LOS PARTICIPANTES DEL CAMPEONATO MUNDIAL DE BAILE DE TANGO, QUE CIERRA MAÑANA
Bailarines de 29 países, por amor al tango
El Tercer Campeonato Mundial de Baile de Tango convocó en la Rural a casi cuatrocientas parejas, inscriptas en las categorías de Tango Salón y Tango Escenario. Hablan algunos de los extranjeros seducidos por el 2x4.
› Por Karina Micheletto
Tango, tango, tango. Buenos Aires sacude sus vergüenzas y baila al ritmo de esa música que, descubre ahora, le pertenece. Hay otro ritmo, el económico, que indica que cuanto más devaluados, más amigos de los amigos extranjeros. Así que el Abasto se vuelve barrio de tango, con hoteles cinco estrellas incluidos, las milongas se diversifican y ahora hay para todos los gustos (están las recargadas de brillos y lentejuelas que siempre existieron para el target for export, pero también hay milongas jóvenes, under, góticas, de clubes, de barrio, electrónicas y para lo que guste mandar, según se van abriendo tras las rehabilitaciones postCromañón), hasta el cine y la literatura hacen del tango su tema. Hay tanguerías, tango-escuelas, tango-estudios, academias, y la industria del souvenir tanguero se multiplica hasta límites insospechados. En este contexto, no podía ser de otra manera: la ciudad tiene su Campeonato Mundial de Baile de Tango, que este año ya va por su tercera edición, trasladado al más amplio predio de la Rural de Palermo. Y, claro, la competencia abre sus puertas a las parejas extranjeras, que llegan para medirse en terreno tanguero. Mañana finaliza este evento organizado por la Secretaría de Cultura, que convocó a bailarines de 29 países, además de los créditos locales.
Desde hace una semana, milongueros y milongueras demuestran en la Rural sus habilidades en giros, ganchos y molinetes varios en distintas instancias semifinales. La competencia, que se proyecta como la más importante del mundo en la materia (por algo ésta es la capital del tango), se divide en dos estilos: Tango Salón, que sigue los lineamientos de las milongas tradicionales, alrededor de una pista y con estrictas reglas implícitas a cumplir, y Tango Escenario, que implica despliegue coreográfico y de vestuario, tal como se ve en los shows de las compañías de tango. Los actuales campeones mundiales, coronados el año pasado (Osvaldo y Coca Cartery, de Lanús, en Tango Salón, y Marcela Vespasiano e Iván Romero, de La Matanza, en Tango Escenario), pasarán los respectivos tronos a los nuevos ganadores, que además del título se llevarán cinco mil pesos por pareja. Será hoy a las 20 en la categoría Tango Salón, y mañana a la misma hora en Tango Escenario, siempre en el predio de la Rural y con entrada gratuita.
Entre las parejas inscriptas (285 en Tango Salón y 127 en Tango Escenario, muchas de ellas anotadas en ambas categorías) hay unas sesenta que llegaron de Miami, Cuba, Medellín, Caracas, Milán, Stuttgart, Budapest, Tokio, Sydney, San Petersburgo, en su mayoría ganadoras de los Campeonatos Regionales que se hicieron alrededor del mundo. A las rondas finales de Salón llegaron 13 parejas extranjeras, de un total de 38 finalistas, mientras que la categoría de Tango Escenario se definía al cierre de esta edición. Entre las parejas que llegan del exterior hay algunas coincidencias: todos aprovechan el viaje para capacitarse tomando clases y, por supuesto, concurriendo a cuantas milongas puedan. Muchos están al frente de sus propias milongas, academias o compañías de danza. Y no hablan de ganar el campeonato como objetivo del viaje, sino más bien de aprender, divertirse, vivir la experiencia, representar bien a sus países... Por el nivel de la competencia, todos llegaron hasta aquí tras haber ganado distintos campeonatos en sus lugares de origen, y el estar compitiendo en este campeonato, claro, ya es un premio. Aun así, aunque nadie lo explicite, un desafío atraviesa el aire del Campeonato: hasta ahora todos los campeones coronados fueron criollos: ¿alguno se llevará el título extra de ser los primeros campeones de tango no argentinos? Veremos...
