ENTREVISTA CON TOMAS ABRAHAM
El filósofo habla del libro de ensayos La máquina Deleuze, concebido colectivamente por el grupo de “El seminario de los jueves”, integrado por intelectuales de diversas disciplinas.
› Por Silvina Friera
Desde 1984, un grupo de aficionados, “El seminario de los jueves”, se reúne para estudiar temas y textos filosóficos. No comulgan con la palabra profesional, sienten que es pobre y que le falta locura, desesperación y esperanza. Prefieren invocar el hecho de ser amateurs, amantes de un oficio. En este singular dream team –integrado por profesores de distintas universidades– hay filósofos, contadores, actores, psicoanalistas, pintores, críticos de cine y estudiantes, que reivindican la irreverencia y rehúyen de una visión acartonada y policial de la filosofía. Tomás Abraham, mentor de esta iniciativa, recuerda que un prestigioso profesor, Orlando Abel Pugliese, dijo que eran el primer grupo libertario de filosofía. Esta batalla oral y libertaria, que comenzó hace más de veinte años, tiene su correlato en libros como Tensiones filosóficas, El último Foucault y La máquina Deleuze, recientemente publicado por Sudamericana. Estos ensayos operan como puertas de entrada a la obra del autor de El antiedipo, un filósofo complejo que “exige un arduo trabajo de lectura”, según plantea Abraham en la entrevista con Página/12.
Los textos que integran La máquina Deleuze abordan la incidencia del pensamiento deleuzeano en la Argentina, el uso de su filosofía en los debates de la sexualidad y de las minorías, el modo particular que tiene de leer a Spinoza y a Kafka, y los ecos de su pensamiento en los debates actuales sobre la política y la ética. En su artículo “Contra la pornopolítica”, Abraham señala: “Deleuze se ríe, los deleuzeanos nos reímos, y eso resulta insoportable. Nadie soporta la fiesta ni la farsa. Atenta contra el biendecir”. Y en el “gremio” de la filosofía, muchos no toleraron esa risa. Zizek cuestiona al filósofo francés por ser frivolizable; Badiou, aunque le declara su admiración, lo acusa por cometer todas las aberraciones metafísicas inimaginables; y Negri, advierte Abraham, “encontró que Deleuze es práctico para la era de la globalización”.
–¿Cómo explicaría que alguien que embiste contra una imagen del pensar, que irrumpe como una tempestad, se ponga de moda?
–La moda es un modo de acceso y de información, como también una forma de identidad. Ojalá Deleuze estuviera más de moda, para incitar la lectura de sus libros. El problema es que Deleuze escribe, y lo que escribe no es fácil de entender, con lo que es más sencillo hacerlo jerga, consigna, distintivo. Deleuze nunca fue un agitador europeo para países exóticos. Su moral era otra, la de la prudencia en inestable oscilación con el coraje.
–Usted señaló que una de las principales causas por las que merecía prestarle atención a Deleuze era que lograba romper con la idea de representación. ¿Por qué otras causas hoy se vuelve ineludible el pensamiento de Deleuze, especialmente en la Argentina?
–Deleuze es uno de los filósofos más interesantes del siglo XX. Pocos como él han intervenido en el campo de la cultura y han trazado líneas de inteligibilidad en zonas por lo general aisladas. En nuestro país, su pensamiento tiene efectos en el campo del psicoanálisis, del teatro, de la literatura y de la plástica. Pavlovsky, Briski, Rodrigué, Aira, Perlongher, Ludmer, Kuitca, los que siguen a Toni Negri y a Zamora también. Todos ellos se han inspirado en sus trabajos, pero pocos lo han hecho desde la filosofía, y menos desde una perspectiva que no estuviera programada ideológicamente.
–¿En qué momento se produce el “pasaje” del Deleuze estructural al rizomático?
–El pasaje se da en El antiedipo. Pero no por eso hay dos Deleuze. La lógica del sentido, perteneciente al Deleuze estructural, es uno de sus textos más brillantes, y en nada se contradice con el pensamientorizomático. Deleuze usa la figura de las series, la del rizoma o la del diagrama, para expresar sus conceptos, pero no son excluyentes.
–¿A qué se refiere cuando dice que el pensamiento de Deleuze cobija algunas dosis de romanticismo?
–El romanticismo no es una escuela literaria sino una posición en la vida en la que prima la intensidad sobre el orden y la claridad. Ponderar la libertad, la creación, el espacio de invención, la experimentación, el deseo, son parte de esa atmósfera, si concebimos a lo romántico como una virtualidad permanente.
–Además de El antiedipo, ¿en qué otros libros del filósofo hay dosis de mística y qué función cumplen en el pensamiento deleuzeano?
–En Deleuze, la mística es una mística trunca, la del tartamudo, la del rengo, la gloria es una gloria inacabada. El concepto místico de Deleuze es de línea de fuga, la salida. Es el emblema de los animales atrapados, es decir de los no domesticados.
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