QUINTA EDICIóN DE LA FERIA DEL LIBRO ANTIGUO DE BUENOS AIRES
Desde hoy a las 18.30, el Museo Isaac Fernández Blanco será la cueva preferida por visitantes argentinos y extranjeros a la pesca de ese libro raro, bello, de perfume único. “La continuidad del encuentro es un factor notable”, señala Alberto Casares.
› Por Silvina Friera
Los raros, curiosos, simpáticos y coleccionables –el más asombroso de los inventos del hombre, como lo definió Borges– andan sueltos por el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (Suipacha 1422). Aunque esta deliciosa fauna tiene alma, serán los medium, esos apasionados libreros de anticuarios, los encargados de encontrarles poseedor a libros antiguos, ediciones de bibliófilo, primeras ediciones de autores destacados, encuadernaciones finas, fotografías, mapas, grabados y documentos históricos que se exhibirán en la V edición de la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, que se inaugura hoy a las 18.30 y se extenderá hasta el domingo. Previo pago del peaje de una entrada de un peso, se podrá acceder a las almas en exhibición: el primer libro editado por Sur en 1933, Romancero Gitano, de Federico García Lorca, ejemplar 31 de una tirada especial de 90, firmado por el poeta granadino; el Manuscrito de un viaje a la Patagonia, que escribió Benjamín F. Aráoz a bordo del acorazado Los Andes como médico de la Armada en 1878; el Manifiesto Ultraísta Vertical, de Guillermo de Torre, impreso en Madrid en 1920; el Martín Fierro, de José Hernández, ilustrado por Adolfo Bellocq, publicado en 1930; un cuaderno único de Juan Carlos Dávalos con textos hológrafos del literato salteño, firmados y fechados entre octubre de 1912 y enero de 1913; y el Indice Ultimo de los Libros Prohibidos y Mandados expurgar en todos los reinos y señoríos del rey Carlos V, desde 1747 hasta 1789, entre otros.
Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (Alada) y la Subsecretaría de Patrimonio Cultural de la ciudad, la feria es la actividad más esperada por los amantes del libro antiguo y raro. Además de la participación de diecisiete librerías (Alberto Casares, Helena de Buenos Aires, Manos Artesanas Comunicaciones, Armando Vites, Víctor Aizenman, Poema 20, Fernández Blanco y Terra Nova, entre otras), habrá charlas y mesas redondas. “La continuidad del encuentro es un factor notable, especialmente si se tiene en cuenta que se organiza a pulmón y con recursos limitados”, dice Diran Sirinian, de la librería Poema 20, bautizada así por el poema de Pablo Neruda. Alberto Casares, presidente de Alada, subraya que por tratarse de una experiencia nueva la feria todavía no tiene la trascendencia que debería. “Si bien no es un evento masivo, convoca a miles de visitantes nativos y extranjeros que disfrutan el contacto con una exquisita selección de libros. La feria acerca al gran público un material que tradicionalmente estaba reservado a unos pocos.”
En el imaginario popular cotiza la idea de que además de ser un bicho raro, el anticuario se interesa sólo por libros antiguos. En ese casillero entrarían todos los ejemplares anteriores al siglo XIX. Pero el detective avieso de apellido armenio aclara que el concepto es más amplio. “Se busca el libro raro, simpático, curioso, coleccionable”, resume. ¿Cómo funciona la mente de estos coleccionistas de joyas de la humanidad? “Yo tengo una especie de ecuación multivariable”, explica Sirinian. “Primero intento detectar si el libro tiene algo de estos atributos: raro, simpático, curioso, coleccionable. Una vez constatado, evalúo las características físicas, el estado de conservación, de afuera hacia adentro y viceversa. Esto incluye una evaluación del papel, si está limpio, sin manchas de humedad, sin rastros de polilla. Si la encuadernación es la original o distinta. Dependiendo del tipo de libro, puede ser relevante y decisivo. Si está completo, con todos sus cuadernillos, páginas, láminas, grabados, mapas, planos. A veces es difícil establecerlo, incluso contando con bibliografía relevante, piedra fundamental de cualquier librería anticuaria seria. Si el libro es bello. Me refiero a la concepción, puesta en página, tipografía, encuadernación, iconografía. En algunos casos, especialmente en libros de literatura, puede ser relevante saber si se trata de la primera edición o posterior.”
Sirinian dice que en ciertos libros especiales, ilustrados, con ediciones numeradas, “es importante estudiar el colofón para saber algo más sobre las características de la edición”. El librero se dedica a un rubro que tiene sus fanáticos: la fotografía patrimonial antigua (s. XIX) y de la primera mitad del siglo XX. “Estoy permanentemente a la búsqueda de material”, avisa. También me especialicé en libros de fotografía, un nicho que reúne un creciente grupo de entusiastas”. Luis Figueroa, de la librería homónima, opina que es difícil describir lo que busca en un libro porque “es mucho lo que brinda a través de su historia, su caligrafía, grabado, sus diferentes tipo de papel, su encuadernación y perfume”. “No olvidemos el texto, que nos transporta a la realidad, a la ficción, la pasión, la aventura”, agrega este librero que cree que los libros tienen alma y “uno cumple la humilde tarea de encontrarles un poseedor”.
En el espacio de la feria los expositores tienen ocasión de mostrar una pequeña selección del fondo de cada librería. Sirinian calcula que llevará unos cincuenta libros y una carpeta con mapas, fotografías y manuscritos. “La tendencia será exponer una muestra selecta, lo cual suele significar que son precios en promedio más elevados que la media disponible en la librería. Esto no quiere decir que el precio es la única variable que define los libros para llevar a la feria”. Mientras en Poema 20 se pueden encontrar libros a partir de 15 pesos, el dream team de la feria tendrá un piso de 350 dólares. Por ejemplo, ¿Aguila o sol?, de Octavio Paz, edición mexicana de 1951 con una bella sobrecubierta ilustrada de Rufino Tamayo, cuesta 370 dólares. Piedra de sol, también de Paz, edición mexicana de 1957 con encuadernación en rústica, con sobrecubierta, el ejemplar 292 de una tirada de 300, firmado por el autor en el colofón, trepa a los 450.
Casares plantea que el aspecto crematístico del libro es el que menos interesa y hablar de precios es sólo “un aporte a la confusión general”. “Reconozco que es un tema que siempre interesa a los periodistas, tal vez porque vivimos en un mundo donde aparentemente todo se mide con la vara del dinero. Y parecería que Picasso es mejor pintor si un diario nos cuenta que un cuadro suyo se pagó millones de dólares. O que Borges es mejor escritor por el precio alcanzado por un manuscrito en una subasta en Nueva York”, compara. En mi librería hay una mesita a la entrada con libros desde 2 pesos, pero si cae en mis manos la primera edición del Quijote, voy a tratar de venderla en algunos millones de dólares”.
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