OPINIóN
› Por Gustavo López *
Mauricio Macri presenta la reapertura del Teatro Colón como uno de los mayores logros de su gestión, cuando en realidad desnuda de manera paradigmática uno de sus mayores fracasos. La ineficiencia y los manejos arbitrarios fueron su guía hasta el día de hoy.
Las obras de remodelación del Teatro Colón comenzaron, de manera efectiva, en el mes de enero de 2004, cuando se cambiaron las placas de aluminio de sus techos. Pero el proceso de análisis, anteproyecto, proyecto y crédito del BID se había iniciado en el año 2000.
En el plan de obras original, mientras se hacían las refacciones, el teatro debía permanecer abierto hasta octubre de 2006 y así se hizo. La sala cerró el 1º de noviembre luego de una memorable actuación de Mercedes Sosa, debiendo reabrir sus puertas el 25 de mayo de 2008 con motivo del centenario de su inauguración.
A partir del cierre, el teatro no dejó de funcionar, ya que sus cuerpos estables continuaron prestando su labor en el teatro Coliseo, en el Gran Rex y en el Alvear. Es decir que sus orquestas, su coro y el ballet continuaron durante todo el año 2007 con las diferentes temporadas, culminando el año con la puesta de la ópera Turandot en el Luna Park, versión que luego salió de gira por México, concitando la atención de 40 mil espectadores en cuatro funciones en el Auditorio Nacional del Distrito Federal.
Macri asumió el 10 de diciembre de 2007. Desde ese día y hasta fines de 2008 no se realizó ningún trabajo edilicio dentro del teatro, ni siquiera de albañilería. Es decir que se paralizaron las obras durante un año y recién se reanudaron cuando el maestro Barenboim se quejó ante más de seis mil personas de que se celebrara el centenario del teatro con el escenario clausurado.
Además, de manera irresponsable, un joven gerente PRO alteró los planos de las obras, se planearon confiterías y lugares de relax, reemplazando a camarines, salas de ensayo y de producción y, por supuesto, se encarecieron los costos, triplicando el presupuesto original, sin que hasta el día de hoy se conozca el proyecto final a ejecutar.
Mientras tanto, ese año no sólo fue de pérdida material. Paralelamente, durante todo 2008, los bailarines no bailaron, los cantantes no cantaron y parte de los músicos no tocaron, ya que el gobierno porteño decidió levantar las temporadas. Sólo la Orquesta Filarmónica tuvo su temporada normal. Recién en 2009, y frente a la presión de diversos sectores allegados al Colón, se reanudaron los trabajos en vistas al Bicentenario. Por supuesto, el 25 de mayo de 2010 la sala se inauguró a toda orquesta, sin que se terminaran los trabajos en talleres, camarines, ni en los aspectos técnicos esenciales.
Como no todo lo que reluce es oro, aunque sí marketing, a las pocas semanas el teatro se volvió a cerrar. Esta vez por un conflicto salarial, ya que los sueldos están un 40 por ciento por debajo de sus similares del resto del país. Hoy, ese conflicto se transformó en una cuestión de persecución política con 25 suspendidos, ocho de ellos delegados, y demandas millonarias contra los trabajadores.
Los talleres funcionan en otro predio, no se sabe si el teatro continuará produciendo sus propias puestas y lo poco que se vio, se importó llave en mano. Los pisos no son aptos para bailar, los que había se regalaron como souvenir y las partituras fueron rescatadas por los vecinos dentro de contenedores de basura.
En definitiva, después de tres años y tres meses (39 meses en total) de gobierno de Macri, el teatro sólo permaneció abierto y funcionando durante cuatro meses.
Me pregunto: ¿cuál es el éxito de la gestión? Ninguno, salvo que estemos hablando del éxito de un gran fracaso.
* Ex secretario de Cultura de la Ciudad.
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