FONTANARROSA RENOVO LA DEVOCION DE SUS LECTORES
El humorista rosarino presentó en la Feria su último libro de cuentos y el trigésimo volumen de Inodoro Pereyra.
› Por Angel Berlanga
“Yo fui convencido de que me iban a nombrar senador, eso fue lo que le comenté a mi vieja en Rosario: ‘Me voy a Buenos Aires para asumir’...”, dijo Roberto Fontanarrosa y el público, las seiscientas personas que fueron a verlo y a escucharlo en la sala José Hernández, se volvió a reír. Así fue a cada rato, al principio con la interpretación que los actores de Aryentains (Daniel Aráoz, Coco Sily, Jean Pierre Noher y Roly Serrano) hicieron de El rey de la milonga, y luego con las respuestas que el humorista y narrador les fue dando a sus preguntas, en el marco-excusa de la presentación de su último volumen de cuentos y del Inodoro Pereyra 30. Como viene haciendo desde hace años, y a pesar de que la enfermedad que tiene –una esclerosis múltiple– le complica cada vez más la vida, Fontanarrosa firmó durante cuatro jornadas lo que le acercaran al stand de la editorial De la Flor y protagonizó el viernes pasado uno de los actos más concurridos de la Feria del Libro. “Es rápido”, definió Mayte, 18 años, camiseta de Central en mano, y chasqueó los dedos a la altura de su sien, una entre la multitud de lectores que fue a declararle gratitud.
“Yo siempre tuve una tendencia a la lectura de las aventuras románticas y soñaba con estar con Sandokán en Mompracén o en Borneo. Lo que nunca soñé fue estar en el Senado”, siguió Fontanarrosa, en referencia a la Mención de Honor Sarmiento con la que lo homenajearon el miércoles 26. “Pero fue lindo –agregó–, y no fue acartonado ni pomposo; porque, precisamente, yo creo que lo contrario del humor es la pomposidad. De todas formas, soy consciente de ser un privilegiado por poder trabajar en algo que me gusta, de poder ganarme la vida con una profesión que siempre fue vocacional, y el premio concreto y permanente es el contacto y el afecto con la gente.”
“Cuando vuelvas a Rosario, ¿qué le vas a decir a tu mamá?”, preguntó entonces una cuarentona.
–Mamá, tu hijo ha triunfado. Es senador de la República.
Unos momentos antes, sentado en primera fila, Fontanarrosa se divirtió bastante con la puesta teatral del cuento que da nombre a su último libro, con cómo Aráoz le da vida a ese milonguero tinturadependiente que le cuenta al médico que lo operó a traición “de las almorranas”, cómo su padre de 84 años, a quien no veía desde hace 14, se le apareció en la milonga con su novia nueva, la mejor amiga de su ex esposa, muerta hace un par de meses. “Los momentos en que ustedes más se reían eran las partes que agregaron ellos”, dijo Fontanarrosa, amable en el intento de quitarse mérito para cederlo a los actores, y explicó que, como criterio general ante quienes le piden sus textos para hacer obras, les pide lo siguiente: “Que aclaren que es versión libre, y de esa manera puedo decir que todo lo malo es de ellos y todo lo bueno mío”.
El humorista subió al escenario acompañado por su hijo, Franco, que es músico y vive en Buenos Aires. “Un amigo mío, muy amigo, me decía que él era la versión de Hollywood de una película húngara... La película húngara soy yo”, siguió Fontanarrosa. “Te quiero preguntar cómo hiciste para que mi novio te ame con tanta pasión desde hace veinticinco años”, preguntó una señorita. “Yo, francamente, ante tanto público no quisiera que se genere una situación tirante”, le respondió. “Agradecele a tu novio y dale mi número de teléfono. Hay algo que es la insistencia, mi insistencia... Desde el año ’73 vengo publicando en los medios masivos y eso, para bien o para mal, me hace conocido, o familiar. Siempre digo que prefiero que me tengan cariño y no respeto; el respeto se mezcla siempre un poco con el miedo. A mí me gusta ir por la calle y que me digan qué ashé Negro, o Negrooo. Cuando me dicen ‘maestro’, no... Maestro se le dice, justicieramente, al mozo del bar.” “Maestro”, significativamente, fue la palabra que utilizó repetidamente el vicepresidente Daniel Scioli para referirse a él en el Senado.
Y así siguió la cosa, con bromas en la mayoría de sus respuestas, que incluyeron teorías como la que supone que la mayoría de las revoluciones latinoamericanas se iniciaron por tipos que de chicos no soportaban que los levantaran tan temprano para ir al colegio, recuerdos de sus comienzos como dibujante y humorista, elogios para la interpretación que Hugo Varela hizo de Inodoro Pereyra, hipótesis acerca de la belleza de las mujeres rosarinas (“la soja, la competencia desde chicas, la postura que deben adoptar para caminar por las calles que bajan hacia el río”). También contó sobre los resquemores que generó, al principio, su idea de hablar de las malas palabras en el Congreso de la Lengua: “Estuve mucho tiempo pensando qué iba a decir, y al final se me ocurrió eso. Al principio me pedían la temática, y cuando les dije lo de las malas palabras advertí que se producía un silencio del otro lado. Me acuerdo que me escribió Pedro Barcia (el director de la Academia Argentina de Letras) y me dijo ‘bueno, mire, tenga cuidado, porque es un tema un poco delicado’. El estaba pensando en Jorge Corona, algo que hubiera sido formidable. ‘Yo no quiero escandalizar, ni nada por el estilo’, le dije. ‘Bueno, por qué no nos manda el discurso, como los otros expositores.’ ‘No, porque no lo escribo, yo me hago un ayudamemoria y después lo digo’... Ahí creo que la sospecha fue tremenda para esta pobre gente... Luego me encontraba con madres en la calle que me decían ‘ay, gracias a usted mi hijo ahora putea todo el día...’ Y yo les decía: ‘Mire, señora, no fue mi intención esa... Péguele’...”.
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