FERIA JOAN COPJEC Y “EL SEXO Y LA EUTANASIA DE LA RAZON”
La autora estadounidense vino a la Rural a presentar una obra donde apela a Kant, Freud y Lacan para intentar una visión diferente de la sexualidad, en la que “el sexo es el traspié de la razón, el lugar donde todo saber fracasa”.
› Por Silvina Friera
Ya no es una académica secreta, al menos para los argentinos que se encuentren con sus libros –recientemente traducidos al español– Imaginemos que la mujer no existe (FCE) y El sexo y la eutanasia de la razón (Paidós). La estadounidense Joan Copjec, profesora de Literatura en la Universidad de Buffalo y directora del Centro para el Estudio del Psicoanálisis y la Cultura, irrumpió en los noventa con una solvencia teórica asombrosa y se animó a polemizar nada menos que con Judith Butler, un peso pesado del pensamiento femenino que sostiene que las diferencias sexuales son infinitamente maleables y construidas discursivamente. Considerado el más importante ensayo de su producción intelectual, El sexo y la eutanasia de la razón –título del libro que presentó en la Feria con Ernesto Laclau– cuestiona algunos supuestos básicos del trabajo de Butler, El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Copjec advierte que el sexo no puede ser deconstruido porque el ser humano es inevitablemente sexuado. Y más aún: sepulta todos los intentos de reflexión que se han hecho hasta el presente, cuando afirma que el sexo es el traspié de la razón, el lugar donde todo saber fracasa. El sostén de sus argumentaciones, arduas y exigentes para lectores poco entrenados en el psicoanálisis, se monta en torno de conceptos planteados por Kant, Freud y, fundamentalmente, Lacan.
En la entrevista con Página/12, Copjec admite que utiliza un toque de gracia y humor para hacer más digeribles sus trabajos, en una línea similar a la de su colega y amigo Slavoj Zizek, con el que dice que comparte muchas preocupaciones teóricas. Pero aclara de antemano: “Yo soy menos obscena que él”. Nieta de checoslovacos que emigraron a los Estados Unidos, Copjec señala que Freud “llevó la plaga”, el psicoanálisis, a los Estados Unidos, pero que aún no se ha comprendido la naturaleza revolucionaria de su pensamiento. Laclau, en el prólogo de El sexo y la eutanasia de la razón, recuerda que uno de los dichos preferidos de la autora es que la teoría de las pulsiones de Freud ocupa el terreno de la ontología clásica. Dice, medio en broma, medio en serio, que tratar de hablar sobre la sexualidad sin recurrir al psicoanálisis es como tratar de sacar una fotografía sin cámara.
–Usted señala en la introducción de Imaginemos que la mujer no existe que el psicoanálisis es la lengua materna de la modernidad, pero que todavía no somos conscientes de la revolución que ha implicado. ¿A qué se refiere?
–Desde el comienzo, Freud pensaba que iba a haber una fuerte resistencia a sus teorías en los Estados Unidos. El dijo –y fue famosa la frase– que “ellos no entienden que yo les estoy trayendo la plaga”. Pensaba que lo íbamos a rechazar, pero se sorprendió bastante al encontrar que se lo aceptó inmediatamente, incluso recibió invitaciones para ir a Hollywood, muchos se suscribieron a las revistas psicoanalíticas y se hicieron películas sobre el psicoanálisis. Pero la aceptación demasiado rápida impidió ver que lo que se estaba aceptando, realmente, era la plaga. Ha pasado suficiente tiempo para comenzar ahora a enfrentar la naturaleza tan revolucionaria de su pensamiento. Nosotros lo aceptamos como un familiar, si bien de hecho es drásticamente no familiar, y entonces es como si se hubiera apoderado de nosotros, antes de que supiéramos de qué se trataba. Hay una base dentro de nosotros, ya está ahí, pero pareciera que ahora está explotando. Sé que esta es una visión distinta, que algunos piensan que hemos avanzado más allá del psicoanálisis, pero mi postura es que no podemos escapar de Freud ni del psicoanálisis tan fácilmente.
–En El sexo y la eutanasia de la razón hace un planteo teórico que ha generado polémicas: el sexo limita las posibilidades de la razón. ¿Por qué cree que esta época está tan obsesionada, pese a la imposibilidad de hacerlo, con la deconstrucción del sexo?
