LITO CRUZ Y LAS VERSIONES TEATRALES DE LA HISTORIA
Además de alentar un nuevo proyecto de ley de teatro independiente, el actor y director de La Comedia de la Provincia de Buenos Aires lleva relatos reales al escenario.
› Por Hilda Cabrera
“El teatro debe tener hoy un compromiso social mayor”, sostiene el actor, director y docente Lito Cruz, convencido de que los grupos y las pequeñas salas pueden canalizar ese compromiso a través de una actividad que “crea luz, combate la oscuridad que oculta el daño y revitaliza la práctica de la discusión de ideas”, dice. Desde hace año y medio director de La Comedia de la Provincia de Buenos Aires, este artista reconocido por el público y sus pares destaca, en principio, la acción del teatro comunitario representado por los 50 grupos diseminados por todo el país, algunos con trascendencia fuera de la Argentina. El afán por integrar el teatro a la sociedad no es nuevo en Cruz. Lo intentó en programas como “300 ciudades cuentan su historia” (mientras fue director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro), en su cargo de director del Coliseo Podestá de La Plata y del Teatro de la Ribera, y mucho antes, siendo adolescente, en su natal Berisso. Opina que conversar con la gente del barrio, darle pertenencia y alentarla para que se exprese constituye una valiosa alternativa para chicos y adultos. Por eso acaba de presentar con apoyo del Instituto Cultural de la Provincia –que preside Juan Carlos D’Amico– un proyecto de ley de teatro independiente ante la Legislatura provincial. El actor ha obtenido ya el aval de la Federación de Teatristas Independientes Bonaerenses, la Asociación Argentina de Actores, Argentores y el INT, entidades a las que suma la colaboración del escritor Pacho O’Donnell, asesor cultural de la gobernación. La promulgación de esta ley sería un hito más del teatro independiente y otro avance en la actual gestión de este actor que en los ’90 participó activamente en la creación de la Ley Nacional de Teatro. Otra propuesta es la de conciliar teatro e historia. El interés que despertó Guayaquil, obra teatral de O’Donnell –que Cruz interpreta junto a Rubén Stella– le demostró que los temas históricos se avienen con el llamado teatro popular. “El espectador toma conciencia de que ahí se está hablando de su pasado y de un presente que exige resolver problemas graves como la pobreza y la marginación”, puntualiza en diálogo con Página/12, en su ya mítico estudio de la calle Suipacha.
–Problemas que vienen de tiempo atrás...
–Pero se agudizaron. Para entender el presente desde la historia le pedí a Pacho que me alcanzara catorce temas sobre la Independencia. La intención es contar la historia argentina entre 1810 y 1854. Después se convocó a autores y directores de la provincia, y se armaron los elencos. Empezamos con dos intérpretes para facilitar el trabajo y que fuera económico. Llevamos los espectáculos a los museos y nos fue bien. Entonces armamos otra serie con otros temas y con otro historiador. En este momento tenemos veintiséis obras circulando por la provincia. Después nos llamaron de algunos organismos. Les interesaban sobre todo las figuras de San Martín, Juana Azurduy, Manuel Dorrego, Juan Lavalle, Fray Justo Santa María de Oro y Mariano Moreno.
–¿Imaginó antes esa experiencia?
–No, aunque Guayaquil ya había interesado al Ministerio de Defensa. Fuimos a la base naval de Puerto Belgrano (Bahía Blanca), la Escuela de Aviación de Córdoba (dentro del programa “Café Cultura Nación”) y Campo de Mayo. Es probable que el 25 estemos en Plaza de Mayo.
–¿Cómo reaccionó ese público?
–Con sorpresa, porque los personajes de Guayaquil no se parecen a los que ellos conocían. En la obra se ve a un San Martín débil, enfermo y sin apoyo político y militar para continuar la campaña en Perú y enfrentar al equipado ejército realista.
–¿Algo así como un antihéroe?
