OPINIóN
› Por José Miguel Onaindia *
Se anuncia con gran despliegue de información la reinauguración del Teatro Colón luego de un cierre de casi cuatro años, con el objetivo de realizar una obra de remodelación integral. Los anuncios y las obras que se exhiben a los visitantes se centran en la restauración del edificio, en sus aspectos ornamentales y en el añadido de obras de mayor comodidad y seguridad.
Poco se informa sobre los aspectos sustanciales que una obra de estas características requería para modernizar su escenario, su capacidad tecnológica, las salas de ensayo, camarines o talleres de producción. Es más, muchas de esas obras no estarán terminadas para el 25 de mayo, día en el que se mostrará una sala remozada y supuestamente resplandeciente, más cercana a un mausoleo que a un centro vivo de producción artística.
Sin embargo, nada se anuncia y mucho se ha empeorado en cuestiones esenciales que afectan a la institución. Quiero destacar que el teatro es mucho más que su valioso edificio. Es un centro de producción artística único en el país y que tuvo en otros tiempos gran importancia a nivel internacional. Por consiguiente, lo más importante de la obra encarada era resolver los problemas de su máquina escénica, dotarlo de salas de ensayo y camarines dignos para los artistas que allí cumplen funciones y solucionar los graves problemas de sus cuerpos estables.
En este punto, no se informa si la obra de mayor trascendencia para el aumento de las funciones y la productividad del teatro, el escenario alternativo subterráneo, va a estar terminado para esta inauguración o lo será en alguna fecha próxima, ni si el nuevo sistema de aire acondicionado afectará en algún modo la acústica de la sala.
Lamentablemente, sí sabemos que se ha optado por intimar sin fundamento legal a la mitad del cuerpo de baile a jubilarse y que muchos otros trabajadores con oficios específicos en el teatro han sido trasladados a otras áreas del gobierno que nada tienen que ver con la especialidad adquirida en tantos años de labor.
Esto abre un interrogante sobre el funcionamiento inmediato y futuro de los recursos artísticos del teatro, determinantes para establecer su misión, que es la de recrear el arte lírico y coreográfico y brindarlo a la comunidad.
Hay otro tema, a mi juicio el más relevante, sobre el que tampoco se oye posición alguna: ¿Qué función cumple el Colón en la Buenos Aires del Bicentenario tan distinta a la de hace cien años e incluso a la de décadas pasadas? El Teatro Colón careció de una política gubernamental que lo inserte en la vida cultural de la comunidad y ha quedado como una institución cerrada en sí misma, cuya producción está destinada a un grupo restringido de abonados o visitantes ocasionales, sin lograr impacto en el resto del cuerpo social.
El gran desafío para una política de reestablecimiento de la institución consiste en utilizar todos los medios de comunicación que el Gobierno de la Ciudad tiene a su alcance para que la gente concurra al teatro a ver los espectáculos que están destinados a ser montados y exhibidos en ese peculiar escenario. Debe tenderse a que el público ingrese al teatro, pierda miedo al ámbito y al tipo de arte que se produce y exhibe. Los medios de comunicación y la instrucción pública son los instrumentos que deben usarse para lograr este fin.
Pero para que esto suceda es necesario privilegiar el buen trato y la excelencia de sus cuerpos artísticos, su enorme capacidad productiva y el cuidado de su patrimonio mueble e intangible. Como en muchos temas en nuestro país, de eso no se habla.
* Ex director del INCAA y del C.C. Rojas.
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