–Foucault ya se refiere a la obsesión con la sexualidad en su Historia de la sexualidad, cuando dice que las naciones modernas ya no acumulan poder tomando territorios. El mundo es finito y como no quedan territorios por tomar, las naciones modernas tienen su capital en la sexualidad humana. El único problema que tengo con el argumento de Foucault es que para continuar hablando sobre la sexualidad lo hace eliminando el psicoanálisis, y creo que no es posible hacerlo. Siempre digo que tratar de hablar sobre la sexualidad sin recurrir al psicoanálisis es como tratar de sacar una fotografía sin cámara (se ríe). Esto generó un problema para Foucault porque durante varios años, después de la Historia de la sexualidad, no escribió nada significativo, no pudo seguir. Estoy de acuerdo con el hecho de que la sexualidad ha cobrado importancia en nuestras sociedades, pero para que no permanezca capturada por el biopoder necesitamos del psicoanálisis. Porque sólo el psicoanálisis ha estudiado la sexualidad; no veo nada de malo en pelearnos sobre ciertos aspectos, pero dejar de lado al psicoanálisis me parece contraproducente.
–¿Usted estaría afirmando que los estudios queer sólo abordan la sexualidad desde la filosofía, pero rechazando el psicoanálisis?
–Sí, una gran parte de la teoría queer es antipsiconalítica, aunque no por completo. Hay un caso como el de Leo Bersani en los Estados Unidos, que en medio de la crisis del sida publicó un ensayo importante, ¿El recto es una tumba?, utilizando la teoría psicoanalítica cuando muchos afirmaban que no era necesario. Pero mayormente cuestionan que el psicoanálisis es normativo y complaciente con el biopoder. Creo que se trata de un malentendido.
–¿Por qué?
–El psicoanálisis habla de la diferencia sexual, incluso la bisexualidad era un concepto psicoanalítico mucho antes de que deviniese en un concepto deconstruccionista. El psicoanálisis no confunde el hecho de que los significantes del hombre y la mujer no pueden ser distinguidos con una negación de la diferencia sexual, como hacen los deconstructivistas. Las teorías de Lacan y de Freud sobre la sexualidad problematizan esta idea. Hay dos sexos, pero uno no está buscando al otro. La idea de que el sexo tiene un objetivo se ve demolida en Freud. Tempranamente, da por tierra con esta idea, pero si no se lo lee no hay manera de saberlo.
–¿Qué reacciones han tenido las minorías sexuales teniendo en cuenta que usted refuta a una intelectual tan emblemática para ellos como Judith Butler?
–El ensayo de Butler fue para mí un dispositivo, era una forma de llamar la atención. No tenía la intención de que fuera un artículo sobre ella, pero siempre tengo que responder esta pregunta (risas). Butler es una figura muy influyente, pero al mismo tiempo es aceptada y rechazada por la comunidad académica. Ella lo negaría, pero Butler ha replanteado un poco su teoría, aunque encuentro que su trabajo es demasiado deconstructivista, lingüístico y cultural. Pienso que la sexualidad debe ser pensada sólo por el psicoanálisis porque ubica a la sexualidad en una posición que no está determinada por el cuerpo ni por la cultura. La ubica en un intermedio que a mí me interesa y este parece ser el poder del psicoanálisis: haber demostrado un sitio intermedio. Durante demasiado tiempo, los debates en los Estados Unidos eran o bien esencialistas o deconstructivistas. El psicoanálisis brinda una tercera opción más completa y cierta respecto de lo que realmente pasa. Ella ha tenido que defenderse porque en uno de sus libros, Cuerpos que cuentan, el cuerpo termina desapareciendo, y, en cambio, lo que hace el psicoanálisis es darle al cuerpo cierta densidad.
–A propósito de esta densidad, ¿qué opina del concepto de Deleuze de “cuerpos sin órganos”?
–Cuando Deleuze utiliza este concepto se refiere a un cuerpo que no es simplemente funcional. Estaría de acuerdo con la idea que hay detrás de esta frase de “cuerpos sin órganos”, pero el psicoanálisis lo diría de otra manera. Diría que el cuerpo humano tiene órganos externos y Lacan piensa en la sexualidad como un órgano.
–¿Cuál es su posición frente a las minorías sexuales que reclaman igualdad de derechos, como el matrimonio y la adopción de niños?
–Creo que van en la dirección equivocada. Aspirar al matrimonio como forma de vida es una idea conservadora, y este es el problema a menudo cuando se quiere igualdad de derechos, cuando se desea lo que tienen otros. A mí me sorprende que quieran reproducir una forma de vida que es saludable de ser criticada por las personas de pensamiento progresista. Los desafiaría a cambiar las reglas, las leyes, pero no la forma en la que viven.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux