EL TERCER CONGRESO PROVINCIAL DE CULTURA, EN RESISTENCIA
El encuentro que se lleva a cabo en estos días en Chaco incluye la muestra 200 Años de Historia Argentina, la presentación de la obra La tentación y una serie de debates alrededor de la importancia de una Ley Federal de Cultura.
› Por Cristian Vitale
Desde Resistencia
Uno de los cuarenta paneles que llenan la muestra 200 Años de Historia Argentina, ubicados sobre el lateral sur de la plaza 25 de Mayo de la capital chaqueña, está dedicado a la experiencia unitaria (1820–1828). Su curador, Felipe Pigna, jerarquizó –condensando– lo que había que mostrar rapidito: una pintura con los rojos federales trenzándose espada a espada con los celestes; un Rivadavia pidiendo el primer empréstito a la Casa Baring; otro Rivadavia –el mismo, en realidad– firmando el tratado de libre comercio con Gran Bretaña; el mismo Rivadavia –nunca otro– dictando la Constitución centralista de 1826; la reacción provinciana que lo deposita en el exilio y la Legislatura que elige a Dorrego gobernador. El flash, nutrido de documentos, cartas, planos, daguerrotipos y hasta sonidos extraídos del Archivo General de la Nación, termina con la breve estadía de Dorrego en el poder y su fusilamiento. Un chaqueño flaco, algo ensimismado, pregunta a media voz “¿Cómo puede ser que hayan llamado a esto la feliz experiencia? ¿Ese Rivadavia no fue el primer entregador?”. Dos pares de ojos miran. Uno asiente. El otro sigue de largo. Y el panel sigue ahí, esperando más preguntas.
El teatro Guido Miranda luce sus 558 butacas ocupadas cuando un par de indómitos actores revisionistas (Raúl Rizzo y Juan Palomino) se planta en la época al detalle. La obra, que amplifica en tablas lo que el panel resume, se llama La tentación, y ambos encarnan dos personajes en los antípodas: Lord Ponsomby, el plenipotenciario embajador inglés del período (Rizzo); y el mismo Dorrego (Palomino). O sea: Rivadavia, Alvear, Pueyrredón, Adam Smith, Mitre, Sarmiento, Patrón Costas, Aramburu, Alsogaray, Martínez de Hoz, Menem, Biolcati, Macri y la “civilización” –-hija de la codicia– de un lado; Bolívar, San Martín, Artigas, indios, caudillos, Eva, Perón, Marechal, Kush, Galasso y la “barbarie” –hija de la independencia– del otro. El mensaje entra contundente, sin matices. Recrea, por la parte, “el” conflicto de conflictos que atravesó como un rayo 200 años de historia, su todo: liberación o dependencia, ser o no ser. Rizzo y Palomino, en un impecable diálogo imaginado por Pacho O’Donnell, le ponen mucha sal a uno de los objetivos buscados este año por el programa De Punta a Punta (de la Secretaría de Cultura de la Nación) en el alba del bicentenario: revivir y reflexionar sobre los acontecimientos pasados. El aplauso no termina nunca. Ya lo dijo San Jauretche: “No hay una historia política, sino una política de la historia”.
Es el momento cenit, por emotivo y pedagógico, de tres días entre los quince que el programa multidisciplinario, que lleva recorridos 35 mil kilómetros en cinco años –todas las provincias excepto Córdoba y San Luis–, permanecerá en el Chaco, cerca de una realidad que está pero no siempre se ve: el Impenetrable, con sus tobas y wichís a merced de los guapos de la soja, del miserable glifosato; los problemas estructurales, por la migración interna, que existen en ciudades como Juan José Castelli –que lleva el nombre de otro para agregar entre los “bárbaros”–, Presidencia Roque Sáenz Peña, Barranqueras o Margarita Belén. Ahí nomás de los meteoritos caídos hace cuatro mil años en el Parque Piguen N’Onaxa; del Yacaré Overo; de esos ojos tristes, menos –pero aún– postergados, que asoman detrás de algún viejo algarrobo. Por ahí anduvo también –aprovechando la dinámica del programa– el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, invitado por las autoridades locales para presentar y difundir otra cuestión de peso: los 10 puntos por la Ley Federal de Cultura. Una pretensión movilizante que se incorpora al hecho del presente: la revolución de las leyes, afrenta en muchos frentes que, de concretarse, modificará estructuralmente, y entre muchas otras cosas, el devenir de esos ojos menos –pero aún– postergados.
En el marco del 3º Congreso Provincial de Cultura, en el que también participaron con conferencias el gobernador Capitanich y Roberto “Tete” Fernández, flamante ministro de Educación de Chaco, Coscia leyó los puntos del proyecto, de fuerte impronta federal y popular, cuyo séptimo punto resume el espíritu mejor que ninguno: “¿Por qué la ley? Porque la argentinidad es el producto de la diversidad de aportes culturales provenientes de las culturas tradicionales, las de los pueblos originarios, las de los afrodescendientes y las de las poblaciones inmigrantes y porque es esta diversidad la que brinda, a la argentinidad, su particular riqueza”.
Coscia también aprovechó la oportunidad para apoyar una iniciativa regional que busca legislar sobre los derechos laborales del trabajador de la cultura y disertó junto al escritor y periodista Mempo Giardinelli bajo la consigna “Cultura y Política en la Argentina del Bicentenario”. “¿Es mejor la cultura de Mozart que la de un pueblo originario? No, la cultura no es comparable, porque cada hecho cultural es inimitable. Los países son tan grandes como su proyecto cultural”, manifestó Coscia, en otro de los momentos cumbre. “Y hay que politizarla, claro... Cuando salga la ley de medios vamos a vivir una revolución cultural en el país”, aseguró. Lo que dice Coscia es, en trazo grueso, lo que Jauretche reveló desde la trinchera: ser o no ser. Dorrego y sus estelas pueden descansar en paz.
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