Domingo, 26 de marzo de 2006 | Hoy
ENTREVISTA A MEX URTIZBEREA: SU DISCO “QUE LA BESE”, O SU “FOTONOVELA AUDIBLE”
Hace radio por la mañana y también cada madrugada presenta en el Club del Vino su nuevo disco solista, dirigió el último videoclip de la Bersuit Vergarabat, donde Gustavo Cordera se deja travestir, y está por editar su segundo libro. Mex Urtizberea es simple y complejo, autodidacta y curioso.
Por Karina Micheletto
Es el Profesor Tito y el crítico musical de Animados, en las mañanas de Radio Mitre. Por las madrugadas conduce Lo que el aire se llevó, junto a su padre Raúl y Romina Calderaro, en la misma emisora. Por el momento no está en la tele, pero ocupa su tiempo en diversas cuestiones: dirigió Sencillamente, el último video de la Bersuit. Está por editar su segundo libro, que reúne sus columnas de los viernes en La Nación. Terminó de escribir la película El crimen no paga (que no es un policial negro, sino claro, algo así como una comedia romántica), en la que actuará Julieta Cardinali. Pero aquello que siempre estuvo, por donde empezó, es la música. Y ahora Urtizberea editó Que la bese, algo que podría ser su primer disco solista, si no fuera porque es presentado como “la primera fotonovela audible”. Novelado o no, disco al fin, el músico seguirá presentándolo todos los domingos de abril en el Club del Vino (Cabrera 4737). Allí suelen acercarse amigos invitados como Gustavo Cordera, Andrés Ciro, Javier Malosetti, Julieta Cardinali o Dolores Fonzi.
Los temas de Que la bese, con muchos bronces y coritos sumados, están marcados por cierta estética de kermesse, uno de los temas de Urtizberea. La fotonovela, dice, es otro de los géneros que le gustan: “Era bárbaro cuando mi abuela las compraba, me maravillaba esa instantánea, la foto armada y apuntada con un texto, el tipo diciéndole a la mina: ‘¡Te compraría ese jarrón de cristal!’. Me gusta esa síntesis”, explica.
La fotonovela que constituye el arte de tapa del disco, y que logra unir todos los temas, está protagonizada “por personajes verídicos”: está la esposa de Urtizberea, Carito Santos (“la mujer forzuda”), su hija Violeta (la nena que se va de casa trepada al monospring de su novio) y amigos como Julieta Cardinali (“la blonda de la boîte”) y Andrés Ciro (“el chulo del bar”). “No hay nada ficticio, todo está inspirado en la vida real”, aclara el humorista. Eso sí: jura que el perdedor que protagoniza todas estas historias de amor fallidas (“un infeliz”) sólo forma de parte de un personaje, el mismo que recorre gran parte de sus creaciones.
Urtizberea invita cerveza, enciende un habano, se pone cómodo en su sillón y está listo para definir su búsqueda estética: “Yo quiero ser un Tommy Dunster. Apunto a eso”.
–Pero este disco no le salió muy Tommy Dunster...
–Bueno, ¡es que es el primero como solista! Hay que seguir trabajando para llegar a lo que uno soñó: un verdadero Tommy Dunster de la canción. El tema es: cuando se llega, después, ¿cómo se sigue? Tendría que consultárselo a él.
Además de ser el creador de aquel Magazine for fai o del más reciente y breve La kermex, el cronista zarpado de Medios locos o el partenaire justo en De la cabeza y Cha cha cha, Urtizberea formó parte de grupos como La sonora del Plata (donde estaban, entre otros, Gillespi y Nono Belvis) y la Halibour Fiberglass Sereneiders de Alfredo Casero. Y ahora anuncia entusiasmado que le llegó el turno de ser solista.
–Lo presenta como su primer disco solista, pero también es una fotonovela. Como si no se hiciera cargo del todo de su condición de músico...
