Dom 07.05.2006
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REPORTAJE AL HISTORIADOR TULIO HALPERIN DONGHI

“El triunfo de Kirchner es romano, se lleva cautivos”

Tiene una carrera entera de interpretar a este país y a su contexto y hoy presenta su último libro en la Feria. A los 79 años, sigue tan filoso y poco convencional como siempre cuando toca temas como Bolivia, el Mercosur y las paradojas del Uruguay.

› Por Silvina Friera

Lejos del lenguaje académico entumecido, Tulio Halperin Donghi resume con una expresión popular la nueva coyuntura que plantea el presidente de Bolivia, Evo Morales, con la nacionalización de los hidrocarburos. “Los que tienen combustible tienen la sartén por el mango”. Considerado el más importante historiador argentino, el autor de El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional (Siglo XXI), que se presenta hoy a las 20.30 en la Feria del libro, repasa en la entrevista con Página/12 la actualidad nacional y latinoamericana con un estilo desprejuiciado y sin temor a la incorrección política. “Cualquiera que vaya al Uruguay, y basta ver qué jabón y qué toalla le dan en un hotel, puede ver cómo se está transformando en algo muy parecido a la provincia Cisplatina”, ironiza Halperin Donghi acerca de la disputa que el gobierno uruguayo mantiene con la Argentina por la instalación de las papeleras en Fray Bentos. Aunque advierte que Uruguay –acorralado por los dos socios más fuertes del Mercosur– no encuentra muy fácilmente qué papel asumir, dice que es más difícil explicar por qué la Argentina ha nacionalizado esta disputa. “Los piqueteros de Gualeguaychú, que no pertenecen a la clase piquetera, se sienten más sólidos en su papel, y sentados desde una reposera dictan la ley sobre la política internacional argentina”, dispara el historiador, que a pocos meses de cumplir los 80 años está escribiendo sus memorias.

Halperin Donghi dice que se siente “sorprendido y halagado” por el gesto que tuvo la ministra de Defensa, Nilda Garré, en enero pasado, cuando en un almuerzo con las cúpulas de las Fuerzas Armadas les regaló un libro del historiador: La Argentina y la tormenta del mundo (1930-1945). El historiador señala que Kirchner está reconstituyendo el poder del Estado, pero cuestiona lo que él llama “una ortodoxia retrospectiva” en la reivindicación de la militancia peronista de los años ’70. “El Gobierno tiene que identificarse con Perón y con los que Perón maldijo en su lecho de muerte, lo cual crea una situación que hace que esa perspectiva no pueda justificarse, que no tenga ninguna legitimidad.” El autor de La lenta agonía de la Argentina peronista advierte que ya nadie habla ni de Perón ni de Evita. “El peronismo no murió; la que está muerta es la sociedad peronista”, añade el historiador.

–¿Qué opina sobre la posible salida de Uruguay del Mercosur?

–Hay una reestructuración de América latina que está desarrollándose con una serie de elementos inesperados; son cambios que no son latinoamericanos, sino que responden a transformaciones en el equilibrio económico mundial. Se dice que entramos en la era posindustrial, lo que no quiere decir que la industria pese menos, sino que es menos capaz de absorber mano de obra. Los países proveedores de materia prima, que en realidad habían sido constantemente postergados a partir de 1890, pasan de nuevo a un primer plano, y no como en ocasiones anteriores, en momentos coyunturales muy breves, sino que parece ser un cambio de equilibro destinado a durar mucho. Y creo que ese cambio está afectando también al Mercosur. Cualquiera que vaya al Uruguay, y basta ver qué jabón y qué toalla le dan en un hotel, puede ver cómo ese país se está transformando en algo muy parecido a la provincia Cisplatina. Acorralado entre Brasil y la Argentina, el Uruguay no encuentra muy fácilmente qué papel asumir. Uruguay encontró en las papeleras una posibilidad de avance económico que para ese país es muy importante. En la Argentina no se percibe hasta qué punto es importante la instalación de las papeleras, que en Uruguay es una causa nacional. Por qué es causa nacional en la Argentina es más difícil de explicar.

–¿Y cómo lo interpretaría?

