MANUELA SOEIRO, DIRECTORA DEL GRUPO MUTUMBELA GOGO
En Mujer asfalto, el grupo de Mozambique ensaya una forma de denuncia que no elude un alto objetivo artístico. La pieza, que retrata la difícil vida de una prostituta y se acaba de presentar en Córdoba, se ofrece esta noche en Ciudad Cultural Konex.
› Por Cecilia Hopkins
Mujer asfalto es el primer montaje proveniente de Mozambique, país ubicado al sudeste de Africa, que se verá en Buenos Aires. Mutumbela Gogo, el grupo que lidera Manuela Soeiro, ya se presentó en Córdoba y espera su debut hoy en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) donde también realizará funciones mañana y el sábado. Según la directora, ni la pobreza ni la injusticia o las enfermedades que afectan al país inhiben la expresión de la creatividad y la imaginación de sus habitantes. Mujer asfalto es un espectáculo de sencilla factura y de gran belleza que combina denuncia social y discurso artístico. Para su creación, el grupo tomó un texto de Alain Kamal Martial, escritor nacido en la Isla Mayotte, ubicada en el canal de Mozambique. Lucrecia Paco, la protagonista –actualmente una de las actrices de mayor fama en el país– realizó la traducción del texto al portugués, originariamente llamado Epílogo de una calle.
La pieza desarrolla la historia de una prostituta martirizada por un cliente que no le paga sus servicios. Contada desde el desenlace, la narración reviste un dramatismo extrañante, porque el desarrollo de la pieza se realiza a través del canto, el baile y la ejecución de instrumentos de percusión. Estrenada en el gran escenario de la Ciudad Universitaria, en Córdoba, Mujer asfalto fue también presentada en el penal San Martín de la capital cordobesa, a pedido del propio elenco. La obra fue vista en el gimnasio de la cárcel por una veintena de internos y un grupo de periodistas y fue allí, a causa de la proximidad con los espectadores, donde obtuvo su mayor lucimiento. Tras la función, la actriz y Cheny Wa Gune, el músico que la acompaña, establecieron un diálogo con los presos, quienes aportaron inteligentes y conmovedores comentarios sobre el espectáculo. A pesar de que Paco es quien realiza el relato verbal, la pieza no puede ser considerada como un unipersonal, ya que la presencia del músico es fundamental. Los sonidos de la timbila (muy parecida a la marimba caribeña) y el xitende, similar al berimbau brasileño, crean ritmos y ambientes que apoyan el relato. De esta manera, el cuerpo y la voz de la actriz establecen un diálogo sensible con la sonoridad de los instrumentos y la presencia del músico en escena.
Una vez producida la independencia de Mozambique, en 1975, se revitalizaron en el país las artes en general y varios grupos de teatro se formaron en Maputo, la ciudad capital. Junto a un grupo de jóvenes actores, Soeiro se puso al frente del Teatro Nacional Avenida, la sala más importante de la ciudad, con capacidad para 350 espectadores. Para hacerse cargo de la dirección artística del teatro, Soeiro invitó al novelista y director teatral sueco Henning Mankell, residente por entonces en Zambia. Así es como un intelectual escandinavo es el programador artístico del teatro más importante de Maputo. Bajo su asesoramiento, textos de autores clásicos y contemporáneos son los elegidos para ser montados por el grupo que dirige Soeiro. Con todas las dificultades que implica mantener un teatro en uno de los países más pobres del mundo, el grupo Mutumbela Gogo ha logrado un reconocimiento generalizado: no solamente realizan giras alrededor del mundo sino que en los últimos años hasta llega gente de Sudáfrica para ver sus producciones. “Es muy importante demostrarle al mundo que también existe una Africa viviente y no sólo una que está muriendo”, es la conclusión de su directora.
Comprometida con los movimientos a favor de la creación de un sociedad justa, el grupo apoya diversos proyectos sociales en africa, algunos relacionados con la tarea de abatir el analfabetismo en ese país que alterna el portugués, lengua de los colonizadores, con otros diez idiomas nativos: “Un 75 por ciento de los habitantes de Maputo no sabe leer ni escribir, aunque es cierto que antes de la independencia había un 99 por ciento en esas condiciones”, apunta la directora.
–¿Cómo define la actividad teatral de su grupo?
–Mi idea es hacer un teatro de intervención social. Nuestra preocupación es hacer un teatro que tenga que ver con nuestra realidad. Pero no queremos hacer obras testimoniales sino un teatro que denuncia pero que sea, a la vez, artístico. Buscamos ser críticos, pero queremos hacerlo con alegría.
–¿Hay algunos temas que eligen recurrentemente para realizar sus montajes?
–La mujer está muy presente, porque nos gustaría inspirar a otras mujeres a resolver sus problemas. Y los de la sociedad en su conjunto.
–¿Cuáles son los problemas que más le preocupan de su país?
–La corrupción, principalmente. La corrupción cría cosas terribles. Es la causa de que seamos el país con mayor índice de VIH. También la causa de la violencia que padecemos.
–¿Cree que el teatro puede realizar algún aporte a la realidad que usted describe?
–Pensamos que la influencia del teatro es muy fuerte, porque nosotros no sólo lo hacemos en salas convencionales. Nos interesa hacer una crítica al poder, al gobierno, que comenzó como una revolución socialista y hoy es un Estado que apoya al desarrollo capitalista.
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