Viernes, 13 de noviembre de 2009 | Hoy
ENTREVISTA A COREY GLOVER, CANTANTE DE LIVING COLOUR, QUE ACTUA HOY Y MAÑANA EN LA TRASTIENDA
A más de veinte años de su debut con Vivid, Glover, Vernon Reid, Doug Wimbish y Will Calhoun se encuentran en plena forma. El vocalista señala que el principal secreto es mantener la cercanía en el estudio y ponerle fuego a la performance.
Por Luis Paz
¿Qué se obtiene al poner algo bajo una arcada? Una eventual puerta. Puede ser desde una frazada que separe un ambiente de otro hasta un autito de juguete que vuelva peligroso el cruce. Se puede poner el ejemplo de una silla y eso representará un camino cerrado. Por eso, cuando Corey Glover alumbra que “en realidad, se puede correr la silla o saltarla”, con su oscura claridad, cobra un tono tan mesiánico como el del John Coffey de Milagros inesperados, pero con la parsimonia del Mr. Ecko de Lost. El color del cantante de Living Colour es tan parecido al de ambos personajes de ficción como su fuente de la sabiduría: la introspección que uno encontró en una celda custodiada por Tom Hanks, otro en una isla y Glover en la música de la banda que hoy y mañana en dos funciones (21 y 24) presenta The chair in The Doorway, quinto disco, primero en seis años, en La Trastienda (Balcarce 480). En ese contexto, naturalmente surgen otras preguntas para el compañero compositivo del guitarrista Vernon Reid.
–La crítica y los fanáticos parecen coincidir en que éste es su mejor disco. Usted lo dijo también, pero ¿por qué siente que lo es?
–Cuando hacés tu primer disco, esas primeras canciones tienen mucho trabajo encima: las escribiste, pensaste, arreglaste y tocaste. No hay problema para el primer disco, ya tenés canciones. El segundo disco es el problema. Volvimos a algo parecido a esa situación de primer disco, y tal vez por eso dicen que éste es el más parecido a Vivid (el debut de 1988), porque hacía cinco años que no grabábamos. Siempre nos tomamos el tiempo para trabajar el groove, entonces cuando entramos a ese estudio de la República Checa (Sono Studios, en Praga) teníamos una provisión de sonidos, partes de canciones, ideas. Volvió a ser como armar un primer disco: hubo que poner juntas esas partes, buscándoles la onda. Cuando pasa eso, es un gran momento, divertido y creativo. Al haber sido como cuando grabamos Vivid, con más experiencia, creo que es nuestro mejor álbum.
–Además, es distinta la situación de entrar a un estudio luego de veinticinco años, y la dinámica de la banda está bien ajustada.
–Absolutamente. Todos metimos mano. Cada pequeña porción de música fue hablada y discutida entre todos, más allá de quién traía la idea. Eso también fue muy importante para hacer algo que nos dejara conformes. Pero honestamente, si bien todos metimos mano y echamos una mirada, el catalizador para las canciones fue Doug (Wimbish, el bajista). Es un gran músico en estudio y tiene una sensibilidad enorme para entender el groove de cada canción, además de ser quien arenga en el estudio, motivándonos a ir por más. Si de alguien depende que este disco suene así, ése es Doug.
–¿Grabar, para LC, es ahora un proceso más interactivo?
–Efectivamente. Y es todo parte del proceso. En Colleidoscope éramos nosotros reencontrándonos, pero en este disco es ese nosotros juntos, persiguiendo una idea y un concepto que tienen que ver con este momento de nuestras vidas, no sólo como músicos y miembros de esta banda, sino como personas. Si no hubiese conocido a Will (Calhoun, el baterista), Doug y Vernon, sería alguien distinto. Y lo mismo para los demás, y especialmente para Living Colour. Nos dimos cuenta de que somos partes fundamentales en la vida de los demás. Por eso seguimos. Y porque nos amamos.
