ENTREVISTA AL DIBUJANTE Y HUMORISTA MIGUEL REP
En su nuevo libro, Rep para todos, donde reúne las ilustraciones que hizo para la colección Claves para todos, asumió su costado más “didáctico”, sin descuidar el lirismo que lo caracteriza. “Yo trato de educar y de educarme”, sostiene.
› Por Silvina Friera
Imposible cortarle las alas a Miguel Rep. Hasta cuando un trabajo lo obliga a ser “más didáctico” que lírico, el resultado es un torbellino de dibujos que se desparraman en el papel muchas veces superando el impacto que significa leer un poema en voz alta. El agita el avispero emocional con sugerentes versos gráficos. “Al dibujo le cuesta menos alcanzar la metáfora”, señala en el epílogo de su nuevo libro Rep para todos (Capital Intelectual), en el que reúne las ilustraciones que hizo para la colección Claves para todos. Los cuervos negrísimos que llegan del norte y sobrevuelan el mapa de la Argentina son la traducción visual más acabada para una historia de la deuda argentina. Es un dibujo perfectamente mudo, pero con mucho ruido, como prefiere Rep. Y también con resonancias literarias que remiten al famoso poema “El cuervo”, que Edgar Allan Poe escribió sin querer crear intencionalmente una alegoría ni caer en el didactismo. Esos cuervos multiplicados por la incisiva mano del dibujante parecen susurrar al oído de los lectores contemporáneos el “nunca más” que repetía el cuervo de Poe. Quizá porque siguió de cerca al Quijote y a Sancho Panza, la ilustración del clásico de Cervantes le permitió barajar y repensar el oficio. Su adarga es el dibujo y su escudo la palabra. Ahora anhela ser más adarga y menos escudo, sin prescindir para siempre de la palabra.
Al principio, ilustrar los libros de Claves para todos, a razón de dos tapas por mes, fue una empresa un tanto quijotesca. “Me costaba muchísimo porque no soy un buen traductor de imágenes de los temas áridos, porque no los entiendo, porque muchas veces para mí eran casi abstractos”, dice Rep en la entrevista con Página/12. “Yo no hice la secundaria, no he pasado por ningún sistema lógico; casi siempre he sido bastante chapucero en las explicaciones, y estoy muy acostumbrado a los artículos periodísticos. Casi nunca llego a leerlos hasta el final: en cuanto me aburren, los largo. Así que esto de leer dos libros por mes me metía en un rigor al que no estaba acostumbrado para sacar la mejor traducción a imágenes que pudiera hacer.” Sus dibujos son puertas o ventanas que se abren para ingresar a temas que muchos no se animarían a frecuentar sin su invitación. “El dibujo que termino destilando es el que a mí me hubiera hecho entrar al libro”, admite Rep, ya acostumbrado a la gimnasia intelectual del “dos por uno” que le demanda la colección. “Hay libros que en la primera página me doy cuenta qué imagen tengo que utilizar, pero hay otros que tengo que leer todo el libro y dar muchas vueltas para ver cómo lo resumo –cuenta el dibujante–. Siempre trato de escapar de los guiños coyunturales; pero a veces no podés evitar caer en la coyuntura y tenés que dibujar a Bush o a Evo Morales. Hay figuras históricas que no podés soslayar, sobre todo si están en el título.”
–Pero en el libro sobre Evo se escapó de la coyuntura del “primer presidente indígena” por el lado de la salida al mar de Bolivia. ¿Fue la manera que encontró de sortear la coyuntura?
–Si bien son pocas las tapas de humor político que me tocó hacer para la colección, creo que el verdadero humor político es el que está puesto en un contexto histórico y no en la coyuntura, que a mí no me interesa más. Si puse a Evo es porque es un símbolo. Este es un trabajo absolutamente didáctico, acá no me puedo hacer el lírico. Trato de estar al servicio del tema. Total tengo después la tira y mil cosas donde soy lírico, libre, delirante y caprichoso. Pero en los temas didácticos trato de educar y de educarme. Soy un tipo tan carente de formación que siempre busco el abecé de las cosas.
–Más allá de ese didactismo obligado, es evidente que también se permitió un poco de lirismo, por ejemplo en el dibujo de los cuervos que ilustró la tapa del libro sobre la deuda argentina.
–La tapa de Claves para todos es pequeña y yo tengo apenas un cuadrito. Ahí los cuervos me sirvieron para salir del cuadradito y volar por sobre toda la tapa. A veces me permito ese juego en una colección que tiene una tapa muy maquetada. Ese lirismo o esa libertad está acompañada por una cuestión de diseño, donde rompo esta maqueta tan fija que tiene la colección. Cuando se puede romper eso, vuelo más. Pero no siempre se puede. No soy muy literal, siempre busco el abecé de las cosas pero con una vuelta de tuerca.
–¿El peligro de la claridad es caer en la obviedad?
–Sí, pero mi trabajo nunca es obvio. Siempre tuve que cargar, desde que empecé a publicar, con el “yo no te entiendo”. Antes me dañaba porque quería decir que no era claro, pero cómo no voy a ser claro en un medio masivo de comunicación. Poco a poco me fui dando cuenta de que planteo otro contrato de comunicación, pero es así como soy. Estas colecciones me hacen pensar cómo ser un poquito más claro. El trabajo en el diario no te da tiempo, tenés que resolverlo. En cambio dos tapas por mes te permiten hacer muchos bocetos. Al principio hacía varios y se elegía uno, ahora mando la tapa derecho viejo.
–¿Con Rep para todos ya no lo van a poder acusar de que “no se lo entiende”?
–Ahora soy claro, no hay ambigüedad. Con Claves para todos he aprendido a trabajar con una sistematización que antes no tenía. Acá soy claro, es una línea de trabajo que tiene que ser para todos. En otros trabajos sigo siendo oscuro o semi oscuro y no faltará algún viejito que me dirá: “Yo a usted no lo entiendo”. No creo que el humor y los dibujos tengan que ser absolutamente claros. El lector tiene que trabajar un poquito. Quizá no soy tan claro como otros porque no me sale fácil y no la quiero hacer fácil. Yo no soy fácil y lo que consumo no es fácil. Me gusta lo que plantea un misterio o lo que deja una puerta abierta que te permite seguir completando el sentido.
–En el epílogo del libro confiesa que busca la sequedad primigenia de un Juan Rulfo y no la exuberancia de un García Márquez. ¿Su aspiración de máxima es no necesitar de las palabras?
–Sería lo ideal. Lo que más feliz me hace como dibujante es no tener que usar palabras, pero a veces no puedo ser mudo y recurro a la palabra. La palabra sería para mí la hojarasca y el dibujo la verdad. No creo mucho en la palabra, aunque sé que es necesaria. Ha pasado un par de años desde que hice esta comparación entre Rulfo y García Márquez. Siempre voy a elegir más a Rulfo que a García Márquez, pero ahora estoy de nuevo enamorándome de lo barroco y lo forestal. Nuestra verdad tiene más que ver con lo barroco y nuestra respuesta a la sequedad del Norte tiene que ser lo florido, lo que nos ocurre como exageración. Prefiero a Oski y sus trabajos barrocos. Oski es mucho más nuestro que cierto arte minimal que ahora va a cundir sobre todo en ArteBa. Por supuesto que todo dialoga, pero estamos más emparentados con la verborragia, con los bosques, con la selva, con los ríos caudalosos y con el caos.
–¿Es difícil ser un dibujante argentino completamente mudo?
–La escuela del humor gráfico argentino es europea, y el europeo siempre ha sido bastante mudo. Los grandes ejemplos que uno ha tenido en la formación, como Sempé o Quino, han sido mudos. Los dibujos son mejores cuando son mudos, pero eso no significa que la antítesis de lo mudo sea la palabra. Cuando veo los dibujos de Oski, no hay palabras, pero hay mucho ruido, el ruido de un dibujo mudo. Una cosa es el ruido de un dibujo mudo y otra cosa es el silencio de un dibujo mudo. Toda mi vida no se reduce a buscar el certero dibujo mudo y abandonar la palabra. En un momento puedo necesitar que el dibujo sea mudo, pero en otras instancias donde hay más tiempo creo cada vez más en seguir la naturaleza de la cual provenimos en el Sur, que es la de los dibujos mudos, pero muy ruidosos. Ruido, vegetación, muchos torrentes. Eso no es mudo. Una cosa es el dibujo mudo sin palabras y otra cosa el dibujo mudo con ruido. Prefiero los chistes mudos de Quino y de Sempé mucho más que los dibujos hablados, donde hay un diálogo que lo termina de explicar. La maestría de estos tipos es no utilizar las palabras y contarnos gestualmente, como si estuviéramos viendo una película muda. Si un trabajo que no necesita palabras para entenderse tiene palabras es una estafa. El dibujo debería ser un lenguaje muy puro: cuando no requiere de palabra, hay que eliminarla, y cuando requiere, hay que usarla. La palabra tiene que decir lo que el dibujo no puede decir. Y viceversa.
