Los fabricantes de lectores electrónicos señalan que frente a una industria que barre ecosistemas enteros en el afán de producir celulosa, es hora de optar por caminos más saludables. Según la consultora Cleantech (cleantech.com), los que decidan utilizar e-readers para reemplazar al sistema tradicional estarán contribuyendo a reducir las emisiones de gases nocivos para la atmósfera. Se estima que un Kindle –el dispositivo de lectura más vendido– genera algo menos de ciento setenta kilos de dióxido de carbono por año, el equivalente a lo que implica producir y distribuir 22,5 libros “convencionales”. La ecuación cierra porque durante esos doce meses el Kindle puede almacenar cientos de obras que de otro modo consumirían incontables árboles, petróleo, etc. Eso sí: hoy se pueden consultar colecciones en papel que se confeccionaron hace décadas. Nadie confía en que un bichito Made in Taiwan pueda durar lo mismo.