ADRIAN PAENZA Y EL FENOMENO DE “MATEMATICA... ¿ESTAS AHI?”, QUE LLEVA VENDIDOS 80 MIL EJEMPLARES
El libro que se presenta mañana en la Rural va por su novena edición. Para el matemático y periodista, que admite de entrada que “yo no inventé nada”, el fenómeno se explica “por una serie de variables que se conjugaron ahora”.
› Por Silvina Friera
En el menú de muchos hogares argentinos, ahora está la matemática como opción. El chef responsable de vencer al gran cuco, de cocinar a fuego lento números grandes, números interesantes, primos gemelos, el problema de los Cuatro Colores, el de Monty Hall y tantos otros, es Adrián Paenza. No es cocina de autor, porque él dirá y repetirá en esta entrevista que no inventó nada. Pero hay algo en los ingredientes que utiliza, o quizás en el modo de preparación y presentación que al menos tienen un sello personal, un sabor muy Paenza. Matemática... ¿estás ahí? (Siglo XXI), que apareció tímidamente en septiembre del año pasado, va por su novena edición, lleva vendidos 80.000 ejemplares y desde entonces encabeza el ranking de los libros de no ficción más vendidos en todo el país. Y como si este fenómeno no fuera suficiente, hace meses que el periodista y matemático seduce con sus planteos y reflexiones desde las contratapas de Página/12. “¿Quién de nosotros podía imaginar que iba a pasar esto?”, dice, aún sorprendido por la repercusión. “A mí lo que más me impactó fue recibir mails de mucha gente en los que me cuentan que lo están usando como libro de texto en las escuelas. Es como si me hubieran sacado el corazón, me lo frotaran y me lo volvieran a poner”, confiesa el conductor de Científicos Industria Argentina.
Paenza, que presentará el libro mañana a las 19 en la sala principal del predio de la Rural (junto con Diego Golombek, director de la colección “Ciencia que ladra”), sugiere que tendría que pasar un poco más de tiempo para saber qué es lo que está pasando con la matemática. “No entiendo, podría explicar cualquier cosa...”.
–Intente al menos una aproximación...
–Uno podría pensar en la transmisión boca a boca, o que a lo mejor hay algo escrito en este libro que dice cosas que nunca fueron dichas de esa manera, mire qué arrogante suena... y que a lo mejor nos explica por qué antes no se entendían esos problemas. Creo que hay una gran colaboración de los medios de comunicación y una gran sintonía de parte de los comunicadores; es como si se hubieran puesto de acuerdo para hacer una campaña a favor de la matemática, que no fue planificada, ni coordinada, ni pensada. Es un espaldarazo maravilloso y tiene que poner a los matemáticos en estado de alerta. Trabajé en el fútbol, estuve en programas de 60 puntos de rating, transmitiendo a la selección campeona del mundo, no es que no viví lo que significa la popularidad, pero esto, ¿con un libro de matemática? Es raro...
–¿Y cómo tomaron esta repentina popularidad de la matemática sus colegas?
–Están muy contentos, aunque el libro en sí mismo para cualquiera de mis colegas no dice nada nuevo. En febrero de 1988, me pidieron en Clarín que escribiera un artículo sobre la matemática. Hace 18 años escribí un título que decía: “En defensa de la matemática”. Empezaba diciendo algo así como “¿Matemática estás ahí?, no, me estoy poniendo las preguntas”. Si la sociedad hubiera estado preparada en ese momento, si las variables que se conjugaron ahora hubieran estado presentes hace 18 años, ese artículo hubiera terminado siendo el libro. No escribí un paper de algo que no se sabía, todo lo que está en el libro, y lo que va a salir en el segundo, es de conocimiento popular en el ámbito académico. Mis colegas lo ven como una oportunidad. Además ni siquiera soy un buen matemático, que por definición es una persona que hace teoremas, un investigador que produce matemática. Como investigador soy mediocre, no me dediqué, y si me hubiera dedicado, tampoco habría habido garantías de que hubiera hecho un aporte. Sí me siento un comunicador... no importa si soy bueno o malo, aprovechemos este camino porque la protagonista es la matemática.
