“VIEJO BUENOS AIRES”
El libro propone un recorrido por 162 fotografías que muestran la vida cotidiana de nuestros abuelos porteños.
› Por Karina Micheletto
Un kiosquero mira a cámara con impecable traje, pelo engominado, mostacho rígido y toda la seriedad del caso. La Costanera Sur es un balneario municipal del que disfrutan vecinos y vecinas, separados por turnos para bañarse. La postal porteña por excelencia (la del Obelisco) muestra que hubo un tiempo en que la avenida Corrientes no era avenida y no se llamaba Corrientes. Imágenes de una ciudad diferente de la actual, pero que en algunos rincones se adivina tan igual. El libro Viejo Buenos Aires, publicado por Editorial Del Nuevo Extremo, propone un recorrido por 162 fotografías que muestran la vida cotidiana de nuestros abuelos porteños. Las imágenes, recopiladas y seleccionadas por la diseñadora gráfica y editora Gabriela Kogan, pertenecen en su totalidad al Archivo General de la Nación, que custodia una invaluable porción de la memoria fotográfica argentina.
Se trata de imágenes cotidianas que sorprenden no sólo desde el componente folklórico de toda revisión histórica (las lavanderas en el Río de la Plata, la famosa tienda Gath & Chaves o el canillita mostrando el titular de La Razón: “¡Guerra! Inglaterra va a la lucha”), sino desde el extrañamiento que producen los hábitos de antaño, relacionados con una ciudad que se fue para siempre: un cine de barrio repleto de vecinos de todas las edades con ánimo de fiesta, el Luna Park revolucionado por la llegada del campeón mundial Horacio Acavallo, una corrida de toros en el viejo teatro San Martín, el Hipódromo de Palermo repleto de gente engalanada. Y también porque es posible reconocerse en esos rostros que miran a cámara desde las imágenes en blanco y negro, posando con toda la solemnidad que implicaba ser fotografiado.
“En este libro, 162 fotografías nos cuentan cómo era esa ciudad abierta a sus nuevos habitantes y eternamente refundada. Y, de paso, nos hablan un poco de nosotros”, apunta Kogan en el prólogo. “En ciertos gestos podemos intuir lo que tenemos en común con aquellos porteños que usaban corbata para vender verdura, esperaban su turno para bañarse en la Costanera Sur y obedecían al policía que, solemne, dirigía el tránsito desde una garita”.
Con un cuidadoso trabajo de diseño en su presentación y un formato pequeño y original, la edición forma parte de lo que se conoce como “libros regalo”, de esos que se exhiben en los mostradores de las librerías. La recopiladora es responsable de otros títulos como Surtido. 268 imágenes del alma argentina y Surtido. 233 publicidades gráficas argentinas del siglo XX, pequeños libros que también ponen el foco en la vida cotidiana del pasado reciente. Y está preparando Entradas agotadas. 150 afiches de teatro en idish en la Argentina a principios del siglo XX, tras un trabajo de recopilación en el archivo del Instituto IWO.
Kogan llegó a este trabajo a través de un vecino de Palermo que le acercó viejas fotos del barrio. “Me contó que eran del Archivo General de la Nación, donde trabajaba su hijo. El me abrió las puertas del Archivo, y durante un año y medio estuve metida entre cajas, sorprendiéndome cada vez más”, cuenta la editora. Además de destacar la importancia del Archivo General, Kogan advierte desde el libro la necesidad de una nueva Ley de Archivos. “Antes, cuando un medio gráfico publicaba una fotografía, tenía que depositar una copia al Archivo, así como cuando se edita un libro hay que llevar dos ejemplares a la Biblioteca Nacional”, explica la recopiladora. “A partir de los ’70 eso dejó de existir, y hay un vacío que sólo se puede llenar con los archivos privados, con lo que eso significa para la memoria de un país”, analiza. En muchas de las fotos, además, faltan los datos temporales precisos, otra de las carencias del Archivo.
Está claro que la selección no priorizó las grandes tomas o los fotógrafos importantes, sino aquellas imágenes que revelan la cotidianidad de la Buenos Aires de antaño. “También quise destacar fotos que muestran rincones que todavía existen y que pasan desapercibidos, porque no nos tomamos el tiempo para verlos. Como los edificios que ahora son estacionamientos y fueron grandes teatros: el Odeón, montado como teatro de ópera, el Politeama o el Empire”, explica Kogan. “O Plaza Italia, donde había cinco portones por los que se entraba al Parque Tres de Febrero. Se tiraron dos pero quedó uno, que es la vieja entrada al zoológico. Me gustó incluir, además, las primeras fotos de Palermo, diseñado por Sarmiento a imagen y semejanza de los grandes paseos públicos del mundo, como el Central Park de Nueva York”, enumera, y concluye: “Me encantaría que el libro sirviese para empezar a ver lo que sí quedó y tenemos que defender, porque hace a la identidad de la ciudad”.
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