TEATRO-DANZA SUSANA NOVA Y ESTHER AGOSTINO HABLAN DE “HOY BAILONGO HOY”
Las creadoras del espectáculo, que tuvo su primera versión en 1989, cuentan por qué decidieron homenajear a los cantores de antaño y las costumbres del milonguero de pura cepa.
El tango-danza de los grandes espectáculos, el que se monta para los extranjeros ávidos de conocer el folklore urbano, el de los concursos de los programas televisivos, el llamado tango show o for export, llamativo por sus saltos, piruetas y acrobacias... Nada de todo esto se parece al “verdadero” tango, el que se baila en su recinto de origen: la milonga. Allí el ritual es otro: un diálogo sin palabras. De encuentros y desencuentros. De desaires y desplantes. Hay que sostener la mirada y pegar el cabezazo; luego viene el abrazo, el reconocimiento y, finalmente, el baile. Todo este mundo milonguero es el que, allá por el ’89, un grupo de coreógrafas y teatristas se animaron a recuperar, en un desafío doble: por un lado, combinar danza y teatro en una época en que las disciplinas se mantenían generalmente aisladas en sus respectivas esferas. Por el otro, recrear un bailongo de los ’40 en un momento en que el tango se abordaba únicamente “desde la situación de conventillo o desde el tango show”. Hoy bailongo hoy –creación de la directora y coreógrafa Susana Nova, la dramaturga Ethel Agostino y la ex integrante del primer Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y posterior coordinadora del mismo Doris Petroni– regresó a los escenarios para homenajear, una vez más, a los cantores de antaño, las transmisiones de Radio Belgrano y las costumbres del milonguero de pura cepa. La cita es los miércoles a las 20 en Taconeando (Balcarce 725), una pista que, tras el espectáculo, invita al público a moverse al compás del dos por cuatro.
Corrían los años ’40: el universo poético del tango impregnaba la ciudad con su bohemia, su magia y sus rituales; época de oro de los cantores, el baile y las orquestas que fueron furor. Tan pronto se apaga la luz, el espectador se encuentra dentro de un típico salón de tango de aquel entonces. La voz en el auditorio de Radio Belgrano anuncia los éxitos de los artistas favoritos. Ellas esperan; ellos cruzan la sala. “Buscamos recrear el color de una milonga de la época”, explica Nova a Página/12. “Allí están todos los personajes, aunque no hay ni buenos ni malos. Está el señor que no sabe qué hacer y entrega su tarjeta, y la señora que no sabe qué hacer con esa tarjeta, pero la guarda. Está el que piropea, el que trata de apretar un poquito...”. Si los verdaderos tangueros improvisaban al bailar, las creadoras prepararon la puesta de modo tal que “el público no se diera cuenta de que estaba todo coreografiado”. Así lo explica Nova: “El tango de la milonga es una improvisación natural; cuando sube al escenario ya tiene una marcación, es una repetición, algo bien diferente. Lo que nosotros llamamos tango escenario, tango show o for export, es ese que tiene ese aspecto de Hollywood, donde todo se agranda, hay saltos, acrobacias. Pero es muy raro que uno hiciera una acrobacia en una milonga con alguien que recién conocía; es diferente del rock, en el que uno practicaba para eso. Acá se practica para el abrazo.”
¿Qué motivó a Nova, Agostino y Petroni a borrar las huellas del ensayo y la repetición que la danza requiere y volcarse hacia una puesta más vinculada al teatro, a la reproducción de una época y de un espíritu? Petroni ya venía acercándose al tango desde 1985, cuando junto a Ana Itelman trabajó en la realización de El puente de los suspiros. Allí recuperó los personajes marginales de comienzos del siglo XX vinculados al mundo prostibulario –desde la inmigrante europea engañada hasta la hija de la madama, entre otros– mediante un lenguaje en el que teatro y danza se combinaban, se confundían y perdían sus especificidades. En 1989 Nova y Petroni comenzaron a investigar el universo de la milonga y convocaron a Agostino para que, sobre una idea previa, estructurara el relato en forma de “dramaturgia sin palabras”. “Fuimos pioneras en una manera de hacer teatro”, autoevalúa Nova, 17 años más tarde. “Lo hicimos en un momento en el que la realidad del tango era otra: el reconocimiento se daba a través de las orquestas y de los cantantes, pero no existía ese boom en la danza. La mirada de reconocimiento que hizo el extranjero potenció muchísimo a la danza. Y, en aquel momento, para la gente del tango esto era una manera completamente distinta de abordar el género, que se mostraba habitualmente desde la situación de conventillo o desde la danza escenario. Montar un baile de club y homenajear la canción radial era abrir una puerta.”
En este homenaje, no faltarán las grabaciones auténticas de las emisiones de Radio Belgrano –desde las transmisiones de los cantores de la época hasta los comerciales de Modart y de Jabón Federal, cantado por Libertad Lamarque–. A esto se suma, en 2006, otro tributo: a los cancionistas de los ’40 y ’50 y los músicos que, en aquel momento, acompañaban al elenco, como Oscar Cardozo Ocampo, Walter Ríos y Mario “Mojarra” Fernández. “Son tiempos más difíciles para tener músicos en escena –explican las creadoras–; ahora los mismos protagonistas cantan y homenajean a los cantantes, y el público lo agradece muchísimo”. Todo se sucede en Hoy bailongo hoy “como si un álbum de fotos hubiera subido al escenario”, remata Nova. Con la nostalgia que aquellas melodías impregnan, cuando termina la historia que se monta en escena, comienza una nueva: la que cada espectador podrá construir con su mirada, con un cabeceo, una invitación para salir a la pista y desplazarse junto al otro en un abrazo.
Informe: Alina Mazzaferro.
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