Jue 16.02.2006
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LAS INSTITUCIONES DE SALUD MENTAL

Contra los manicomios

Un integrante del Movimiento Social de Desmanicomialización y Transformación de las Instituciones ofrece ideas, preguntas e informaciones para un debate público sobre la salud mental en Buenos Aires y en la Argentina.

Por Armando Bauleo *

El 29 de diciembre de 2005, el Movimiento Social de Desmanicomialización y Transformación de las Instituciones convocó a un debate público sobre las problemáticas que salieron a la luz a partir de circunstancias, que laceran la dignidad de las personas, ocurridas en el Hospital Moyano de la ciudad de Buenos Aires. El debate se realizó gracias al apoyo y hospitalidad que brindó la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, en cuyas aulas pudimos comenzar a exponer las cuestiones que incumben al proceso de desmanicomialización. Se sumó al debate la presencia de Pablo Berrettoni, interventor en el Moyano y director de Salud Mental del gobierno de la ciudad.

Debemos entender que la desmanicomialización y el establecimiento de una red de atención no es una acción contra edificios y organigramas, sino que involucra otra concepción del proceso de enfermarse y del tipo de tratamiento que efectuamos para acompañar al sujeto en la disminución de su sufrimiento mental. La red de atención –que vendría a liquidar un modelo de asistencia en salud mental supeditado a una vigilancia ejercida por los manicomios– consta de ambulatorios, centros de crisis, salas de internación en los hospitales generales, comunidades terapéuticas, hospitales de día, albergues nocturnos, casas de medio camino, alojamientos para ex pacientes (que, por lo tanto, son ahora ciudadanos: han recuperado una ciudadanía que nunca debieron perder).

Es por ello que esperamos que la intervención al Hospital Moyano no se reduzca a un acto que se agote en sí mismo: debería ser el comienzo de un proceso que se desenvuelva en un lapso adecuado, que no puede ser el tiempo de lo inmediato pero tampoco la eternidad burocrática.

En el debate que así empezó el 29 de diciembre se señaló que la figura de la descomanicomialización, lejos de haberse diseñado ahora, viene atravesando el horizonte sociopolítico asistencial en salud mental desde hace mucho tiempo. Hubo personas que actuaron, hubo acciones que se efectuaron como tentativas de atenuar los horrores de la manicomialización. En último caso, procuraban mitigar la internalización en los sujetos de conductas asilares, que transforman a los individuos en rígidos estereotipos para que puedan sobrevivir en situaciones penosas sin “protestar”.

En la Argentina, esas tentativas comenzaron hacia la mitad del siglo XX. Después, la dictadura y el menemismo, con sus aberraciones y corrupciones, aplicaron al país la fórmula denunciada por Foucault: Institución Total = Prisión = Escuela = Manicomio. Algunos conciudadanos se aprovecharon largamente de esa fórmula.

Entre ambos mandatos degenerados, en un instante de posibles movimientos, arriban a nuestro país la red alternativa y la antipsiquiatría (Castel, Guattari, Rotelli, Cooper, etcétera), a la vez que, con mayor o menor fortuna, se producen diversas situaciones antimanicomiales en diferentes regiones de nuestro territorio.

Poco a poco, en lugares dispares, casi en aislamiento, con un mínimo de comunicación entre ellos, grupos diversos abordan esta temática. Se producen búsquedas, se generan opiniones, interrogaciones, señalamientos, que quedaron como ideas flotantes en un mar de insensatez política. A la discusión actual subyace un debate que quedó flotando, como esos fantasmas no elaborados que, de tanto en tanto, reaparecen para mostrar su existencia con vigor.

A principios de la década del ’90, el psiquiatra infantil Jorge Fernández Landoni organizó un grupo multiprofesional, en el que participé; el grupo incluía psiquiatras, psicólogos, forenses, jueces, psicoanalistas, para aunar criterios sobre los problemas de la institución psiquiátrica, incluidos los tópicos que corresponden a los criterios de internación o de externación. En un momento de esas reuniones, alguien preguntó con cuántas casas, locales o estructuras habitacionales que pudieran ser útiles para proceso de externación contaba la municipalidad de Buenos Aires (hoy Ciudad Autónoma). De una pequeña investigación realizada por integrantes del grupo, resultó que la municipalidad (como todos los municipios del mundo) contaba con una buena cantidad de esas estructuras; tal vez eran cientos, tal vez superaban el millar.

Nos preguntamos si sería posible que cedieran algunos de esos inmuebles –bastaban 40 o 50– para empezar a organizar la red urbana de atención; ciertos dirigentes habían manifestado una opinión favorable a la desmanicomialización. Pero la respuesta oficial que se obtuvo fue que ya estaban habitadas. Profundizando en esta respuesta, supimos que sus habitantes no eran “ocupas”, sino allegados o gente con aval de punteros políticos.

Hoy por hoy, ¿existen esos inmuebles? ¿Dónde están? ¿Quiénes los habitan? ¿A cargo de qué dependencia oficial se hallan? ¿Podría el gobierno de la ciudad proporcionar algunas de esas estructuras para empezar la construcción de la red de asistencia? Si no es así, forzosamente habría que acudir al sector privado, con las consabidas sospechas sobre la idoneidad y el manejo económico de este sector, ya que las leyes actuales lo tratan con demasiada cautela y falta de rigor.

En otra oportunidad, un colega y yo nos dirigimos al director del Hospital Borda: le propusimos que la guardia del hospital asistiera a pacientes en su domicilio, lo cual produciría una disminución en las consultas al manicomio, y a la vez permitiría enfrentar las crisis en sus lugares de emergencia, salvando así los conflictos de la internación. El director diplomáticamente nos hizo saber que esa temática no era fácil de resolver, ya que había problemas jurisdiccionales y profesionales que no presentaban rápida solución.

Fuimos así conociendo –a través de conversaciones, posiciones corporativistas y profesionales, códigos entre asociaciones y gremios, reglamentos– que las guardias sólo estaban para observar y, con buena voluntad, tratar a aquellos que malamente llegan al reservorio de pacientes. Se les da la entrada; la salida pertenece al designio de algún ser ignoto.

Es así como tenemos una buena cantidad de profesionales a la espera (no quiero decir: al acecho) de algún desdichado que llegará. Ricardo Soriano, ex director de Salud Mental de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, trató de enfrentar esta problemática creando un equipo de atención domiciliaria, lo cual bordea el punto central de la internación. Puede ser que Soriano, más sagaz, nos haya invitado a crear líneas de fuga para esquivar la confrontación con organizaciones vetustas, esperando, como dice la gente, que “se pudran solas”.

Estrategias colectivas

Cuando se dialoga sobre las posibilidades de una red de asistencia, surge la pregunta sobre la capacitación o formación del personal, es decir, de los psicólogos, enfermeros, psiquiatras, asistentes sociales, sociólogos, forenses, psicoanalistas. ¿Será que atienden de manera individualista e institucional, como lo hacen, porque no conocen una asistencia alternativa y colectiva como sería necesaria en una transformación institucional? El sector capacitación del Consejo General de Salud Mental, en estas ocasiones de debate público, debería mostrar y hacer entrar en discusión los programas de reconversión o actualización de los profesionales o, mejor dicho, de los futuros equipos multiprofesionales de asistencia. Auspiciamos que esa actualización no sea en la línea de “Psiquiatría Administrativa” que propugna Estados Unidos y que tanto entusiasma a algunos organismos nacionales e internacionales.

Es nuestro deseo que este debate público no se circunscriba a la ciudad de Buenos Aires. Esperamos participación, información y opiniones sobre lo que va ocurriendo en las diversas provincias en salud mental, que esas comunicaciones no queden ceñidas a diálogos amistosos y puedan ser incluidas como problemáticas a tratar públicamente. Intentaremos establecer estrategias colectivas.

* Integrante del Movimiento Social de Desmanicomialización y Transformación de las Instituciones.

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