Lunes, 17 de agosto de 2009 | Hoy
EN EL TRIBUTO A PUGLIESE HUBO LáGRIMAS Y CLAVELES ROJOS
Rodolfo Mederos, Daniel Binelli, Víctor Lavallén, Roberto Alvarez y Emilio Balcarce, entre otros, participaron del encuentro. En su heterogeneidad se puso de manifiesto el fruto de aquella escuela en la música posterior de los artistas que tocaron con Pugliese.
Por Karina Micheletto
Fue un gran homenaje a Osvaldo Pugliese, de la manera más fiel que se le puede rendir a un maestro. No como un mero obituario tanguero, de esos que tanto le gustan a la familia del 2x4, sino como la puesta en acto del legado del maestro, aquí y ahora. Rodolfo Mederos, Daniel Binelli, Víctor Lavallén, Gabriel Rivas, Roberto Alvarez con su Color Tango y el cantor Abel Córdoba mostraron el fruto que rindió aquella escuela en el camino que emprendió cada uno, ahora al frente de sus respectivas agrupaciones. En el final, la emoción tomó un teatro Avenida lleno de hinchas puglieseanos: un piano sin ejecutante, pero con el clavel rojo que aparecía cuando Pugliese estaba preso, presidió la ejecución de “La yumba”, a cargo de once músicos que pasaron por la orquesta del maestro. Los dirigió Emilio Balcarce, con lágrimas en los ojos y agradeciendo una y otra vez sin micrófono, y eran muchos los que esa noche lloraban, mientras en los aplausos finales volaban los claveles rojos hacia el escenario.
La Noche Pugliese se planteó el sábado pasado, en una fecha de doble homenaje en la grilla del Festival de Tango de Buenos Aires (ver aparte). Junto a un retrato del maestro, y tras sus palabras desde una grabación histórica, comenzaron a pasar las agrupaciones de los músicos que formaron con él: quinteto, sexteto u orquesta típica, con repertorios que no sólo pasaron por Pugliese –transitaron Arolas, De Caro o Piazzolla, por ejemplo, además de creaciones de cada uno de los intérpretes–, y estilos musicales que fueron desde el sello de la ortodoxia más puglieseana de Color Tango hasta las diferentes maneras en que cada uno desarrolló el legado del maestro.
Arrancó el bandoneonista Daniel Binelli con su quinteto, en el que forman músicos como el guitarrista César Angeleri y el violinista “Toto” Graña, uno de los fundadores de la Camerata Bariloche. Siguió el sexteto de Gabriel Rivas con la voz de Abel Córdoba, que enseguida despertó a los hinchas de Pugliese que copaban las balconadas populares del Avenida, y que cerró con una dramatizada versión de “Milonga sentimental”. Mederos llegó con su orquesta típica y versiones de Arolas, Piana o temas propios; Lavallén también mostró esta formación, con músicos como el violinista Miguel Angel Bertero y el bandoneonista Pablo Mainetti. Color Tango se lució con la voz del joven Roberto De Caro, y con versiones de “El abrojito”, “La mariposa” y “A Evaristo Carriego”. En el homenaje no faltó, por supuesto, Lydia Pugliese, viuda de Osvaldo, que siguió el concierto desde un palco junto a Rita Ruggiero, viuda del otro Osvaldo, gran bandoneonista.
La organización del homenaje estuvo a cargo de la Fundación Cultural Osvaldo Pugliese, de la que forman parte tanto los presentadores de la ocasión –el escribano Natalio Etchegaray, a quien Pugliese le dedicó el tango “Protocoleando”, y Silvano Lanzieri–, como el productor del evento, Lucio Alfiz. El emotivo final de “La yumba” reunió sobre el final de la noche, junto a un piano con un clavel rojo, a Binelli, Lavallén, Alvarez y Mederos en la fila de bandoneones; Gabriel Rivas, Marcelo Prieto, Fernando Rodríguez y Eduardo Malaguarnera en violín; Patricio Villiarejo en violoncello; Guillermo Ferrer y Domingo Diani en contrabajo, todos ellos, músicos que pasaron por las filas de la orquesta de Pugliese. El que asumió la batuta fue Emilio Balcarce, ya retirado de los escenarios tras su paso por la conducción de la Orquesta Escuela de Tango, emocionadísimo, y agradeciendo una y otra vez al público.
En esta noche homenaje se habló de Pugliese como “bandera de identidad nacional”, de sus convicciones políticas y musicales –que eran una sola–, de la forma en que se asumía como “un laburante”, de su emblemático “efecto yum-ba” –la onomatopeya con que se resume su marcato rítmico–, del entusiasmo con que jugaba al truco, de su eterno buen humor, de su legado musical, en la síntesis de Mederos: “El nos enseñó que la música es buena no porque tenga mucho, sino porque precisa poco. Es decir que me hizo más amigo de la goma de borrar que del lápiz”. Pero, sobre todo, se escuchó buen tango, la mejor forma de homenaje.
Mientras tanto, en Harrods transcurría otro homenaje del festival, Astor por Escalandrum, y en otro punto de Buenos Aires –ya no como parte de la programación del Festival de Tango– el maestro Leopoldo Federico se presentaba con su orquesta típica y con su cuarteto. Federico volverá a mostrar este doblete el próximo viernes y sábado en el Centro Cultural Torquato Tasso, y dentro de la programación del festival, hoy (lunes) presentará su biografía, a las 18.30 en Harrods (Florida 877), donde también actuará con su orquesta. Los grandes hombres del tango tienen sus homenajes.
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