Sáb 11.02.2012
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AUJOURD’HUI, EN COMPETENCIA OFICIAL, Y KID THING, EN EL FORUM DEL CINE JOVEN

De Dakar al interior profundo de Texas

El nuevo film de Alain Gomis elige crear una fábula para mostrar el último día de vida de su protagonista. Kid Thing, de los hermanos Nathan y David Zellner, tiene algo de siniestro cuento infantil, al abordar a una niña de diez años que vive prácticamente sola.

› Por Luciano Monteagudo

Desde Berlín

La película empieza cuando el protagonista abre los ojos y termina cuando los cierra. Es el último día en la vida de Satché y en esas 24 horas tendrá que despedirse de quienes lo amaron y también de quienes lo odiaron, o al menos lo despreciaron. Aujourd’hui (Hoy), la nueva película del director franco-senegalés Alain Gomis, en competencia oficial en el Festival de Berlín, adhiere al cine tal como se lo concibe en Africa: como una fábula, a la manera de un relato oral, transmitido de generación en generación. En la tradición de su compatriota Ousmane Sembene, el padre del cine africano, el gran director de Moolaadé (2004), Gomis trabaja con elementos de la realidad pero los transfigura, apela a la magia, los convierte en materia de sueños y reflexiones.

Basta que Satché (interpretado por el poeta, actor y músico neoyorquino Saul Williams) se despierte una mañana para que descubra que es el final, que está en la casa de sus padres, rodeado de sus hermanos y primos. La cámara primero ve lo que él ve y en lo que no puede creer: todo es real y, al mismo tiempo, sobrenatural. Se toca su cuerpo y lo reconoce, todavía está allí, de la misma manera que reconoce la casa de su infancia y sus seres queridos, que cantan sus virtudes y defectos, su bondad pero también su cobardía, su franqueza pero también su falta de ambición. En la expresión de sus ojos, se revela no tanto el miedo de Satché como su perplejidad: ¿así es el tránsito hacia la muerte, pleno de colores, de murmullos, de música? Su familia le abre la puerta y Satché saldrá casi empujado a la calle, donde será ofrendado con todo aquello que siempre, todos los días, brinda la realidad y, sin embargo, uno no parece en condiciones de ver: la riqueza del mundo.

Viejo conocido del Bafici, donde se vieron sus dos largometrajes anteriores, L’Afrance (2001) y Andalucía (2008), en Aujourd’hui Gomis tiene la virtud de hacer un film metafísico y, a la vez, de una rara materialidad, donde todo adquiere un carácter muy físico, muy concreto. Las calles y la gente de Dakar parecen vibrar como nunca y la cámara –que adopta la subjetividad del protagonista– los contempla como si fuera la primera vez, como si antes Satché nunca hubiera reparado en esos hombres y mujeres, en sus acciones y movimientos.

Nada más distinto de Satché que el viejo profesor Isak Borg de Cuando huye el día (1957), de Ingmar Bergman. Nada más diferente que Suecia de Senegal, que el blanco y negro del color, que el silencio del bullicio. Y sin embargo uno y otro parecen compartir la misma pesadilla, la misma necesidad de cumplir con ese ritual de la despedida que es el recuerdo.

Tan lejos del naturalismo como en el film de Gomis, pero con una estética en sus antípodas es Kid Thing, una de esas películas independientes norteamericanas como sólo parece poder encontrar el Forum del Cine Joven de la Berlinale. Hay algo de siniestro cuento infantil en el film de los hermanos Nathan y David Zellner, la historia de Annie, una nena de diez años que vive prácticamente sola en una granja del interior profundo de Texas. A la vista, madre no hay. Y al padre no costaría demasiado confundirlo con un zombie, como si fuera un muerto en vida, dispuesto apenas a ordeñar y dar de comer a sus cabras, cuando no está jugando a la cartas y peleándose con un amigo tan sucio y lumpen como él (interpretados por los propios Zellner Brothers).

Así las cosas, la pequeña Annie anda sola por el mundo, tomando sus propias decisiones, domésticas y morales. Y por supuesto no está preparada para ninguna de ambas. Le da lo mismo comer una suerte de chuño hecho de leche y caramelos (a falta de cereales) que robar golosinas de un mercadito local. Corretea por el prado disparando a las vacas con una metralleta de aire comprimido y destruye con un bate de béisbol la torta de cumpleaños de una niña vecina (para colmo, lisiada). Pero su mayor aventura será descubrir un hoyo en el bosque, del cual sale la voz de una mujer que le pide ayuda. “¿Sos una bruja, estás en el infierno?”, pregunta Little Annie, la huerfanita.

La película tiene a bien no responder esa duda. Nunca se verá a la dueña de esa voz, a cargo –dicen los créditos– de Susan Tyrrell, una actriz de culto desde que fue nominada a un Oscar a la mejor actriz secundaria por Ciudad dorada (1972), de John Huston, donde interpretaba a la novia alcohólica del ex boxeador Stacey Keach. Pero alrededor de ese agujero negro los hermanos Zellner van componiendo una auténtica pieza de “American Gothic”, con granjeros que parecen escapados de un cuadro de Grant Wood y un paisaje que, a pesar de su extrema luminosidad, se convierte en la escenografía del nihilismo más oscuro y desesperanzado.

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