“Perón decía que el órgano más sensible del hombre es el bolsillo.” Fito Frati cita al General, pero no para abonar su pensamiento, sino para fugarse por la contraria: “En mi caso es el corazón. No valgo lo que tengo”, desarrolla, mientras se le caen los anteojos cada veinte segundos. El sostén que une la gafa izquierda con la oreja está roto, y la cinta adhesiva usada para resolver el asunto no arrojó un resultado positivo. A Fito le importa poco. “He perdido tanto en la vida”, dice. Entre las pérdidas está buena parte del material fotográfico que, como reportero “señero” del rock argentino (según Luis Alberto Spinetta), conservaba desde los ’70: desde los recitales en el Luna Park que sellaron la despedida de Sui Generis en 1975 hasta los dos de Invisible presentando El jardín de los presentes. Desde la historia congelada de Seru Giran hasta el memorable regreso de Almendra en 1979. “Me tomo la vida en solfa, pero esa vez la sufrí en serio. Vivía en Uruguay, donde mi viejo se había exiliado en 1976, y ¿puede creer que se prendió fuego un auto al lado de mi pieza? Tenía ropa, discos, libros y gran parte de esas fotos del rock que tanto quería. Por suerte, como todo vuelve en la vida, fui recuperando parte del material. Me lo dieron los músicos”, cuenta.

Pero hay cosas que Fratti nunca perderá. Existe un registro sonoro de ese día de 1983 en el que, durante la presentación de Bajo Belgrano, el fundador de Spinetta Jade le regaló el instrumental “Ping Pong” por su cumpleaños y lo desafió a una partida. “Después te agarró al ping pong en casa y te hago de goma: 21 a 8, 21 a 9”, le dijo el Flaco. Están, también como prueba, el abrazo intenso que le dio Charly García cuando, a instancias de Nito Mestre, le recordó de viejos días (“Me largué a llorar como un marrano”, dice) o la apreciación de Cosme, manager de Pedro Aznar, que le dijo: “Tus fotos son el secreto mejor guardado del rock”. “La verdad es que siempre fui fan de la música y no me pensaría como fotógrafo de otra cosa. Si bien hice algunas cosas paisajísticas, lo mío siempre fue el rock. Muchísimo antes de dedicarme a la foto, tenía 10 años y ya iba con los pibes del barrio a los carnavales de Vélez o San Lorenzo a ver a Manal, a Los Gatos, a Almendra, que empezaba con ‘Gabinetes espaciales’, terminaba con ‘Final’ y no quería tocar ‘Muchacha’”, se ríe.

El perfil de Frati tomó su cauce cuando, buscando su lugar en el mundo, se mandó al Luna Park con una Kodak Fiesta con un fin: inmortalizar la despedida de Sui Generis. “Me fue pésimo, un desastre. No servía la cámara”, evoca. Después repitió el fracaso con Invisible, hasta que las cosas empezaron a mejorar. En 1978, cuando la Banda Spinetta inauguró Obras con A 18 minutos del sol, Frati estaba ahí con una cámara mejor. “Esa vez sí, las fotos me salieron bárbaras. Armé un archivito y empecé, como si fuera uno de esos pibitos de hoy que se mandan a sacar fotos con las digitales. La verdad es que me parece bárbara la democratización de la fotografía, que cualquiera tengo acceso, porque nosotros no lo teníamos en ese tiempo”, cuenta. El otro zarpazo fue el mítico Almendra en Obras. Frati pegó entrada en la primera fila, enfocó a los cuatro y llevó el resultado al Expreso Imaginario, “la” revista del rock del momento. “Las vio Petina-tto y me dijo ‘pibe, andá a ver a Ohanian’. Fui y Alberto me dijo ‘¿por qué no viniste antes?’ En esos días estaba saliendo el doble en vivo de Almendra y me la perdí (risas).”

Frati, de madre española (escapada del franquismo) y padre romano, nació en Vicente López y pasó de escuchar Los Beatles en la calesita de enfrente de su casa a una consagración íntima, de momentos y amistades indelebles. “Aunque mi naturaleza es solitaria, me he divertido mucho. Tuve una vida linda y azarosa y –la verdad– me siento como un sobreviviente de esa época”, remarca. Una vida que, además de pasearlo por momentos clave del rock argentino, lo depositó en la Europa del jazz-rock cuando, después de trabajar en el Expreso, Humor y la productora Abraxas, se fue a vivir a Roma. “Creo que no tomo conciencia de lo que vi, fotografié y viví allá: Frank Zappa, el regreso de John McLaughlin, el Pat Metheny Group con Pedro Aznar, Gil Evans, Miles Davis con su última formación eléctrica... Y la presentación de El fuego inolvidable, de U2, ¡a dos cuadras de mi casa! Y con las calles llenas de nieve. Igual, he viajado mucho, pero soy muy devoto de mi barrio. Siempre se vuelve al primer amor.”

Vuelta y primeros amores, entonces: Frati no sale del estupor que le provocó haber vuelto a ver a García y Spinetta juntos, durante el recital de Charly en Vélez. “Fue como un déjà vu que me hizo perder el hilo de la situación”, dispara. “Tengo una foto de ambos festejando un cumpleaños del Flaco en un hotel de Salto Grande, en el verano del ’84. Era la época de Privé, de ‘Rezo por vos’, antes de que se pudriera todo entre ellos, y este reencuentro me emocionó. Es, junto al recital de Almendra en La Falda con el Negro Rada de invitado, el multitudinario show de Seru en La Rural y la presentación de Kamikaze en la Universidad de Belgrano, uno de los momentos que más atesoro.” Hoy, Frati alterna su vida entre Montevideo y Buenos Aires. Escribe poemas, obras de teatro, planea un libro sobre la historia fotográfica del rock argentino, trabaja con el grupo de música celta Xeito Novo y, cuando puede, va donde el lente del alma exige. “Uno, como fotógrafo, vive a la caza de la imagen. Está donde tiene que estar”, dice. Por lo pronto, inevitablemente estará el 4 de diciembre en Vélez con Las Bandas Eternas. “Quiero hacerle fotos a Luis para regalárselas por su cumpleaños, porque siempre he hecho eso con los músicos... Es como devolverles la energía en imágenes. Sin amor no hay fotografía. Sin amor no hay nada, bah.”