–Tiene que ver con el desarrollo político argentino. El Estado tiene el monopolio de la violencia, pero ha decidido no usarlo por razones que justifican esa decisión; es decir, la autoridad del Estado, en el sentido de hegemonía, de autoridad reconocida, es muy poco sólida en la Argentina, pero se está reconstruyendo con enorme dificultad y es muy claro que no podría sobrevivir a pruebas demasiados duras. La idea de usar la violencia no es practicable. En la medida en que el presidente Kirchner presenta su decisión de no usar la violencia como una decisión virtuosa suya, por un lado, lo hace más reñido políticamente, pero quizá también más respetable. Creo que no usa la violencia no porque no quiere, sino porque no puede, ya que el costo político de usarla es incalculable. Y por lo tanto tiene que ser desafiante con todos porque no puede desafiar a los piqueteros de Gualeguaychú. Con todo este episodio parece que la historia argentina se está acercando a un cuento de Bustos Domecq. Cuando uno ve a los piqueteros que no son piqueteros en Gualeguaychú, percibe que la sociedad argentina ha aprendido mucho de los piqueteros. Precisamente porque no pertenecen a la clase piquetera, se sienten más sólidos en su papel, y sentados desde una reposera dictan la ley sobre la política Internacional argentina. Este episodio no tiene que ver con los problemas serios del Mercosur.

–¿A qué problemas se refiere?

–Los que tenemos ahora con Bolivia, que es proveedora necesaria de gas a la Argentina y al Brasil, que han adoptado un tono de países desarrollados que tratan con un insolente país del Tercer Mundo que busca cobrar por sus mercaderías el precio de mercado. Es una situación totalmente inédita. El Mercosur tiene muchos problemas, entre ellos que trata de ser algo más que una unión aduanera, pero no puede ser algo más mientras la Argentina y el Brasil tengan políticas monetarias independientes que funcionan a ritmos diferentes. La Argentina y el Brasil han inventado un mercado común en el cual hay una serie de mercaderías que no se comercian. Hay un hecho muy curioso: desde que existe el ideal del mercado mundial abierto, hay cada vez más restricciones y tiene que haber más restricciones porque ciertas consecuencias son demasiado impopulares. Ahora, tanto la Argentina como el Brasil van a tener que conseguir gas boliviano a un precio que va a estar más cerca del precio internacional de lo que les gustaría a Lula y a Kirchner.

–¿Cómo explica el silencio de Estados Unidos sobre esta cuestión?

–Estados Unidos se ha hartado de la política latinoamericana, porque está metido con Irak y no puede ocuparse de otra cosa. Y lo que resulta más curioso es que desde que Estados Unidos no se ocupa de América latina, a la región le va mejor. En la medida en que no hay una gravitación norteamericana en el horizonte inmediato, todos los otros conflictos en Latinoamérica están floreciendo. Quién iba a decir que la victoria del Frente Amplio llevaría a una incorporación más plena del Uruguay a la esfera norteamericana, en caso de firmar el tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Desde la perspectiva uruguaya, antes que darse el lujo de criticar el imperialismo yanqui, podría decirse que ellos tienen vecinos cercanos que les generan más preocupaciones. Otro elemento desestabilizador en el Mercosur, y en todas partes, es Chávez. Evidentemente, tiene sus propios criterios de política internacional y mientras tenga dinero puede sonreír. Los Estados pequeños se acercan a él, pero no por razones ideológicas o de afinidad. Tanto Paraguay como el Uruguay se acercan simultáneamente a Chávez y a Bush

–Es la estrategia de un pie en cada plato...

–No sería sólo un pie en cada plato, no sé si no se dan cuenta de que son platos enemigos (risas).

–Y en todo este entramado, ¿qué rol juega Fidel?

–En estos momentos debe divertirse muchísimo. Creo que si Dios le da vida va a repetir el milagro de Franco, que sobrevivió treinta años en el poder a la caída de Hitler. Fidel logró sobrevivir aun cuando la Unión Soviética se pierde en la noche de los tiempos.

–Aunque muchos dicen que hay una inclinación de Latinoamérica hacia la izquierda, parecería que lo que prevalece es más una retórica que no siempre se traduce en los hechos. Pero Bolivia anunció la nacionalización de los hidrocarburos, y en la práctica quizá sea la decisión que está más a la izquierda en toda en la región.