–Sí. Este es un San Martín despreciado por los porteños –y hasta amenazado de muerte por Rivadavia– que se retira de la vida militar, política y social. Nuestro propósito era que el público reflexionara sobre aquel encuentro del 26 de julio de 1822 con Simón Bolívar, del que se ha escrito tanto y se sabe poco. La hipótesis que manejamos en la obra es que San Martín legó a Bolívar el comando de la lucha por la Independencia en Perú (aunque no se desentendió totalmente) y que Bolívar, entonces con respaldo político y militar, se encontraba en una encrucijada: no podía dejar el norte conquistado, donde se estaban formando grupos de traición. Esta obra le interesó también a la Universidad Nacional de San Luis, y con ésta y otras invitaciones fuimos armando un itinerario. Los otros trabajos también circularon y pudimos incorporarlos al programa “Hacia el Bicentenario”. Esperamos llegar al 2010 con sesenta espectáculos sobre la Independencia.
–¿Continuarán las funciones en el Teatro Armando Discépolo?
–Sí, en esa sala seguimos con Sacco y Vanzetti, de Mauricio Kartun, dirigida por Viviana Ruiz. Integra los programas de la dirección de La Comedia, como “la vigilia teatral” que organizamos el 23 de marzo en toda la provincia. Esta vigilia abarcó a las salas independientes y oficiales, se desarrolló entre el anochecer del 23 y la madrugada del 24 a modo de repudio a la última dictadura militar. Esto lo pudimos transmitir en el programa Teatro al Sur, en Radio Provincia, que conduzco y va los lunes de 20.00 a 22.00. Entonces invitamos a artistas y personalidades como Adolfo Pérez Esquivel y Estela de Carlotto.
–¿El proyecto para la ley provincial es semejante al nacional?
–No exactamente, pero se parece. Los que impulsamos esta ley estuvimos cuando se logró la nacional. Cuando se apruebe tendremos más libertad de acción, porque el dinero de la Dirección de la Comedia –que depende del Instituto Cultural– está sujeto a cambios. Es de un millón doscientos, pero varía según se dicten decretos de necesidad y urgencia. Ese dinero demora en llegar y a veces surgen otras prioridades. El presupuesto para los independientes saldría –como lo establece la Ley Nacional de Teatro– del impuesto que se paga al Comfer (Comité Federal de Radiodifusión) y del uno por ciento que se recauda por Lotería. Hoy, toda mi energía está puesta en este proyecto, en la dirección de La Comedia, en involucrar el teatro a la historia y tratar de que el teatro sea un espacio de reflexión barrial. Recuerdo que en mi adolescencia, en Berisso, había teatro hasta en los comités, y yo iba a todos: al comunista, el radical, el conservador...
–¿Se pasaba de bando?
–No. Me metía en todos por curiosidad. Me gustaba ver cómo discutían los políticos, los intelectuales, los artistas...
–Berisso era otra ciudad...
–Había setenta y cuatro colectividades: se oía hablar en todos los idiomas. El año pasado participé en la película El día que cambió la historia, de Jorge Asuaje y Sergio Pérez, sobre el 17 de octubre de 1945. Está hecha a partir de los testimonios de los entonces jóvenes y ahora viejitos y viejitas de Berisso que fueron a manifestarse a Plaza de Mayo para liberar al coronel Perón. Para dar sostén a este documento los directores hicieron una reconstrucción ficcional, y ahí entré yo y otros actores y actrices.
–¿El teatro puede ser uno de esos espacios?
–Directores de teatro comunitario como Adhemar Bianchi y Ricardo Talento me cuentan que después del 2001 se produjo una explosión. Estoy convencido de que ese tipo de teatro pone al barrio de pie y le da la oportunidad de celebrar o criticar. El ser humano quiere ser protagonista de su historia y el teatro le abre un camino donde puede contar, cantar y bailar.
–Para eso se necesita disciplina y conocimiento.
–Sí, y saber contarse a sí mismo. Esto se logra ejerciendo una actividad, una profesión. El teatro da elementos para contar la propia historia y la de otros, pero siempre a través de metáforas, porque de lo contrario ese contarse sería una sesión de psicoanálisis o, sencillamente, una conversación.
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