UN ESTADO QUE DESEARIAN MUCHAS PAREJAS
Habíamos con Susy concurrido a la consulta del doctor Fernando U con la idea de que nos orientara sobre el aumento de nuestro mutuo vínculo simbiótico. Ya lo habíamos consultado hace años cuando actuábamos juntos en mi obra Paso de dos, donde la simbiosis torturador-torturada llegaba a límites extremos y temíamos que la estética de la obra perturbara nuestro equilibrio cotidiano de simbiosis funcional. Fernando U nos preguntó en ese momento si sufríamos mucho por la simbiosis y nosotros le respondimos que no. Que nos producía un inmenso placer estar siempre tan juntos.
“La mayoría de las parejas que me consultan desearían llegar a un estado como el de ustedes –dijo Fernando–, que los lacanianos definen como éxtasis simbiótico o goce claustrofóbico. Todas las parejas se quejan en general porque tienen vínculos fríos, distantes y de mutuos reproches. Siempre se sienten ajenos uno del otro, abandonados e incomprendidos mutuamente. Yo les voy a dar un consejo que tienen que cumplir a rajatabla. Pero debe quedar entre nosotros. Lo que ustedes deben hacer es agudizar la simbiosis: llevarla a un límite extremo. Ese es mi consejo.” Y se pidió un queso y dulce al mismo tiempo que comenzaba a prender su pipa histórica. Al irnos volvió a decir: “Lleven la simbiosis al paroxismo, al límite extremo”.
Con Susana intentamos seguir su extraño consejo. Leíamos los mismos libros. Concurríamos juntos a cursos de Pablo Feinmann y Pedro Brieger. Filmábamos juntos en Potestad, hacíamos teatro juntos y pasábamos gran parte del día los dos en el mismo lugar. Hoy ella es mi mujer en Variaciones Meyerhold: Zinaida Raich. Además, caminamos juntos todos los días y desayunamos en “Rulo” bien temprano. La sexualidad es tema de otro artículo futuro. La orden de Fernando U la seguimos al pie de la letra y en realidad estábamos orgullosos de cumplir las órdenes del Maestro.
Había un solo problema que nos preocupaba con Susy: era un mutuo control de los horarios de los dos. Yo conocía todos los horarios de Susy en la semana y ella conocía los míos, y a veces perdíamos nuestra noción de individuos y Susy tomaba mis horarios y yo los suyos, creándonos problemas serios con los pacientes –que algunos incluso tomaban con naturalidad como una innovadora metodología terapéutica–. Un día aparecí en el consultorio de ella y comencé a hacer terapia individual con una paciente de Susy.
Ante este desorden decidimos concurrir otra vez a ver a Fernando para interiorizar al Maestro del tema del control de horarios y de nuestras mutuas confusiones con los pacientes. Mientras U fumaba un Romeo y Julieta y después de escucharnos un rato, nos dijo: “Los felicito. Han seguido mis instrucciones al pie de la letra”.
“Han llegado al éxtasis simbiótico propuesto por Lacan –continuó–. Pero quiero expresarlo mejor en términos técnicos: cuando ustedes me hicieron hace años la primera consulta, todavía eran sujetos individuales. Existían como personas diferenciadas. El trabajo que hicieron fue magnífico. Han perdido la noción de sujeto, la silueta individual, y han logrado un nuevo tipo de ‘individuación’ que funciona como régimen de conexión, nunca como vínculo o relación. Por otro lado, han creado un ‘entre magnífico’ entre los dos, creativo y provocador. Ustedes ya no son Tato y Susana: la nueva individuación que formaron es TA-SU, y tiene su propia subjetividad. Sus propios códigos y valores.”
“Pero, Fernando –le dije–: estás utilizando términos de Deleuze. Me sorprendés.” Y, mientras se pedía su queso y dulce habitual, me respondió: “Siempre lo fui. Pero no lo comentes por favor”. Salimos juntos de la mano con Susy y al llegar a la esquina alguien desde la vereda de enfrente nos gritó: “¡Bien TASU! ¡Te felicito por la obra de Meyerhold! ¡Muy buena!”. Había sido nuestro bautismo de fuego. El Maestro había acertado una vez más. Ahora éramos TA-SU y no teníamos que preocuparnos más por nuestros devenires de sujetos individuales. El primer beneficio fue el ahorro. Como TA-SU gastamos menos, casi la mitad, y además tenemos el beneficio de la bisexualidad, que es muy estimulante y creativa para la tercera edad.
Pensaba en el gran cambio teórico de Fernando y observando a mi psiquiatra personal, doctor Gustavo Lipovetsky, un poco tenso la última semana, me preguntaba cuánto pudo afectar a ambos fanáticos boquenses la desastrosa campaña de Boca, y pensé: ¿Hasta dónde la psiquiatría no depende del fútbol? Es para pensarlo.
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