Mar 28.03.2006
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ARCHIVOS DE LA DIRECCION DE INTELIGENCIA BONAERENSE MUESTRAN COMO Y POR QUE SE CENSURABA A ESCRITORES Y DRAMATURGOS

Informes secretos y argumentos para prohibir y asesinar

Haroldo Conti, Eduardo Galeano, Roberto “Tito” Cossa y Tato Pavlovsky son algunos de los escritores que estuvieron bajo la lupa de la censura de la Policía Bonaerense en el ’76.

› Por Silvina Friera

El archivo de la represión, recuperado y abierto, exhibe la burocratización y administración del terrorismo de Estado. Se trata del archivo de la Dirección de Inteligencia de la provincia de Buenos Aires, organismo que se encargó del seguimiento y la persecución de ciudadanos a los que clasificaban como “delincuente social”, “delincuente político” o “delincuente subversivo”. Por una ley del 2000 el archivo fue cedido a la Comisión Provincial por la Memoria por 99 años. La CPM, que está desclasificando y digitalizando los documentos “secretos y confidenciales”, los abrió a la consulta pública en el 2003. Pero a treinta años del golpe, la Audiovideoteca de Escritores de Buenos Aires (ver aparte), institución dependiente del Gobierno de la Ciudad que conserva la memoria de la literatura, solicitó a la comisión todos los legajos de los escritores perseguidos por la Dipba –Haroldo Conti, Eduardo Galeano, Roberto Cossa y Eduardo Pavlovsky, entre otros– para ampliar su acervo documental y poner estos materiales a disposición del público. Página/12 ofrece una síntesis de estos informes de la Dipba. En las copias a las que este diario tuvo acceso, los nombres de los escritores aparecen tachados –así los entrega la CPM a los investigadores, porque los datos personales son considerados sensibles para terceros–, pero por las fechas de nacimiento y sus obras se pueden deducir los autores que fueron vigilados, difamados y calumniados por los asesores literarios del organismo de Inteligencia.

“Sin temor a errores”



En el legajo 2516, elaborado por la Asesoría Literaria de la Dipba en 1975, se “analiza” Mascaró, el cazador americano, de Haroldo Conti. Según el informe, la novela “propicia la difusión de ideologías, doctrinas o sistemas políticos, económicos o sociales marxistas tendientes a derogar los principios sustentados en nuestra Constitución Nacional”. Las actitudes del escritor –que se desprenden de la trama de la novela– son calificadas como apologéticas, respecto de los revolucionarios y guerrilleros, y como críticas o negativas, respecto de la represión, de la tortura indiscriminada y de la Iglesia Católica. Además de citar ejemplos textuales, el informante llega a una temeraria conclusión sobre los contenidos de Mascaró... Afirma que el libro “presenta un elevado nivel técnico y literario” y añade que Conti “luce una imaginación compleja y sumamente simbólica”. (...) “La novela consiste en las aventuras de un grupo de ‘locos’ que adquieren un circo (llamado Del Arca) y viajan por distintos pueblos (todos en estado de miseria y despoblación, donde aparece el ‘edificio’ de la Iglesia, pero nunca ningún sacerdote), y van ‘despertando’ en los pueblos que visitan el espíritu de una ‘nueva vida’ o bien podría interpretarse ‘una vida revolucionaria’ –precisa el asesor literario–. La novela es muy simbólica, contada además en un tono épico, no definida en sus términos, pero con significados que dan lugar a pensar en su orientación marxista (apoyada por la Editorial Casa de las Américas, de La Habana, Cuba).” Y aunque hacia el final de las conclusiones reitera que “no existe una definición terminológica hacia el marxismo”, el asesor dictamina que “la simbología utilizada y la concepción de la novela demuestran su ideología marxista sin temor a errores”.

Las venas abiertas



Cualquier alusión al Tercer Mundo, a la lucha de clases, a la Revolución Cubana, condenaba automáticamente a su autor y al texto en cuestión. Uno de los libros censurados fue Las venas abiertas de América latina, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, por constituir “un elemento de enseñanza y adoctrinamiento marxista”. Entre los motivos que señala el informante se destacan: “Exaltación de Túpac Amaru como ‘padre de todos los pobres y de todos los miserables desvalidos’”, y las citas de Marx, de Engels, de Lenin y de Perón. Asimismo observa las actitudes negativas o críticas hacia el Imperialismo, las clases dominantes, el capitalismo, la propiedad privada, la Iglesia y las monarquías española y europeas, el presidente Onganía y las oligarquías latifundistas del país. Después de transcribir varios ejemplos textuales, el informante de la asesoría literaria concluye: “Si bien el libro está basado en hechos y circunstancias reales, y su fundamentación es bastante extensa, la utilización de estos elementos es tendenciosa y observada desde el punto de vista materialista (marxista), donde la unilateralidad lleva a la causalidad a desvirtuarse y diluirse”.

