Quizás los memoriosos se acuerden de Luis Emilio Soto (1902-1970), uno de los periodistas y críticos literarios más influyentes de la escena cultural argentina de los años ’20, que se movía al compás de la renovación vanguardista. César Tiempo lo definió como “un crítico de primeros auxilios que, incluso, sabía curar las heridas que abría”. La Biblioteca Nacional acaba de adquirir el Fondo Luis Emilio Soto, integrado por más de mil documentos que constituyen prácticamente la totalidad de su correspondencia, gran parte de su archivo periodístico y numerosos escritos. La iniciativa, que apunta a mantener la unidad de este material y recuperarlo para la consulta pública, comenzó a perfilarse a fines de 2005, cuando el organismo dirigido por Horacio González respondió a una oferta de la librería Aquilanti en la Feria del Libro Antiguo.

Crítico por antonomasia de la generación de Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, Ezequiel Martínez Estrada y Bernardo Canal Feijóo, Soto colaboró en revistas y diarios locales como Sur, Nosotros, Inicial, El Hogar, El mundo, Clarín, La Nación y en diarios extranjeros: El Mercurio (Chile), El Nacional (Venezuela) y El Comercio (Perú). También dirigió la página bibliográfica del diario La Razón y, desde su fundación, en 1940, tuvo a su cargo la sección literaria del semanario de orientación antinazi Argentina Libre, en el que se publicaron artículos de Jacques Maritain, Paul Valéry, Gabriela Mistral, Alfredo Palacios y Dardo Cúneo, entre otros. Fue miembro y directivo de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). El archivo que compró la Biblioteca Nacional está compuesto por cartas, esquelas, dedicatorias, telegramas, tarjetas, participaciones, textos y poemas originales que dan cuenta tanto del devenir literario de aquellos años como de la vida privada de sus protagonistas a lo largo de un período de más de 40 años, entre la década del ’20 y la del ’60. Aunque la Biblioteca se abocará a inventariar, clasificar y catalogar el fondo, se sabe que las firmas incluyen a Enrique Anderson Imbert, Antonio Di Benedetto, Manuel Gálvez, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón, Eduardo Mallea, Tulio Halperín Donghi, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo, Mujica Lainez, Victoria Ocampo, Ezequiel Martínez Estrada y María Elena Walsh, entre otras.

En las librerías de viejo, con la suerte del que revuelve, se pueden conseguir algunos ejemplares de Crítica y estimación (1938), una selección de trabajos de Soto publicada por Sur y que obtuvo el Premio Municipal de Literatura. Soto decía que la crítica no debía depender de un cuerpo de conceptos organizados a priori. “El crítico literario dispondrá o no de una doctrina estética –explicaba Soto en Crítica y Estimación–. Lo que importa es que no pierda flexibilidad el juego de sus puntos de vista cuando discrimina y juzga creaciones de cualquier naturaleza, sin excluir las de inspiración doctrinaria”. En una entrevista con el diario Clarín, señaló: “Usted decididamente es un periodista suicida. Insiste con peligrosa benevolencia en que le anticipe aquí un fragmento de mis libros nonatos. Acaricio la secreta esperanza de no publicar antes del año 2006 tres libracos inéditos”. Esta ingeniosa evasiva parece una profecía cumplida por obra y gracia del rescate de un puñado de documentos tan valiosos como esos tres libracos que prometía Soto.