Lina María Valencia y Edwin Chica Caro, ambos de 24 años, son campeones de Colombia, el año pasado participaron en las dos categorías y salieron terceros en Salón. Este año tuvieron menos suerte: se quedaron en semifinales de Salón y hasta anoche disputaban un lugar en la final de Escenario. El es de Medellín, y su porte de compadrito y su peinado engominado acentúan algún lejano parecido a Gardel, que él, por supuesto, acepta como un cumplido. Se conocieron hace tres años bailando, y bailando se enamoraron. “A los veinte días me estaba yendo a vivir a Cali, y fue por el tango”, cuenta el morocho. ¿Qué esperan de esta competencia? “Primero, dejar una buena impresión del tango que hacemos los colombianos, porque en Colombia, y en Medellín especialmente, hay mucha tradición por el tango. Y después tratar de llegar lo más cerca posible de la final. Y en Salón disfrutarlo, enamorarnos más bailando”, dicen, y agrega ella: “Los colombianos son muy enamorados, y las colombianas sabemos hacer enamorar. El año pasado llevamos una orquesta argentina de puros pelados (jóvenes), y se enamoraron como cuatro veces. Tenemos con qué”, asegura, recurriendo a cierto mito de las mujeres colombianas que parece tener algún asidero.
El húngaro Laszlo Budai, de 38 años, es envidiado abiertamente por algunos de sus colegas varones. Vino con dos parejas, María Glotz (36), para participar en Tango Salón, y Adrien Slekely (24), para Tango Escenario. El elude las bromas al respecto con diplomacia y avanza sobre la cuestión profesional: “Yo no sé cuál es mi nivel en Salón, porque aquí hay muchas parejas argentinas que bailaron tango por generaciones. Me gustaría sentirme bien, no me importa tanto la competencia. Ya enseño, tengo mi compañía, fui jurado de otras competencias... Estoy aquí, ya gané”.
Fabio Robles (38 años) y Ana André (25) representan a Australia, donde viven, pero ella nació en Lisboa, y el tono porteñísimo de él denota su origen: vivió en Buenos Aires hasta los 15 años, cuando sus padres emigraron a Australia por un trabajo de dos años y terminaron quedándose hasta ahora. Se encontraron en Melbourne, un lugar de inmigrantes, diferencias, mezclas. Como suele ocurrir, además de bailar juntos, se enamoraron, y el tango, dicen, fue un lugar de encuentro: “Yo soy cantante de fados –cuenta André– y eso me ligó al tango. Las letras de los tangos y de los fados son idénticas: hablan de la ciudad, el amor, el sufrimiento, la vida”. “En Australia no hay maestros de tango, y los maestros-maestros nunca van. La única forma de aprender es mirando videos”, lamenta Robles. “Por eso mi sueño es conocer a Miguel Angel Zotto. Lo veo en video y es mi inspiración, hablar con él sería lo máximo. Después, ganar... ya sería mucho pedir.” El primer must tanguero al que quiso ir André, que está conociendo la ciudad de la que tanto le habló su novio, fue el Café Tortoni. Puesta a elegir otros lugares que imaginó escuchando música argentina, va para el lado de zambas y chacareras: “Algún día conoceré Tucumán”, dice.
Colette Hebert y Richard Council forman la única pareja que representa a Estados Unidos, aunque ella nació en Montreal. “Siempre estuve en la onda argentina, de una manera u otra”, comenta ella, canchera. “Con Richard sólo somos pareja de baile, él es cien por ciento gringo. ¡Tiene que aprender español si quiere bailar tango!”, dice, y sigue, casi sin respiro: “Yo lo vi en Miami, y cuando vi su pelito dije: ‘¡Mira qué pinta de argentino!, ¡este chico tiene que bailar conmigo!’. Así que me puse a enseñarle”. Pintora ella y estudiante de literatura él antes de dedicarse profesionalmente al tango, hace cinco años que bailan, ganaron medallas en varios campeonatos y dan exhibiciones por Estados Unidos. Aquí ya pasaron a las finales de Tango Salón, que se disputarán esta noche. ¿Y todo por el pelito? “¡Con el pelito solo no sería suficiente!”, suelta la carcajada Colette. “Cuando empecé a enseñarle agujas y molinetes... ¡UaUauu! El tío es un genio. Si hasta Juan Carlos Copes se quedó impresionado.” El chico mira a su pareja y sonríe, con poco espacio para desarrollar su español rudimentario. Las pistas, al fin y al cabo, darán la última palabra.