–¿Cuáles son esas variables que se conjugaron para que la matemática sea hoy la protagonista?
–Los diarios nacionales tienen suplementos o páginas dedicadas a la difusión de las ciencias nacionales como nunca existió, y se habla de lo que pasa en la Argentina. Otra tema importante fueron las obras teatrales como Copenhague, de Michael Frayn, que estuvo en cartel tres años en el teatro San Martín; Galileo Galilei y La prueba (acabo de ver la versión cinematográfica protagonizada por Anthony Hopkins); las colecciones de libros de ciencia en muchas editoriales y el programa Científicos Industria Argentina en Telefé. Para que esto suceda, tiene que haber una demanda.
–¿Por qué a diferencia de lo que ocurre con la historia o la filosofía, la comunidad científica no cuestiona lo que usted plantea en su libro?
–La matemática es menos opinable que la historia o la filosofía, está bien o mal multiplicar los números de esta manera, se puede o no. Los científicos tienen una gran avidez por comunicar, quieren aparecer cinco minutos en la televisión para contar lo que hacen y reciben esta oportunidad como si alguien les tirara un centro para cabecear. Y cabecean (risas).
En la contratapa publicada en Página/12 el 6 de abril pasado, Adiós a las tablas, Paenza enseña a multiplicar los números sin saber las tablas de memoria. ¡Lástima no haberlo sabido antes para no repetir como un loro tremendos trabalenguas numéricos! “Hace poco estuve en una escuela en Moreno con todas las maestras del lugar que discutían cómo enseñar con ese artículo en la mano”, cuenta el matemático. “Pero no lo inventé yo, lo hacían los rusos y los egipcios. No digo que haya que multiplicar así, pero quizá podemos evitar que los chicos tengan que aprender de memoria. Quizá en el momento en que queremos que las aprendan, todavía no están en condiciones y mientras tanto, si lo que queremos es que aprendan a multiplicar, les podemos enseñar sin que tengan que saber las tablas.”
–¿Qué papel cumple la comunicación de estos saberes en las aulas y en los medios?
–El lenguaje de comunicación de la ciencia tiene que cambiar. Tenemos que mostrar las curiosidades y aprender a decir “no sé”. Vivimos con tantas respuestas, parece que tuviéramos respuestas para todo, pero los matemáticos tenemos pocos respuestas y muchas preguntas que generan más preguntas. ¿Cuál es el problema de no saber? Me parece que hay que instalar también la cultura del “no sé”. Porque todavía vivimos en una cultura en donde la persona que no entiende algo de matemática es considerada un burro, o veámoslo al revés: el que sabe algo de matemática es un bocho, un nerd.
Hace unos días entregó a la editorial la segunda parte del libro, que incluye varias de las contratapas que publicó en Página/12. Por ahora habrá que esperar, pero adelanta un título posible que le gusta mucho: Matemática... ¿estás ahí todavía? Paenza aclara que él es un producto de la universidad pública. “Estoy muy orgulloso de la universidad pública, laica y gratuita en la que me formé. Y ésta es la manera de poder devolver un poquito de lo que aprendí a la sociedad”, subraya el doctor en Matemática y docente de la UBA. Confiesa que lo que más lamenta, en este momento tan especial, es que su padre no viva para disfrutar con él de este fenómeno.
–Murió hace 20 años. Cuando volvía de la escuela, él se sentaba conmigo para explicarme cómo era el tema de los logaritmos. No sé si supo alguna vez la importancia que eso tuvo para mí. Me preguntaba qué era más fácil, si multiplicar o sumar. Le contestaba que sumar, y el me decía: “Los logaritmos hacen que en lugar de multiplicaciones haya que hacer sumas”. Sentía que los logaritmos eran una herramienta muy poderosa. No sé qué es lo que entendía de lo que me explicaba, él no era matemático, pero lograba despertarme la curiosidad.
La imagen del padre y de él sentado a su lado, asombrado con lo que le contaba, no es casual. Paenza acaso intuya que él es como ese padre para muchos de sus lectores.
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