EL REALIZADOR ESPAñOL FERNANDO TRUEBA EN BUENOS AIRES
El director de Belle Epoque, que hoy dará una conferencia en el Mercado de Industrias Culturales Argentinas, habla de Chico y Rita, su primera película de animación, del cine y de la música que ama y del movimiento de “indignados” madrileños.
› Por Oscar Ranzani
El cine y la música son las dos grandes pasiones del realizador español Fernando Trueba que ha logrado combinarlas en algunos de sus largometrajes. Como ejemplo puede mencionarse Calle 54, el documental con el que el director de Belle Epoque rindió culto a músicos como Chano Domínguez, Tito Puente, Gato Barbieri, Paquito D’Rivera y Chucho Valdés, entre otros. También hay que mencionar El milagro de Candeal, donde el músico que Trueba más admira, Bebo Valdés, se encontraba con la música de una favela de Salvador de Bahía, incluyendo apariciones de Caetano Veloso, Gilberto Gil y Marisa Monte. Trueba y Valdés se cruzaron nuevamente en el disco Lágrimas negras, que produjo el cineasta ya que la producción musical es otra de sus habilidades. Y en su más reciente película, Chico y Rita –aún no estrenada en la Argentina–, la leyenda cubana de 92 años se encargó de la música para darle prestigio melódico al primer film de animación español para adultos. Ambientado en los años ’40 y ’50, entre Nueva York y La Habana, Chico y Rita protagonizan una historia de amor. Junto al dibujante Javier Mariscal, Trueba se sumergió en un proyecto totalmente distinto desde lo estético pero que recupera esa pasión que siente por la generación de Bebo Valdés. El cineasta brindará hoy a las 18 una conferencia, donde explicará cómo fue el trabajo de realización de su primer film de animación. Será en la sede del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (Av. del Libertador 4401), el evento organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación.
Si se tiene en cuenta que Chico es un pianista cubano, y Rita, una cantante de la isla que viven una historia de pasión en los ’50, es de suponer que el film rinde un homenaje a los músicos cubanos de la generación de Bebo Valdés. “Tengo la sensación de que es una película que no podría haber hecho si no hubiera realizado todas las cosas que hice antes. No solo las películas sino los discos, mis experiencias en la música... Es un resultado de todo lo que soy”, explica Trueba, en diálogo con Página/12. “Allí está, por un lado, el cinéfilo que he sido siempre teniendo en cuenta que es una película donde hay mucho amor al cine. Y, al contar una historia que ocurre en los ’40 y en los ’50, inevitablemente me salió un lenguaje que, de alguna forma, pertenece al cine de esa época. Pues entonces, era como recrear un cine clásico, pero en animación. Esto era un experimento bastante curioso”, confiesa el director.
–Usted dijo que Chico y Rita reúne “todos mis intereses pasados y presentes: dibujo, cine y música”. ¿Es entonces la que más disfrutó?
–No puedo decir eso porque cada película la disfruto de una manera distinta. Una película de animación implica tantos años que, a veces, es desesperante estar esperando que te llegue un planito. Entonces, pasan meses y luego te llega un plano de ocho segundos. Y dices: “Ah!, ¡Qué bonito! ¿Y cuándo llega otro?”. Y te dicen: “El mes que viene”. Y te quedas con esos ocho segundos viéndolos una y otra vez. O sea, es un disfrute bastante peculiar.
–¿Cómo es ser director de cine de animación? ¿Se escribe una historia de otra manera?
–Bueno, escribes un guión. Lo que pasa es que un guión de animación te pide otras cosas. Te pide un tono, ser más sintético, que todo esté más concentrado. Ahí tienes que ir al grano. Entonces, curiosamente, ese lenguaje de los años ’40 y ’50 del cine clásico era así. Y sumando el hecho de que la película ocurre en esa época, todo eso me fue llevando a un tipo de narración clásica.
–Generalmente se asocia la animación con cine para chicos. ¿Cómo se seduce al público adulto para que vaya a ver una película de este tipo?
–Ese es el gran desafío de hacer este tipo de películas porque hay un público adulto que nunca va a ver un film de animación. Los padres llevan a los niños. Y luego que el niño alcanza una cierta edad, no vuelven a ver una película de animación. Pero hay otras personas que han crecido con el comic y todas esas cosas que se sienten más cercanas y que siguen viendo cine de animación a pesar de que sean adultos. Pero de todas formas, yo creo que en los últimos años, se está produciendo un fenómeno muy interesante con la novela gráfica y también con el cine de animación.
–¿Cómo nota la evolución del género en los últimos años?
–Ha habido un aporte fundamental que es Pixar, en la medida, en que no sólo han sido muy creativos y han cambiado el concepto de animación, sino que ellos han inventado su propia técnica y su propio lenguaje. La gente de Pixar estuvo trabajando veinte años antes de que llegaran a conseguir hacer su primer largo. Fueron unos auténticos locos, soñadores, obsesivos. Y luego han tenido el premio del trabajo bien hecho y del reconocimiento de la gente. Dicho eso, como se mueve en el esquema de las películas para niños o para familias, lógicamente el público es mucho más amplio. Nosotros, cuando hacemos producciones como Chico y Rita, son películas más minoritarias porque son para adultos. En el fondo, nosotros estamos reivindicando un tipo de animación clásica en Chico y Rita. No sólo la animación sino lo que es la ilustración, lo que se llamaba la línea clara.
–Chico y Rita no es la primera película con contenido musical que realiza sino que ha dirigido varias. ¿Qué encuentra de cinematográfico en la música?
–Yo creo que la música y el cine tienen una cosa muy fuerte en común: son artes del tiempo. La materia principal es tiempo. Yo siempre tengo esa discusión porque el cine es un arte mixto. Es un arte que en el fondo acumula otras artes dentro. Lógicamente, como ya se ha dicho: la fotografía, la literatura, la pintura y todas esas cosas. Pero yo escucho a la gente que cuando habla del cine se refiere a las imágenes y al sonido. ¿Y por qué no se habla del tiempo? El cine es tiempo. Incluso, vivimos en una época en la que cada vez se ve menos el cine en la pantalla grande y no es solo un problema de tamaño sino de continuidad. Cuando uno va al cine, ve la película de principio a fin. Ahora, la gente empieza a ver las películas de a trozos. Ve una parte y la termina de ver pasado mañana, la deja por la mitad. Yo estoy muy en contra de eso. Y discutía mucho con el gran actor español Fernán Gómez. El decía: “A mí eso me parece maravilloso porque yo estoy leyendo una novela y cuando a mí me da la gana, la dejo boca abajo, abierta por tal página y la retomo al día siguiente. Y me gusta hacer lo mismo con una película”. Yo decía: “Coño, tiene razón en la comparación con el libro”. Pero creo que todos nos hemos acostumbrado a leer los libros de esa manera y que el cine debe ser visto en continuidad. Y también hay una cosa que olvidamos: cuando a un libro lo leés de un tirón, estando en vacaciones o lo que sea, y tienes el tiempo para leer trescientas páginas seguidas, la experiencia es mucho más intensa.
–Entre las pintadas que dejan los artistas en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (Cuba), hay una suya que señala: “La vida es una peli mal montada (y con un final de mierda)”. ¿De verdad cree eso?
–Sí. La vida es una película llena de tiempos muertos, de aburrimiento, de personajes sin interés. De vez en cuando, encuentras personas maravillosas pero, a veces, tú estás en la vida y viene un tipo que es un paliza y durante una hora estás pensando de qué manera te puedes deshacer de él, tirarlo por un puente, matarlo (risas). Entonces, en el cine, esas cosas se editan, se cortan. Uno va a lo interesante, a los momentos interesantes. Aunque también la vida sería insoportable si fuera interesante todo el rato. Sería un agotamiento, uno llegaría a la cama por la noche hecho polvo.
–En 1994, cuando subió a recibir el Oscar por Belle Epoque, usted dijo: “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo. Pero solo creo en Billy Wilder, así que gracias Mr. Wilder”. ¿En qué cree actualmente?
–Había una cosa muy bonita que decía Woody Allen cuando era joven y payaso (todavía no era un director serio). En una película que no recuerdo, le preguntaban: “¿Y tú en qué crees?”. “Yo sólo creo en el sexo y en la muerte”, decía Allen. Es bonita la frase y me dan ganas de suscribirla pero creo también en muchas cosas. Creo en el arte, en la literatura, en el cine, en la música. Y creo que nos ayudan a vivir y a entendernos a nosotros y a hacer la vida mejor.
–Opera Prima fue su debut en el cine y si bien fue una película económica resultó un éxito porque estuvo mucho en cartel. ¿Cómo recuerda sus inicios?
–Lo recuerdo, por un lado, como muy divertido y, por otro, como aterrador. La responsabilidad de hacer una película casi me impedía disfrutar de hacerla. Estaba tan acojoneadito al hacerla, me imponía tanto respeto, tenía tanto miedo de que me saliera una mierda. Y he tardado años y películas en poder disfrutar. Creo que me llevó como siete u ocho películas llegar a disfrutar. Sigo sufriendo porque cuando trabajas e intentas hacer algo bueno, hay un componente grande de tensión, de esfuerzo, de sufrimiento y de todas esas cosas. Pero aunque eso lo conservo (y espero no perderlo porque esa tensión es necesaria para hacer una película), lo que sí he aprendido fue a divertirme y a disfrutar. Una película como La niña de tus ojos fue un disfrute enorme para mí al hacerla. No es que fuera fácil, era muy difícil y compleja, pero sin embargo, yo había llegado a una edad y a un momento de mi vida y de mi profesión en que ya sabía disfrutar.
–En relación a esa película, ¿por qué la pensó mirando con cierto humor el pasado, en ese caso en tiempos del nazismo? ¿Se puede hacer reír en un contexto de barbarie?
–Sí. Hace poco, leyendo un libro muy bueno de entrevistas con Mario Monicelli, que para mí es uno de los genios de la comedia más grandes que ha habido, hay un momento en que él menciona algo clave: “En la comedia italiana fue cuando descubrimos que nos podíamos reír de la muerte. Hasta entonces, la muerte era un tema que no estaba en la comedia. Y cuando, de repente, descubrimos que con la muerte se podía hacer risa, ése fue un momento prodigioso”.
–¿Y qué ha cambiado en la manera de hacer cine en España desde que usted comenzó?
–La verdad es que cuando hice Opera Prima el cine español estaba en uno de sus peores momentos. Parecía que se había acabado. Y ahora, en España la crisis es tan fuerte, nos está afectando tanto (y en el cine doblemente), que tengo la sensación, a veces, de que es el final. Sin embargo, se están haciendo bastantes películas. No sé cómo. A veces, las haces sin dinero, sin cobrar. Estamos viviendo un momento muy difícil y cuando yo hice mi primera película también lo era, pero de otro tipo.
–Y ya que menciona el tema, ¿cómo observa la posición de los “indignados”?
–Pues la observo con simpatía y estoy bastante de acuerdo con las cosas que dicen, pero tampoco con una total adhesión. Primero, con la simpatía de ver a una generación que se despierta, que no se había preocupado y, de repente, se ha metido no hasta la rodilla sino hasta el cuello. Y eso me parece bueno, que reaccionen, que opinen. Además, tienen una cosa muy interesante: no solamente protestan y están indignados sino que tienen un programa, consiguen articular sus propuestas. No es simplemente un movimiento de cabreados. Es un movimiento de cabreados pero con ideas de cosas que tienen que cambiar. Y entonces, espero que esto tenga una influencia en la política y en la realidad. Yo creo que la va a tener. A veces, leemos: “Mayo del ’68 fue una tontería y no cambió nada y la burguesía asimila todas esas cosas”. Puede que eso sea verdad, pero el mundo no es igual después de Mayo del ’68. Cosas que ahí se expresaron, maneras de hablar y que ahí surgieron, todavía vivimos de ellas. Y hay que agradecérselos. A veces cuando se dice: “El movimiento hippie, los años ’60 fueron una estupidez, se tomaron unos cuantos LSD, se dejaron el pelo largo, follaron y aquello se fue a la mierda”. ¡Mentira! Nos dieron cosas de las que todos disfrutamos y vivimos ahora. Entonces, espero que también el movimiento de Madrid deje cosas en la sociedad.
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