ME DARAS MIL HIJOS VUELVE A SER UN QUINTETO, COMO AL PRINCIPIO
La banda liderada por Mariano Fernández había incorporado muchos integrantes, pero los originales sintieron que habían perdido “el sonido de la madera” que tanto les gustaba. La nueva/vieja formación podrá escucharse hoy en el Teatro del Viejo Mercado.
› Por Cristian Vitale
A Mariano Fernández le resulta complicado ir al origen. Al del nombre de su banda, al menos. Hace diez años, él y sus amigos tenían una fecha, debían llamarse de alguna manera y echó mano a un típico recurso surrealista: abrir libros al azar, mandar dedo y que sea lo que sea. El índice cayó sobre una frase (Me darás mil hijos) y se hizo la voluntad. “La verdad es que creo que decía así, o pudo haber sido ‘Te daré mil hijos’, no sé. Estuve años sin contarlo porque era de un poeta que no me gustaba”, trata de memorizar.
–¿Qué poeta?
–Neruda, creo. Aunque después volví por los libros para ver dónde estaba la frase y jamás la encontré. La googleé y tampoco. No sé, tal vez lo soñé, pero lo cierto es que la testeamos con un montón de gente y no pasaba inadvertida: o la amaban o la odiaban. A nosotros nos gustó porque era romántica al extremo, y en ese momento estábamos en la onda bolero.
Lo que no le resulta complicado a este guitarrista, compositor y cantante es ir al otro origen: el de una propuesta musical que tornó a esta banda en una de las más lúdicas, creativas y audaces en el rubro “hijos del rock que de repente redescubren músicas de antaño” (o algo así). Junto a su hermano Santiago, más Gustavo Semmartín, Carolina Flecher y el ex Don Cornelio y Visitantes Federico Ghazarosian, se lanzaron al mundo de los abuelos y lograron lo que pocos entonces: darles un tono actual a los boleros, las rancheras, los valses, el foxtrot o los pasodobles que escuchaban de chicos, de bien chicos. “Estuvo bueno eso, pero con el tiempo fue pasando que, al crecer el grupo, llegamos a tener un set de tres vientos, percusión, violín, acordeón, piano y se perdió un montón el sonido inicial de las violas, de la madera, de la cosa con tripa que nos había gustado tanto”, recuerda el cantante y guitarrista. Y deja el anuncio en puerta: hoy, tras dos años de ausencia, Me Darás Mil Hijos volverá a tocar en Buenos Aires (en el Teatro del Viejo Mercado, Lavalle 3177), como inicio de una nueva etapa en la que, precisamente, volverán a esas fuentes. “La idea fue volver a eso de ensayar en un living para no depender de asistentes, fletes, de una parafernalia que generaba que cobraran todos menos nosotros... Queríamos reencontrarnos desde ese lado. Al principio fue como una especie de prueba piloto: hacer un par de toques en el interior, minimizar la banda y aggiornar el repertorio a esta nueva formación, y en eso estamos.”
En eso están, entonces, cuatro de los miembros fundadores más el percusionista Gaspar Tytelman, es decir, el mismo número del origen y casi la mitad de los que llegaron a ser durante una década y tres discos: Me darás mil hijos (2003), Un camino, algún lugar (2004) y Aire (2008). “La verdad es que, si bien estuvo bueno eso de ser una ‘orquesta atípica’, en un momento se nos hizo difícil: los hijos, ver un mango, juntarnos a ensayar... En fin, cosas que pasan y que iban en detrimento de la calidad del producto. Por eso, el antídoto fue parar la pelota un tiempo, sentarse y ver qué hacer. Nos sentamos en la casa de Fede con tres criollas y un contrabajo para ver lo que salía, y lo que salió fue volver a la curiosidad que teníamos cuando hicimos la banda, recuperar un capital estético –que nos llevó muchos años lograr– y la sensación de que todavía quedaba un camino por recorrer”, recuenta Fernández.
–Un camino sobre lo ya caminado, por lo que dice. ¿La búsqueda es volver a la criollez de los orígenes?
–Sí. La búsqueda está linkeada con el sonido del primer disco. Tiene que ver con rescatar el sonido de las guitarras, que había quedado un poco sepultado por la existencia de muchos instrumentos. Fue volver a laburar las texturas de las guitarras, al arreglo fino con influencias de Zitarrosa, los pasodobles, las guitarras cuyanas.
–Puede hablarse de la redefinición de un estilo, entonces.
–De más claridad, diría yo. Si bien cuando la banda era grande se armaba una cosa muy fiestera, muy arriba, en realidad empezaron a surgir dudas sobre hacia dónde íbamos o qué queríamos. Este abarcar demasiado fue abrir el abanico, hurgar, curiosear por una cantidad de géneros y bueno, ahora hay una definición que tiene que ver con reencontrar ese lugar que nos queda cómodo, en donde sentimos que podemos dar más.
–La fusión, en letra gruesa...
–Adentrarse en todos los géneros que indagamos, sin perder un lugar rockero, pero con arreglos armonizados en las guitarras criollas, que es nuestra cosa original, ¿no? Por otro lado, visibilizar la importancia de un crecimiento lento que nunca se detuvo y que tiene mucho que ver con el boca en boca, con la cosa independiente. Nos sirvió de lección haber sacado el segundo disco por una compañía grande y sentir que no teníamos ninguna posibilidad de ir a más siendo la prioridad número 25 de una empresa que, encima, estaba en crisis. Fue una mala experiencia, pero que sirvió para entender que Me Darás Mil Hijos tiene la independencia como una prioridad.
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