A esta altura del partido, Rep admite que necesita alimentarse de otros géneros muy nutritivos. “En el humor y en la historieta ya no se reflexiona tanto. Simplemente es palo y a la bolsa; es producir, agradar, vender, seguir agradando y vendiendo. Pero cuando visitás otros géneros muy alimenticios, aprendés otras cosas, y las traés para tu rebaño, para tu huerta.”
–¿Qué cosas lo alimentan hoy que se lleva para su huerta?
–Las artes plásticas, sin que yo sea un artista plástico. No las traigo a mi huerta sólo por interés. Es por curiosidad, porque me despiertan las preguntas y el hambre que el género madre que me parió ya no me despierta. Consumí tanto de eso que me siento satisfecho en ese lugar patrio que para mí es la historieta y el humor. Ahí nací, ahí voy a buscar consuelo, tranquilidad y olores de la infancia. Es mi mundo seguro, pero con ese mundo seguro no voy a tener incertidumbres. Para ir a la incertidumbre, a la pregunta, necesito frecuentar otros lugares que son absolutamente hostiles, misteriosos y hermosos. Estoy en ese momento extraño de mi vida en que necesito internarme en otras partes, y lo que extraigo todo el tiempo son aprendizajes sensuales e intelectuales. Por eso ya no puedo creer más en lo que dije hace dos años, cuando estaba enamorado de Pedro Páramo. En estos dos años me han pasado cosas y me he dado cuenta de que nuestra verdad está en ese torbellino que propone el Sur. En el caos encuentro el lenguaje del Sur.
Rep hojea su nuevo libro. Cuando repasa algunas páginas, su mirada irradia esa chispa de satisfacción de la misión cumplida; en otras cabecea, como si algunos dibujos, bajo el parámetro de sus neurosis y exigencias, no estuvieran a la altura de lo que quiso condensar. Se detiene en la tapa de Para leer el Facundo, de Oscar Terán. Es el paradigma de un dibujo en el que el dibujante no puede suprimir la palabra. “Cómo dibujar esa tapa sin poner la frase con la que comienza el Facundo –se pregunta Rep–. Realmente no dudé en usar por única vez el globo de Sarmiento. Ahí fui demasiado explícito y demasiado humorístico.” Hay tapas de las que se siente orgulloso, pero hay otras que dice que son un fracaso. “Los dibujos mudos son los más felices”, agrega mientras continúa repasando las páginas.
–¿Cuándo fracasa un dibujante?
–Tendrías que preguntarle a un dibujante exitoso (risas). Yo no tengo miedo al fracaso y creo que fracaso permanentemente. Siento que fracaso cuando hago un mal dibujo. Una cosa es cuando fracaso yo, por objetivos que me planteo, y otra cuando fracaso con el lector. Cuando digo fracaso es con respecto a mí, no con respecto a los lectores. Un dibujante fracasa cuando no es auténtico, cuando no está en el dibujo. Cuando se desdibujó para lograr algo.
–¿Qué aprendió de esta experiencia de ilustrar una colección?
–Lo que más aprendí y lo que agradezco es haber leído estos libros, haber tenido el privilegio de completar una escuela, y de seguir completándola. Para mí es muy importante. Esta colección no sirvió para que me luciera personalmente. Es una colección “al servicio de”; hay otros trabajos que son para mi lucimiento, para mi narcisismo. Siempre aprendo algo que por las mías no hubiera aprendido. Soy el primer lector privilegiado de todos estos textos. Eso es lo que más aprovecho y no tanto que me hayan salido lindos o feos dibujitos.
–Desde el punto de vista gráfico, ¿qué desafío se plantea de cara al futuro?
–El principal desafío es que hay temas que a la altura del librito 102 o 103 vuelven a repetirse. Esta colección no es como el turismo aventura, que con un viaje agotás la experiencia. No es lo mismo hacer un libro sobre el campo, en 2005 que hacerlo hoy. De hecho, hubo uno sobre el agro, pero ahora yo soy otro después de lo que pasó. El desafío es no repetirse. Esa es la gran preocupación de mi vida.
* José Nun y José Pablo Feinmann presentarán Rep para todos el próximo jueves a las 19 en El Ateneo Grand Splendid (Santa Fe 1860).
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