–Esta es una medida lógica en un momento en que los que tienen un combustible tienen la sartén por el mango; es decir, si no fuera considerada una medida de izquierda, se usaría otro lenguaje, quizás el neoliberal más ortodoxo, y se llegaría a la misma conclusión. Si no quieren nacionalizar, pueden subir los impuestos, pero simplemente Evo Morales quiere cobrar el precio que ahora tiene el gas en el mercado. No se puede dejar de señalar el cambio impresionante en el equilibrio político boliviano. Aunque no lo viera, quizás un gobierno más conservador en Bolivia repartiría lo que se obtiene vendiendo gas al mismo precio de otra manera, pero cobraría el mismo precio del mercado, sin ninguna duda.

–¿Está de acuerdo con la manera en la que Kirchner está reconstruyendo la autoridad estatal?

–Santiago (Chile) es la única ciudad de América latina que tiene una calle que se llama Estado, pero en Buenos Aires nadie sabe dónde el Estado tiene su casa. La Argentina tiene un Estado muy fuerte sin tener ningún sentido del Estado. Los que tuvieron un sentido del Estado fueron, en ciertos momentos, los conservadores, después de la reforma constitucional de 1898 y en la década del ’30, y de esas sobras vivió el peronismo. Kirchner está reconstruyendo el poder del Estado a la manera tradicional argentina: reconstituyendo el poder del Presidente. El poder concreto del Presidente es el sucedáneo del poder institucional del Estado, y eso es muy fuerte en estos momentos. Y Kirchner lo ha hecho muy bien. Es cierto que con la devaluación salvaje que hubo, de pronto se encontró con que tenía mucho dinero, y también lo que ayuda es la manera implacable en la que él controla el dinero. Su triunfo es prácticamente un triunfo romano: lleva a todos sus cautivos.

–En este marco de reconstitución del poder del Estado, ¿qué opina de la política de derechos humanos de Kirchner?

–Una de las consecuencias que tuvo en el país el derrumbe del Estado fue el resquebrajamiento de su dimensión militar. El indulto, una de las cosas moralmente más criticables que hizo Menem, fue el instrumento más eficaz para debilitar a las Fuerzas Armadas, porque les quitó el único elemento de cohesión que tenían. Lo que temo respecto de la política de derechos humanos en este gobierno es que se transforme en una coartada para todo. Por otra parte, todos los sectores de la sociedad argentina estuvieron más comprometidos con la dictadura de lo que quiero recordar. Lo que ocurrió en el proceso no tiene medida en común con nada de lo que pasó antes en la Argentina, lo que muestra, entre otras cosas, la imbecilidad de los militares, porque la idea de que se podían meter decenas de miles de muertos debajo de la alfombra era totalmente descabellada. El otro problema es la lamentable teoría de los dos demonios, que es una teoría de la inocencia de los otros. Tuvimos demasiadas plazas del sí, para todo. Hay una ortodoxia retrospectiva que es muy difícil de sostener, basta ver las relaciones problemáticas que nuestro matrimonio gobernante tiene con otros matrimonios gobernantes. Perón sólo es aceptado por Cristina (Fernández) como el marido de Eva Perón y eso muestra lo difícil que es oponer a ese polo negativo un polo positivo, porque la historia del polo positivo es terriblemente complicada. Ellos tienen que identificarse con Perón y con los que Perón maldijo en su lecho de muerte, lo cual crea una situación que hace que esa perspectiva no pueda justificarse, que no tenga ninguna legitimidad. La historia es un relato sobre el cual se establece un acuerdo, pero el problema es que no puede haber un acuerdo.

–¿Por qué?

–Simplemente porque no hay acuerdo entre ellos mismos. Cuando hablás con algún ex militante montonero, la verdad es que se nota que a Perón lo odian profundamente. Recuerdo una las cosas que le gritaban a Perón: “Si Evita viviera, Isabel sería copera”. El peronismo tiene esa ventaja de que nació como un matrimonio de conveniencia y en este momento todos están en el peronismo simplemente porque les conviene más. Ya casi no se habla ni de Perón ni de Eva. Ahora la tumba de Eva forma parte de un tour para los norteamericanos, que son los que más la frecuentan.

–¿Significa, entonces, que se está viviendo “la lenta agonía de la Argentina peronista”, como en el título de uno de sus libros, pero con un gobierno peronista en el Gobierno?

–En realidad, lo que estaba agonizando lentamente era la sociedad peronista. El peronismo se dio cuenta, especialmente con Menem, de que podía sobrevivir si se transformaba él mismo en un agente de aceleración de la destrucción de la sociedad peronista. El peronismo no murió; la que está muerta es la sociedad peronista.

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