LAS PELOTAS EN EL CICLO VERANO EN LA CIUDAD, EN EL PARQUE ROCA
› Por Mario Yannoulas
Las tribunas se iban llenando conforme se retiraba el sol, excepto por algunos temerarios que preferían sacarse la remera y apostar a un buen bronceado sobre las gradas. “Nos gustan mucho estas fiestas populares, que se pueda escuchar música gratis”, celebró Piti Fernández, líder de La Franela. La consigna Verano en la Ciudad, expresada en banderas y banners de distintos tipos y tamaños distribuidos por todo el Parque Roca, repiqueteaba entre los humores de la tarde de Soldati. En los alrededores, algunos creían saciar la sed vaciando una tibia lata de cerveza frente a la humilde carpa que pide que el Parque Roca deje de llamarse así.
Una vez que Baltasar Comotto desplegara sus facultades con mucha potencia, revelando que su figura asciende en el medio local, La Franela ofreció con frescura las canciones de sus dos discos, apoyada en una sólida base rítmica, lo que le permitió intercambiar cumbia por reggae, y rock por disco, y disco por cuarteto (llegando a interpretar completa “Can’t take my eyes off of you”, de Frankie Valli, con el intercalado de algún fragmento de Rodrigo). Después Mario Pergolini les dio pie a Las Pelotas a través de las pantallas, en el cierre de la segunda jornada de conciertos gratuitos y al aire libre organizados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El estadio Mary Terán de Weiss estaba colmado por unas 15 mil personas, y ante la falta de buenas ubicaciones algunos eligieron afincarse directamente en las escaleras de acceso. “Qué lindo lugar, eh. Vamos a disfrutar”, propuso Germán Daffunchio, guitarrista y cantante, y las notas de “Muchos mitos” cruzaron, filosas, la tarde-noche. La cálida reacción del público dio cuenta de que pocos eran los curiosos o circunstanciales. Desde las butacas hasta el piso aparecieron las banderas de los barrios, algún corrugado recién pintado con la leyenda “Las Pelotas-Piedrabuena”, y hasta una bandera con una hoja de chala, que se estremecía en el centro del pogo ante la mirada conforme del ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi.
Oficio no le falta a Las Pelotas. Una formación que lleva años en el ruedo (con la falta, por supuesto, de Alejandro Sokol) y que tiene repertorio cancionero como para dar largas horas de música, sólo necesita de un buen sonido para lucir, y así fue. La presentación no salió de lo esperable, teniendo en cuenta el tipo de evento y la corta duración estipulada, para cumplir con la promesa de que todo terminara antes de que cayera el sol: “Se pone de noche y aparece el lobizón”, bromeó un reconfortado Daffunchio cuando quiso extenderse unas canciones más y del costado del escenario le simularon un corte de pescuezo. El inicio y el fin estuvieron apoyados en clásicos (“La vaca y el bife”, “Corderos en la noche”, “Bombachitas rosas” y “Capitán América”), y el medio estuvo dominado por material de la última etapa (“Qué podés dar”, “Siento, luego existo”), que llevan la impronta de un Daffunchio afincado como cantante.
Algún momento hubo para la denuncia. “Para toda la historia de Famatina, Las Pelotas le dedica este tema”, prologó el ex Sumo a la cabeza de la canción “Saben” (“Siempre serán unas ratas”), y también preguntó por Julio López, como suele hacerlo al tocar “Desaparecido”. Fue poco más de una hora de show, que cerró con el recuerdo para Sumo de “El ojo blindado” y una remera con la cara de Luca Prodan colgando de un pie de micrófono, ante un público ardiente que se fue en paz, dejando solas a las banderas amarillas que enmarcaban el escenario, testigo de la caída de las trincheras ideológicas del rock que, se sabe, se presta más para pasar un buen momento que para dotar de contenido a la contracultura.
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