Antecedentes ideológicos



Cuando la palabra, o la imaginación, es considerada subversiva, los artistas son perseguidos, vigilados, controlados, y cada uno tiene una suerte de prontuario exhaustivo que lo condena por lo que escribió o por declaraciones a los medios. El título del legajo 17.470, “Antecedentes ideológicos de artistas nacionales y extranjeros que desarrollan actividades en la República Argentina”, no deja lugar a dudas de que para los represores esos informes funcionaban como el verdadero Documento Nacional de Identidad de los escritores. Y que este trabajo de inteligencia no empezó en 1976, sino mucho antes. Además del lugar y de la fecha de nacimiento de Roberto “Tito” Cossa, el primer detalle que se registra sobre sus actividades fue una mesa redonda en la que participó, el 12 de agosto de 1958, organizada por la Casa de la Cultura Argentina. Entre paréntesis, a continuación del nombre de la institución, el informante pone la palabra comunista. También advierte que el autor de La nona figura como adherente en una declaración emitida por Casa de las Américas el 31 de agosto de 1965, contra la ocupación estadounidense en Santo Domingo (República Dominicana).

Hay un párrafo que merece ser transcripto porque revela cómo funcionaba el sistema. “En marzo de 1966 estrenó su segunda obra, Los días de Juan Bisbal, en el teatro Regina de la Capital Federal, bajo la dirección de David Stivel (calificado como comunista) –se lee en el informe–. El 19 de mayo de 1966, Cossa participó de un ciclo de conferencias sobre el tema ‘Nueva Ola en la Dramaturgia Argentina’, que se llevara a cabo en el Centro de Artes y Ciencias (de tendencia comunista). Durante la disertación aludida, el causante manifestó: ‘Yo hago política, porque todo es política en la vida y todo autor hace política’. Entre enero y marzo de ese mismo año, Cossa figura en la nómina de ciudadanos argentinos que viajaron a Cuba.” En el último párrafo se cita un fragmento de una nota que le hicieron al dramaturgo en Primera Plana, el 25 de mayo de 1964. “Reconozco que tengo ecos de Chejov. ¡Pero cómo no tenerlos, si lo más parecido a la clase media rusa antes de la revolución es la burguesía argentina!” En el informe, este textual aparece subrayado por el informante, como si fuera una evidencia irrefutable del peligro ideológico que implicaban las palabras de Cossa.

Otro de los dramaturgos vigilados fue Eduardo Pavlovsky. “En sus obras, tiende a señalar que los problemas, angustias y traumas son inherentes a todo ser humano, si bien tal vez subrayando al moderno y, digamos, producto de la civilización occidental. La agresividad, la incomunicación, la necesidad de protección materno-paterna, la perplejidad ante el mundo y su locura, el miedo y algunas fijaciones aparecen como flagelo, atacando a todo el mundo por igual”, señala el informe, que ejemplifica con frases de la obra Robot: “Sáquense la venda de los ojos. El mundo es tan incomprensible como yo. ¡Porque yo soy el mundo! El crimen es el mundo”. También cita fragmentos del prólogo que Pavlovsky escribiópara el libro Teatro de vanguardia: polémica y vida, de Isabel Cárdenas de Becú: “El asma del Che Guevara, que representa inconscientemente su máximo encierro, llevaba también en sí mismo el germen de su máxima necesidad de libertad que lo convirtiera en liberador de los oprimidos”. El informante repara en otro textual: “¿No es acaso el escepticismo de Freud sobre el género humano el que rompe con el narcisismo ilusorio de los valores éticos liberales; y este enfrentamiento con una cultura impostora?, ¿no es acaso un grito desgarrante de vida por el amor a la verdad?”. A treinta años del golpe, mostrar lo oculto, desarchivar lo archivado, es una forma de restituir la memoria.

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