tenía instrumento, el flaquito de diecisiete años se fabricó una especie de arpa con una lata de leche y una cuerda metálica.

Hacen funk, afrobeat, rumbas. Con su arribo a las bateas de Europa, el grupo iniciará una etapa que –a juzgar por la cobertura que le están dando los medios internacionales– puede catapultarlos más allá de lo que jamás soñaron. El camino, desde luego, ha sido largo. Très très fort (literalmente, “Muy muy fuerte”) se grabó con doce micrófonos colocados una noche al aire libre, en los jardines del zoológico donde suelen pasar la gorra los protagonistas de la hazaña. Para enchufar la notebook en la que se archivarían las pistas, hubo que conectarla furtivamente a la toma de un bar cercano a través de un cable de cien metros. Párrafo aparte merecen las letras. En sintonía con el desparpajo “à la Fela Kuti”, lo que largan estos negros motorizados es una compacta aleación de humor y tragedia. Hablan de relaciones que se interrumpieron porque los enamorados vivían en zonas que no compartían la misma empresa telefónica –lo que los dejaba incomunicados–, o juran que “las carencias que valen son las del espíritu, y no las del cuerpo”. Cada tanto, sueltan consejos: en “Polio”, por citar un caso, piden que todos los chicos sean vacunados para que ni uno más tenga que pasar por lo que sufrieron ellos. ¿Es poesía? ¿Es testimonio? Ngambali, el violero y rey de las pulseadas, ha reconocido que lo de ellos “es periodismo”. “Llevamos mensajes a las madres, a los que duermen en la vereda o en las taperas. Somos los verdaderos periodistas de acá, porque no le tenemos miedo a nadie.” Por su parte Ricky, el vendedor de fasos, ha destacado que abordan esos temas porque ante la fiebre militarista ellos optan por cantarles a “los héroes del Congo, que son los huérfanos, los refugiados y las putas que salen a conseguir pan para sus familias”.

En MySpace y YouTube se pueden ver videos, más el adelanto de un film sobre los Benda que preparan los realizadores franceses Renaud Barret y Florent de la Tullaye. “Son las personas más sólidas que he conocido”, ha admitido Barret. Recorriendo un poco el material queda claro que –como lo viene demostrando Mundo Alas–, no hace falta usar la pena para conquistarse un lugar en los escenarios. De hecho, en los próximos meses se espera que la agrupación africana haga su primera gira europea. Repartirán más risas que lágrimas, eso es seguro. Al menos es lo que sugirió Andy Morgan, un cronista inglés, cuando luego de verlos ensayar entendió por qué de esas voces jamás brotaban palabras de autocompasión. “En el ambiente en que crecieron –reflexionó– caer en eso habría sido suicida.”

Más información en http://www.crammed.be/staffbendabilili.

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