–Eppur si muove, aunque esté la silla en la arcada...
–Nada puede impedir el movimiento. Si ponés una piedra en un río, tal vez flote, pero el agua seguirá corriendo debajo. Si ponés una roca, el agua se abrirá paso. Las cosas pueden ser más rápidas o lentas, más fáciles o difíciles. Pero nada puede impedir que sean, que se muevan. Ese concepto llegó en un momento que con Vernon nos planteábamos la falta de progreso de la banda en el tiempo anterior a grabar The Chair in The Doorway. Y dijimos: “Bueno, si hay una silla en la arcada, o la corremos a un lado o la saltamos, pero sigamos”. Y así nació todo esto.
–“Esto”, su segundo álbum en quince años. De Stain (1993) a Colleidoscope y desde entonces hasta aquí, muchas situaciones relacionadas a hacer música han cambiado. ¿Cómo entraron en esos cambios tras pausas tan largas?
–Sin entrar en lo que no nos interesa. Hacer discos es una movida muy distinta ahora. Los podés hacer con una laptop sin que sea necesario tener a los músicos juntos en un estudio. Seguimos como siempre, con la decisión de que debíamos estar juntos, compartiendo ese espacio, para entender mejor las canciones que nos surgían.
–Antes esa dirección la llevaban usted y Vernon.
–Es que nos necesitamos para poner todo esto junto. Uno podría haber pensado una canción y dicho a los demás: “Toquen esto”, pero estar en un grupo no se trata de eso. Cuando empezás, a veces tenés que salir a jugar, o querés, sin haber encontrado la dinámica del grupo. Pero eso ya no pasa en Living Colour: lo que hace que esta banda suene así es que trabajamos los cuatro juntos. No se trata de que “soy Corey y mi estilo es éste y sueno así”, sino de ver cómo encajar esas voluntades, esas piezas e ideas en algo mayor. Habremos hecho dos discos en quince años, pero ése no será el patrón siempre. Cuando terminemos esta gira queremos volver a grabar.
–De regreso a lo de los avances técnicos del último tiempo, hace quince años tampoco existía Flickr, donde pusieron a concursar a sus fans con diseños para el arte de tapa de su álbum. No reniegan de todo.
–No, de hecho estamos con otro para que manden propuestas de videos para las canciones. La tecnología trae facilidades útiles, hace más fácil comunicarse con la gente que está interesada en lo que hacés y con gente que hace lo que te interesa. Hace quince años había un par de sitios donde discutir sobre música. Hoy podés conseguir un disco, un recital entero, ver desde acá un show en Europa del este, entrar a Twitter y preguntar cosas y leer lo que se nos ocurra, tener un contacto inmediato con la persona a la que le gusta lo que hacés. Es una locura. El acceso a eso es la principal utilidad que le encontramos. Tengo un amigo argentino por Facebook, y hubiera sido rarísimo lograrlo por correo postal.
–Desde que todo eso se generó es más fácil que se originen amistades allí que en un colectivo.
–Lo fundamental es no perder la condición humana, estrecharle la mano a alguien que te admira o que admirás, esa charla mirando a los ojos. Ahora le estoy hablando a su grabador, pero cuando escriba esto no le parecerá un momento tan interesante como éste, ¿verdad?
– Como un disco no reemplaza a un show, aunque lo registre.
–El disco es una diapositiva del en vivo de la banda. Si te gusta, ahora vení a vernos tocar esa misma música en vivo. Todo es diferente a cuando lo grabamos. Y será distinto la semana próxima.
–¿Cómo era al entrar a Sono Studios?
–La idea fue hacer buenas canciones que dijeran lo que tenían que decir de un modo conciso. Ninguna dura más de cuatro minutos, van al grano. Si tenés poco tiempo, en menos de una hora podés quedarte con todo eso que Living Colour tenía para darte en ese momento de 2008, al grabar. Y si te parece poco, vení al show, que es lo que te va a mostrar dónde estamos hoy, mañana o cuando sea que vayas.
