Sáb 02.07.2011
espectaculos

CALCANHOTTO EN EL GRAN REX

Samba mutante

› Por Karina Micheletto

Adriana Calcanhotto se declara infectada por O micróbio do samba. Dice que el ritmo nacional de Brasil la persigue desde que tiene uso de razón, como una compañía sonora constante. Así llamó a su último disco, que presentó el jueves en Buenos Aires y anoche en Rosario. Ocurre que el microbio en cuestión ha incubado en esta cantautora, que es gaúcha de origen, pero carioca por elección, una forma nueva de virus: este samba ha mutado, adaptado al estilo encantador de su portadora. Así sonó en la presentación porteña, en una noche polar en la que unas tres mil personas ganaron la sensación térmica de un samba leve, delicado, dulce, lúdico. No el sofocón transpirado de la frenética alegría brasileña sin fin, sino la suave brisa de un suave y reparador abrigo musical.

Trobar nova, el espectáculo que trae a Calcanhotto junto a su coequiper Domenico Lancelotti, el ascendente Davi Moraes (que formó en las bandas de Caetano Veloso y Marisa Monte y tiene una carrera solista) y Alberto Continentino, que también integra la banda desde hace rato, se proponía como un repaso por los éxitos de la cantautora, además de la presentación de algunos temas del reciente lanzamiento. El orden fue, en rigor, el inverso, con la mayor parte del repertorio integrado por canciones que, habiendo salido hace apenas días el material en la Argentina, el público no conocía. Y que, sin embargo, despertaron la hinchada argenta y el entusiasmo de quienes supieron gritar en portugués: ¡Cantá lo que quieras!

El tema que abre el show es el mismo que abre el disco, “Eu vivo a sorrir”. Están también “Mais perfumado”, “Vem ber”, “Deixa, gueixa”, “Ta na minha hora”, “Voce dice nao lembrar”, el tema más redondo y potente del álbum, aun en su languidez, que llega para el final. “Ahora, es mi hora”, dice el samba de Calcanhotto. “No llores, negrito. Te dejo la heladera llena y sin promesas, que al fin del Carnaval estoy de vuelta.” De fondo, un lacónico laialaiá de Lancelotti confirma cómo ha quedado ese hombre en casa, tan solo, tan llena su heladera. Calcanhotto no está esta vez con su guitarra, suerte de escudo protector para esta mujer que se adivina tímida en la exposición y que ahora baila su samba desde esta misma timidez, tira brillantina, toca con cajitas de fósforos, con un secador de pelo, con un cuchillo sobre un plato, con una bandeja con tazas. El bis es “Vambora”, un éxito que en Brasil sonó en una telenovela, en una versión que acentúa O micróbio do samba que ya estaba latente.

Fueron una hora y cuarenta minutos de samba leve y delicado, irónico y de una femineidad sin brillantinas, complejo en su estructura y a la vez pegadizo, entrador. Una vez abiertas, las puertas del Gran Rex devuelven la cachetada de la realidad polar de Buenos Aires. Algunos la afrontan repitiendo por lo bajo, como un mantra protector, los versos que han quedado pegados a la primera escucha. Cuidado: O micróbio do samba es altamente contagioso.

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