“SOME KIND OF MONSTER”, ESTA NOCHE EN LA SEÑAL VH1
El documental dirigido por Joe Berlinger y Bruce Sinofsky permite echar un vistazo a la intimidad del grupo estrella del trash metal... incluyendo sus violentos choques de ego.
› Por Roque Casciero
Los últimos minutos del documental Some Kind of Monster (“Una especie de monstruo”) muestran a Metallica sobre el escenario, desparramando energía como sólo la banda de heavy metal más exitosa de todos los tiempos puede hacerlo. Sin embargo, la película no es el típico rockumental que plasma los avatares –a menudo aburridísimos– de la grabación de un disco, por más que eso fuera, a priori, lo que se proponía la banda cuando contrató a los directores Joe Berlinger y Bruce Sinofsky. Sucedió que, con las cámaras rodando, Metallica debió enfrentarse a la partida del bajista Jason Newsted, quien ya no soportó –entre otras cosas– la tensión entre los dos líderes del cuarteto, el cantante y guitarrista James Hetfield y el baterista Lars Ulrich. Entonces, Metallica dividió su tiempo entre el estudio... y el diván: por ¡40 mil dólares mensuales!, el “coach de actuación” (según su propia definición) Phil Towle estuvo allí para intentar encauzar los egos, deseos, enojos, ambiciones, frustraciones y estancamientos creativos de los tres miembros que quedaron –falta mencionar al guitarrista Kirk Hamett– y del productor Bob Rock. Y en ese contexto de confusión, Metallica intentó hacer un álbum que le permitiera recuperar el título mundial rockero de peso pesado. Pero hubo más y muy jugoso, con las cámaras siempre encendidas. Por eso, aunque aquí Some Kind of Monster esté editado en DVD, lo bueno de que hoy (a las 20) lo emita VH1 es que podrá llegar incluso a quienes no atesoran la discografía completa de la banda: sencillamente, se trata de uno de los mejores documentales que se hayan hecho sobre la convivencia de una banda de rock.
¿Por qué Metallica habrá permitido que el documental siguiera adelante, si en una oportunidad los propios directores le dijeron al entonces trío que “tal vez sería mejor parar”? Uno puede imaginarlo como parte del proceso de recuperación dirigido por Towle, pero también pensar en que el ego desmedido haya llevado a la dupla Hetfield-Ulrich a exponer al sol hasta los trapitos más sucios. El escepticismo dispara la pregunta de si el estreno no tuvo que ver con lavar la imagen del grupo, cascoteada como nunca después de que el baterista encabezara la impopular guerra contra Napster, que en buena medida acabó con el sitio de intercambio de archivos. Porque Some Kind of Monster los reflejó como acomplejadas (y aburguesadas, aunque mostrar eso debe haber sido involuntario) estrellas de rock en busca de una musa esquiva, con el frente externo resquebrajado y el interno aún peor. Encima, cuando las tensiones crecieron, Hetfield pegó un portazo –literalmente– y desapareció durante nueve meses, en los que se internó en una clínica para superar su alcoholismo. Las cámaras siguieron rodando para registrar el encuentro de Ulrich con Dave Mustaine, ex guitarrista de la banda y líder de Megadeth, quien le reprochó a su antiguo compañero una vida de frustraciones porque, a pesar de que vendió 17 millones de discos, siempre se consideró un segundón a la sombra de Metallica. Todo bajo la atenta mirada del Dr. Phil, por supuesto.
El regreso de Hetfield no hizo sino aumentar la tensión. Y era lógico: el cantante tenía el típico discurso de los conversos y sólo podía trabajar de 12 a 16. “¡Fuck!”, le gritó en la cara Ulrich, harto de las reglas que, según él, atentan contra el rock. Pero la banda siguió adelante, peleó contra Napster (y el batero se convirtió en el botonazo más grande de la historia del rock), adoptó nuevos estilos de vida (Ulrich vendió su millonaria colección de arte) y a último momento encontró un bajista descomunal en Robert Trujillo, ex Suicidal Tendencies, aunque en el álbum grabó el productor Bob Rock. En el camino reapareció la musa –en buena medida, gracias a un trabajo colectivo nunca antes intentado– y la banda completó St. Anger, su álbum más pesado en muchos años, casi diseñado para recuperar el crédito entre los fans. Sobre todo en los que se habían decepcionado con los trabajos que le siguieron al exitoso Album negro (1991), más “blandos” que el revolucionario trash metal de los comienzos. Con el disco completo, en el final de Some kind of monster se ve a la banda sonriente y declarando ante los periodistas que está más fuerte que nunca. Lo raro es que, unos meses después de ese retorno con gloria, el cuarteto haya cancelado –por un nunca aclarado “agotamiento físico y mental”– la gira sudamericana que iba a traerlo ante un River repleto. Pero eso no se ve en el documental. ¿Será que Hollywood le enseñó a Metallica que las películas deben tener final feliz?
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