Lunes, 25 de marzo de 2013 | Hoy
ENTREVISTA A LA ACTRIZ, TITIRITERA Y DIRECTORA ARIADNA BUFANO
La artista reestrenó en el Teatro Sarmiento Una lágrima de María, espectáculo que marcó su debut en la dirección. La obra fue escrita por su padre en 1974, cuando ella tenía 9 años. “Me resultó difícil desprenderme de esas imágenes tan vivaces y potentes”, admite.
Por Cecilia Hopkins
“Tardé en ponerme a dirigir porque me costaba bajar del escenario”, afirma la actriz y titiritera Ariadna Bufano, hija de Ariel Bufano y Adelaida Mangani, fundadores del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, ante el reestreno en el Teatro Sarmiento de Una lágrima de María, espectáculo que marcó su debut en la dirección. La obra fue escrita por su padre en 1974, cuando ella tenía 9 años y el tiempo del mundo para no perderse ningún ensayo y, después, ninguna función. “Me resultó difícil desprenderme de esas imágenes tan vivaces y potentes”, admite en la entrevista con Página/12. No obstante, pasado cierto tiempo, Ariadna fue encontrando su propia versión, tanto en lo estético como en lo interpretativo. “Esta obra tiene mucho gag, mucho chiste dentro de escenas y microescenas –describe la directora–, así que hay que buscarle el ritmo para no dejar que todo se vuelva homogéneo”, concluye la artista, convencida de que para hacer teatro hay que trabajar en detalle cada aspecto de la obra, independientemente de si en la platea hay o no mayoría de chicos. “La forma de trabajo no cambia porque lo que se debe buscar en todos los casos es la calidad”, subraya.
La obra fue concebida por Ariel Bufano para homenajear a su maestro, Javier Villafañe. Es por eso que la historia incluye a dos personajes –María y Juancito– que son creación de aquél. Coincidentemente, la puesta de Ariadna homenajea a su padre, a 20 años de su muerte. Secundado por su ayudante Protonito, el sabio Don Imperio Atómicus continúa queriendo conquistar el planeta en una trama de dominación cuyo costado más curioso es el desenlace, que es mejor no revelar: “Es una historia muy años ’70 –analiza Ariadna–, porque lo que te dice es que para construir es necesario destruir primero”. En consonancia, la banda sonora acompaña el clima de época, con John Lennon a la cabeza. El elenco está integrado por Esteban Quintana, Fernando Morando, Mariano Pichetto, Eleonora Dafcik y Valeria Galíndez. La iluminación es de Miguel Morales y el diseño de escenografía, títeres y vestuario, de Julieta Ascar.
Ariadna no se dedicó a los títeres sino años después de haberse formado como actriz. Se unió al grupo de titiriteros a instancias de su madre. Hoy no sabe con precisión si va a volver a la actuación o va a seguir trabajando con títeres y objetos. Lo que sí tiene claro es que seguirá reflexionando sobre temas sociales, tomando a las obras de Bertolt Brecht como guía, a efectos de “romper con la naturalización de situaciones cotidianas que no deberían ser como son”, según afirma. Tal vez sea difícil volver a la actuación después de haberse dado cuenta de que “tenía mayor libertad expresiva como titiritera que como actriz”. En este sentido, el haber visto a sus padres trabajar codo a codo fue decisivo: “Hay momentos de la infancia que te iluminan y te muestran tu vocación, aunque te des cuenta más tarde”, razona la directora, quien tiene la sensación de haber captado de chica la esencia de la interpretación titiritera, mirando a su padre, “un guantero excelente”, según su definición.
–¿Por qué dice que sintió mayor libertad expresiva con los títeres que como actriz?
–Porque transferirle la propia sensibilidad a un objeto es una experiencia única, por el poder de metaforización y simbolización que esto implica. Como lo hace un niño cuando juega, uno se expone más que nunca.
–Los títeres de esta obra mayormente son de guante. ¿Qué significa ser buen guantero, como usted define a su padre?
–Bufano lograba con el guante un nivel sublime de síntesis y perfección en la manipulación. Era tan verdadero... A veces hasta manejaba dos a la vez. Los objetos lo apasionaban.
–¿Llegó a coleccionarlos?
–Yo recuerdo su escritorio, sus lápices y reglas, sus recuerdos de viaje. También tenía muchas máscaras. Hasta tenía en la pared la máscara funeraria de su padre, Alfredo Bufano, que era mendocino y poeta.
–¿Qué otros aspectos recuerda de su padre?
–Tenía mucho humor. Un humor sin tabúes: bromeaba con la muerte, con la religión. Su mundo era muy misterioso, le gustaba contarnos a los hijos historias de terror. También tenía un carácter muy fuerte y era un hombre sin medias tintas: o estaba feliz o enojado. En su trabajo era muy obsesivo, hasta en los menores detalles. Todo debía ser como él lo había previsto.
–Teniendo en cuenta este comentario, ¿realizó muchos cambios en relación con la puesta original?
–La puesta de Bufano era más dramática. La nuestra en algunos momentos va hacia la parodia. No porque no me banque la violencia sino porque pensé que era mejor desdramatizar un poco, estando el mensaje tan claro.
–¿Cómo lo resumiría?
–La obra habla de la necesidad de construir una nueva sociedad empezando todo de nuevo, poniendo énfasis en el trabajo que es, para mí, lo que dignifica a las personas, lo que nunca debería faltarle a ninguno porque es el sostén de la dignidad.
–¿En qué cambiaron los personajes?
–Acá el sabio no es el típico malvado sino que es sutil y divertido. María no es solamente una chica de su casa sino que es independiente, mandona, cocorita. Juancito sigue siendo ingenuo, pero es un héroe con convicciones claras.
–¿Eligió la música por una cuestión de época?
–Usamos temas de John Le-nnon y esto, por supuesto, alude a su lucha por la paz y la igualdad. También hay temas de Yoko Ono, Piazzolla, Emerson Lake & Palmer. Es una música que alude al renacer de la esperanza, a una sociedad justa y solidaria.
Una lágrima de María, Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715), sábados y domingos a las 16.
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