RECORRIDA POR LOS STANDS EN EL PRIMER FIN DE SEMANA
Los responsables de los distintos puestos coinciden en que circula más gente que el año pasado en el predio de La Rural. También las ventas vienen bien, y quienes tienen más oficio y antigüedad en la Feria saben hurgar y aprovechar las ofertas.
› Por Silvina Friera
¿Cuántas historias se tejen por los pabellones de La Rural? Tantas que es imposible dar cuenta de las fantasías, las esperanzas y los deseos que suben la temperatura ambiente de la Feria del libro. La palabra lector es tan polisémica, tan inclusiva, tan movediza, que sería injusto encorsetarla en géneros mayores y menos. Norma Abbiatisi está descansando un poco los pies del trajín, de la caminata que empezó el domingo al mediodía. Norma es una visitante frecuente, una habitué de esta celebración. Ya no recuerda la cantidad de veces que recorrió los pabellones, las salas, los stands. “Veo que la gente compra poco pero recorre mucho y está interesada. Siempre es una experiencia beneficiosa para el que viene por primera vez acercarse a los libros”, dice Norma a Página/12 con una sonrisa de oreja a oreja. Confiesa que le encanta el lema de esta edición, “Libros como puentes”, y revela que si hay una novela que le cambió la vida es La insoportable levedad del ser de Milan Kundera. “Tuvo un efecto muy fuerte en mí como lectora”, subraya como si su existencia estuviera marcada a fuego en un antes y un después de Kundera. “En este momento estoy leyendo El péndulo de Foucault de Umberto Eco, que es uno de mis escritores preferidos, pero no en este libro. Tendría que ir a Roma a pelearme con él, pero el viaje es muy caro”, bromea Norma antes de ponerse de pie y rumbear hacia la presentación de “Antología Itaú de cuento digital” con Claudia Piñeiro y Leonardo Oyola.
A Romina, 22 años, le queda poco para recibirse de maestra. “Es la primera vez que vengo”, dice con un libro sobre enseñanza de la matemática en sus manos, en el stand de Eudeba. En el pabellón verde cuesta caminar. Hay mucha gente, muchos chicos corriendo de acá para allá; un par de cochecitos obstaculizan el tránsito. Pero nadie está enojado o molesto. Hay calma y una especie de sensación que se podría traducir en “no tengo apuro, nada ni nadie me corre”. El domingo es un día para relajarse, disfrutar; los rostros pierden la rigidez nerviosa de la semana laboral. María, Solange y Sergio viajaron desde San Miguel, donde viven, hasta Plaza Italia. Antes de la cuatro de la tarde, como tres jóvenes aplicados, decidieron hacer la cola en el stand de Planeta, donde Gabriel Rolón firma libros. Los tres tienen uno o más Rolón bajo el brazo: Palabras cruzadas, Los padecientes y Encuentros: el lado B del amor, entre otros. Están hacia el final de la cola, todavía tendrán un rato más de espera. Pero no les importa. Vale la pena aguantar la media hora o más que tienen por delante, si pronto tendrán esos ejemplares manoseados y leídos dedicados por el autor. “Vinimos a la feria para que nos firme los libros”, confirma María. “Ella me pasó los libros, los empecé a leer y me encantaron –agrega Solange–. Aunque estuvimos paseando un poco, estamos en la fila porque hay mucha gente desde temprano.”
Un flaco levanta la vista y mira los carteles de información con cara de que “no ando por la buena senda”. Gonzalo circula por el pabellón amarillo, tiene 24 años, y es la tercera vez que visita la Feria. “Estoy un poco mareado –admite–. No encuentro los stands que busco. Quiero leer libros sobre la masonería. Leo de todo, pero lo que más me gusta es la historia.” Entre sus libros preferidos están Los mitos de la historia argentina de Felipe Pigna. “Belgrano y Sarmiento, esos próceres inaccesibles, eran personas de carne y hueso. Cuando leés Los mitos... te preguntás por qué no me enseñaron antes algunas cuestiones fundamentales de la historia, ¿no?”, dice Gonzalo. Hay lectores que buscan una gota de felicidad en los libros. Que revuelven las estanterías como si estuvieran a punto de cazar la presa tan anhelada. Cuanta más gente los mira, más revuelven, ajenos al ruido de los parlantes que anuncian las actividades y presentaciones, sin detectar que otros, acaso asombrados por ese ritual tan íntimo pero de cara al público, los contemplan fascinados.