–No sé si es no hacerme cargo. La vida me fue llevando por lugares que antes ni imaginé. Nunca pensé en entrar en los medios ni nada de eso. Todo fue a partir del ’90, cuando empecé en De la cabeza, con Alfredo, y me quedé ahí, actuando, escribiendo. Pero yo siempre me imaginaba haciendo música, y música instrumental, nada de letras. Como todos los músicos que hacen música instrumental, aborrecía lo cantado. Y siempre que escuchaba un tema, de Serrat, de quien sea, lo primero que registraba eran los arreglos, la melodía, no la letra. De hecho, no me sé ninguna letra, ni de mis temas. Así que siempre me imaginé como un músico instrumental.
–¿Y ahora qué es? ¿Qué pone en “Profesión” cuando tiene que llenar un check-in?
–Estoy acostumbrado a poner “músico-actor”, porque ésa era la categoría cuando empecé a hacer televisión y tenía que facturar seriamente. Hasta ahí, yo había vivido en negro, de dar clases. Así que desde entonces empecé a poner eso en los formularios. A veces, cuando me invitan a un lugar, me ponen humorista, que me parece una buena síntesis. Pero hacer muchas cosas no me crea conflictos, al revés, me divierte. Si pudiera ser también un científico que descubre la vacuna contra la gripe aviaria adelante. Soy un tipo curioso, que nunca estudió nada.
–¿Música tampoco?
–Estudié con el papá de Lito Vitale, el gran Donvi. Y un año de saxo con Bernardo Baraj. Donvi fue mi maestro, todo lo que hago ahora tiene que ver con él. El me enseñó que se podía componer e improvisar sin tener que estudiar cincuenta años. Que a veces es al revés, cuanto uno más estudia, más respeto gana y menos insolente puede ser. Amo a Donvi Vitale, realmente fue uno de esos padres que uno elige después. Después, no estudié teatro ni nada de eso. Me gusta observar, escuchar, ver, soy intuitivo, pruebo. Me acuerdo de que cuando empecé en la tele, rodeado de gente muy capa, no entendía nada. Y Mariana Briski me dijo algo central: “Tenés que divertirte, hagas lo que hagas. Si no te divertís, no te va a salir bien”. Y es eso: no cagarse de risa, pero sí pasarla bien. Y a los actores se les nota si la pasan bien, aunque hagan comedia o drama.
–En el disco hay mucho de kermesse.
–Es que me gustaban mucho. De chico iba a las kermesses del colegio, de la parroquia, y ahí podía encontrarme con cosas bien nacionales. Por ahí estaba el carnicero, que tenía una destreza y la mostraba, y todos se quedaban asombrados de lo que podía hacer el vecino. Me encantan esas imágenes como la de la mujer forzuda, o embocar a la botella, que es algo que hice toda mi vida.
–Ahora está muchas horas en la radio. ¿Se siente un hombre del medio?
–Me siento muy cómodo. En la radio uno hace imaginar muchas cosas al otro, lo transporta, es como un libro. En la tele es distinto, exige más, tenés que hablar y mostrarte. En la radio podés estar vestido de cosaco y la gente no lo sabe. Por ahí Lalo Mir me dice: “Qué lindo vino hoy, con esa camisa floreada”, y nada que ver, pero la gente te imagina así. ¡Eso es maravilloso! En la tele no podés jugar de esa forma, tenés que estar concentrado que el plano, esto, lo otro, te hablan de atrás, te hablan por la cucaracha... ¡Es una locura! Pero igual es bárbara.
–¿Cómo le está resultando trabajar con su padre?
–Me acuerdo de que cuando hacía sólo música decía que nunca iba a tener nada que ver con los medios, porque mi padre siempre llegaba a casa despotricando por el maltrato, la presión, la desesperación, la ambición, porque ahí andan todo el tiempo tratando de quebrarse unos a otros... Yo decía, no, no quiero esa vida. Y acá estoy. Hice un largo camino y ahora me volví a encontrar con la persona que no me había incentivado a hacerlo. También es una forma de encontrarme con mi viejo, porque nos vemos muy poco. Y ahora estamos juntos todas las medianoches. Está bueno.
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