–“Pero ve, no te quedes solo.” A propósito, hay dos interpretaciones probables sobre The Chair In The Doorway y son que retrata la soledad y que le opone a la comunión sacando la silla del camino.
–En este álbum hablan los años que pasaron en mí. Efectivamente es un disco sobre el paso del tiempo y sobre cómo pasé ese tiempo conmigo mismo, en soledad, pensando. Somos más viejos, no es ningún secreto, y llegamos a un punto en el que podemos estar conformes con nuestras vidas. Pero todos tenemos dudas, complejos y tristezas, a todos nos pasan cosas malas. Si estas canciones hubieran llegado en los ’90, no habría tenido idea de qué hacer con ellas. Ahora sé lo que es entregar las llaves de tu casa de siempre, llamar a alguien querido y que ya no esté. Lo sé porque lo viví.
–En “That’s What You Taught Me” podrían estar hablándole a la vida.
–Es que más allá de que todo lo que la vida nos da a diario no esté bueno, e incluso si existiera la posibilidad de cambiar lo que pasó, no lo haría. Sin eso no podría pensar así ahora. La vida me dio muchas emociones, buenas y malas, pero la amo y estoy agradecido. Es como cuando te gusta mucho una banda: aunque harías distintas algunas cosas, la amás así. Ustedes lo entienden, son un público de rock interesado, que comprende las expresiones de la música. Hay gente que sigue a la banda por onda, otra porque puede mover la cabeza o porque el bajista es lindo. Pero los argentinos escuchan, aunque no entiendan el idioma, sienten el rebote, el groove, la parte emocional de la música. Y eso es genial. Es algo que pasa en toda Latinoamérica, pero principalmente en Argentina y en Brasil.
–Alguna vez lo llamaron Su-dakan Way Of Life.
–Es algo muy de ustedes esa forma de expresar las emociones que les despierta la música. La emoción es internacional, claro, la música también, pero ustedes las expresan de un modo fantástico. En Norteamérica y en algunas partes de Europa no sienten la música, la usan. Es un estímulo externo que los lleva a manifestarse y sacar lo que tienen adentro: la bronca, el aburrimiento. Prefiero entenderlo al revés, como eso que me toca los nervios, que me enseña o me deja una canción, que me imprime algo. La música es impresión, no expresión.
–De eso también habla el disco: de estar solo en compañía de uno mismo, de rastrearse, de ver qué es todo eso impreso en uno.
–Está buenísimo estar con vos mismo, porque te entendés, te ayuda a ver quién sos. Después de esos días en los que te pasás reflexionándote, si alguien te pregunta cómo estás, seguramente tendrás algo más interesante para decir que “bien”.
–¿No se busca en la música una respuesta mayor a “bien”?
–Siempre habrá más preguntas que respuestas en la música. Y las pocas respuestas que puedas encontrar sólo traerán más preguntas: ¿Qué pasa si toco esta progresión de acordes? Me siento asá. Pero ¿por qué? Porque me recuerda a tal mujer. ¿Pero por qué me la recuerda? Es una locura. ¿Por qué se dice que “Mi” es la nota más triste? ¿Por ser triste en sí o porque es la base del blues, que es bajonero? Estoy seguro de que podés hacer que “La” sea triste. Así siguen las preguntas, y mientras más buscás, más ideas encontrás. No respuestas, pero sí más combustible para el pensamiento y la acción.
–Se ha dicho que, como los colores, hay notas cálidas y frías.
–Todas las sensaciones se pueden parecer a un color, a un sabor, pueden ser suaves y agresivas, salvajes y mansas. Y la música es una forma de probarlas, el amor es otra, la amistad otra, la reflexión otra. Estar vivo se trata de tener color, de sentir emociones, ¿o no?
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