Un remolino de manos hurga en las ofertas de Fondo de Cultura Económica (FCE), en el stand 920 del pabellón Verde. La variedad y la cantidad son un festín. Algunos títulos y autores pueden justificar con creces el entusiasmo. Ahí están, entre otros, Caja de herramientas del narrador y poeta mexicano Fabio Morábito, a 29 pesos; un ensayo del cubano Leonardo Padura, Un camino de medio siglo: Alejo Carpentier y la narrativa de lo real maravilloso, a 39 pesos, autor que se presentará en la Feria la próxima semana; una imperdible Antología de Severo Sarduy, a 39 pesos; Un grano de maíz, conversaciones con Fidel Castro, de Tomás Borge, el nicaragüense que fue uno de los pilares del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), a 29 pesos; El prisionero del Cáucaso, de Aleksandr Pushkin, a 29 pesos; y varias antologías de teatro (venezolano, cubano y uruguayo), a 29 pesos cada una. Otro lugar donde las manos auscultan ejemplares es el stand de Colihue, en el pabellón amarillo. Hay títulos para todas las edades y los gustos: En el recreo me divierto y leo de Adela Basch, a 33 pesos; La compañera Evita, la biografía sobre Eva Perón de Norberto Galasso, a 100 pesos; El abrazo del ocio, de María Carolina Fernández y Juan José Panno con ilustraciones de Maicas, a 65 pesos; y El pasado es un animal grotesco y otras piezas teatrales de Mariano Pensotti, a 87 pesos.
Alejandro Archain, gerente general de FCE, plantea que la Feria es “una oportunidad de contacto directo con los lectores”. Varios expositores coinciden con el primer bosquejo que traza Archain. “Tenemos mucha gente en el stand y estamos vendiendo bien. A pesar de que es fin de mes, la Feria arrancó muy bien en cuanto a público. Por experiencia, puedo decir que casi siempre el primer fin de semana es más flojo. Pero el sábado y domingo hubo más gente que en otras ediciones. Para nosotros es importante porque Fondo de Cultura tiene un catálogo muy amplio, muy ancho, que nos resulta difícil que esté exhibido permanentemente en las librerías, porque no tenemos best sellers, tenemos títulos de fondo. Para el lector es una oportunidad de encontrarse no solamente con las novedades, que las tenemos y muchas, sino con el catálogo, que insisto no es fácil encontrarlo en las librerías”. En cuanto a las actividades culturales, Archain advierte que a veces cuesta la convocatoria cuando el autor no es conocido. “Vamos a presentar la reedición de los dos tomos de Historia de la globalización de Aldo Ferrer, que está faltando hace mucho. Tenemos un taller con Isol, que acaba de ganar un premio muy importante en Suecia (premio Astrid Lindgren) y tiene muchos libros publicados con nosotros. Vamos a presentar un libro de Roxana Morduchowicz, Los adolescentes del siglo XXI; y traemos a Benoît Peters, el autor de una excelente biografía sobre Derrida”, enumera el gerente general del FCE.
Gladys Abelleyro, la encargada del stand de Colihue, es la mujer orquesta. Habla por teléfono, atiende las consultas de una bibliotecaria sobre descuentos en la compra de libros, busca libros que le piden, por ejemplo De exilios, maremotos y lechuzas de Carolina Trujillo, la escritora uruguaya-holandesa que se presenta hoy en el Café Amsterdam. “Como ves, es un stand lleno de libros y de gente –enfatiza con orgullo y satisfacción–. Además, la gente participa también de las presentaciones de nuestros libros. Ya nos estamos yendo para la sala donde presentamos un clásico como El príncipe de Maquiavelo, con Horacio González. El sábado tuvimos la desgracia de la lluvia, que limitó bastante la cantidad de público hacia la noche. Hoy (por ayer) hay mucha gente. Nosotros vendemos muchos libros infantiles para las docentes, especialmente los títulos de la colección ‘Pajarito remendado’, un clásico que logra que las adolescentes se emocionen cuando los ven. Pero también vendemos muy bien los libros de política y filosofía. Los docentes están comprando títulos de la colección literaria LyC (Leer y Crear), de autores argentinos y latinoamericanos contemporáneos. De esta colección está saliendo mucho Huesos desnudos, sobre los desaparecidos, de Eric Domergue; y también La casa M y Cruzar la noche de Alicia Barberis”. El gran carnaval de los libros continuará.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux