Hay una escena en el primer acto de La bohème en la que la música anuncia algo que aún no ha sucedido. El tema que luego identificará a Mimí –y que es inconfundiblemente un “tema de amor”– suena cuando Rodolfo dice a sus amigos que no saldrá con ellos. Ese tema lírico, que indudablemente refiere a otra cosa, hace saber al espectador que algo pasará; que el hecho de que Rodolfo se quede en la buhardilla tendrá consecuencias. En ese momento de esa ópera de 1896, Giacomo Puccini inventa el cine. O, mejor, esa clase de narración multimediática sobre la que se estructuraría esa nueva forma de arte. Hitchcock diría, mucho después, que el secreto del suspenso no estaba en la sorpresa, sino en su anuncio. Y Puccini fue el primer maestro en esa técnica, pero no sólo eso. En su Tríptico, estrenado en Nueva York en 1918, a partir de tradiciones teatrales italianas y, en una de las partes, de un breve fragmento de la Divina Comedia de Dante, parece prenunciar los tres grandes estilos del cine italiano de las décadas de 1950 y 1960: el neorrealismo más sórdido, el drama folletinesco y la comedia negra.

Tríptico fue concebido como un conjunto de óperas en un solo acto para ser representado en una misma función, y más allá de que con frecuencia el deseo de su creador no se cumpla, es precisamente esa unidad entre historias muy disímiles la que obliga a leerlo como una suerte de ensayo acerca de las formas del realismo. Para Puccini, no se trata de tres mundos diferentes, sino de tres miradas distintas a un mismo mundo. En Il Tabarro se trata de un triángulo amoroso en el ámbito de un pequeño –y pobrísimo– bote de carga; en Suor Angelica, la protagonista es una mujer que purga, como monja, un amor ilegítimo y a quien su tía, una noble inflexible, dice que su hijo ha muerto hace ya dos años; y en Gianni Schicchi se cuenta la historia de una familia que brega por quedarse con la herencia de un recién fallecido y no duda en recurrir a un impostor –que luego los estafará a ellos– para cambiar su testamento. Incidentalmente, en la primera aparecen algunos de los pasajes musicales más modernistas de la carrera de Puccini, incluyendo áridas disonancias y hasta sonido de bocinas, y en la tercera, una de las arias más bellas de su producción, “O mio babbino caro” (algo así como “mi querido papito”).

Presentado en el Colón por última vez hace doce años, El tríptico volverá a escena en ese teatro hoy a la noche, con nuevas funciones mañana, el domingo 12, el miércoles 15 y el viernes 17. La dirección de escena está a cargo del controvertido Stefano Poda y la conducción musical es de Richard Buckley. El diseño de escenografía corresponde a Daniel Feijoo, el de iluminación al propio Poda y el de vestuario a Cristina Pineda. En el reparto se destaca el legendario barítono Juan Pons, que hará el papel de Michele en Il Tabarro y el de Gianni Schicchi en la ópera de ese nombre. La ascendente soprano italiana Amarilli Nizza será Giorgetta en la primera y protagonizará Suor Angelica, y una mezzosoprano notable, Agnes Zwierko, hará en esta ópera el comprometido papel de la tía princesa, será Frugola en Il Tabarro y Zita en Gianni Schicchi. Los elencos se completarán con Carl Tanner, Mario De Salvo, Gabriel Renaud, Duilio Smiriglia, Marina Silva, Oriana Favaro, Darío Schmunck, Beatriz Díaz, Osvaldo Peroni, Irene Burt, Mario De Salvo, Alicia Cecotti, Leonardo Estévez, Norberto Marcos, Sebastiano De Filippi, Fernando Grassi, Guido Sanz, Christian Peregrino, Alejandro Di Nardo, Lucila Ramos Mañé, María Luján Mirabelli, Alicia Cecotti, Eliana Bayon, Victoria Gaeta, Fabiola Masino, Gabriela Ceaglio, Laura Polverini y Vanesa Mautner. Habrá también un segundo reparto, en la función del 11, que encabezarán Luis Gaeta, Haydée Dabusti, Fernando Chalabe y Virginia Wagner.