Lun 29.04.2013
espectaculos

UNA MESA EN HOMENAJE A QUINO

Mafalda y todo lo demás

› Por Sergio Sánchez

“¿A usted, como a Mafalda, tampoco le gusta la sopa?”, preguntó con inocencia un niño de 10 años. Su interlocutor, el mismísimo Quino, de 80 años, respondió casi de memoria, con la certeza de aquello que nunca se olvida. “No, a mí sí me gusta. La sopa era una alegoría a los gobiernos militares que teníamos que tragar”. Un aplauso ensordecedor cayó sobre un salón habitado por públicos de todas las generaciones. La escena sucedió el sábado, durante un homenaje al humorista gráfico en el marco de la 39a edición de la Feria Internacional del Libro. El encuentro también contó con la participación de los dibujantes Rep (Miguel Repiso) y Tute (Matías Loiseau), y el presidente del Banco Provincia Gustavo Marangoni, quienes indagaron en la vida y la obra del creador de Mafalda. Al final, el homenajeado recibió la mención Arturo Jauretche, un reconocimiento que otorga la entidad bancaria a “destacadas personalidades de la cultura que han colaborado con la difusión del pensamiento nacional”. En todo caso, la distinción fue apenas una excusa para escuchar una vez más a este hombre inoxidable.

¿Por qué la obra de Quino sigue tan vigente? “Hoy me sigo haciendo las mismas preguntas que Mafalda: ‘¿Por qué la humanidad está destruyendo el Amazonas, el pulmón del planeta?’ Y no hay quien me las conteste”. Quizás en ese interrogante se esconda la respuesta: los problemas del mundo siguen siendo los mismos. En este sentido, Rep y Tute resaltan que Mafalda era una “historieta realista”, no ligada al absurdo u otras estéticas irreales. Tute explica en qué se diferencian Clemente, creación de su padre Caloi, con Mafalda: “Clemente jugaba con el absurdo, lo delirante; entraba y salía de la realidad. En cambio, Mafalda siempre estaba en el plano de la realidad”. Entonces, lo que sucedía en las viñetas no era más que un reflejo de la “triste realidad” de la humanidad. Sí, Joaquín Salvador Lavado siempre se interesó por temáticas universales, no nacionales: el feminismo, el socialismo, la guerra y la paz. Ese rasgo, sumado a su enorme creatividad como autor, permitió que su obra sea valorada y apropiada en todo el mundo, principalmente en Latinoamérica.

“Un personaje fijo termina siendo una traba para la soltura y libertad de uno. Por eso Mafalda duró diez años: las ideas que se me ocurrían para la tira tenían que ver con las injusticias. En cambio, eso no me pasaba con las páginas de humor”, revela el autor. Una década le bastó para convertirse en un clásico. “En su libro Por qué leer los clásicos, Italo Calvino dice que los clásicos siempre tienen algo para decir. Siempre se leen y releen, y son actuales. Pasarán los años pero siempre habrá referencias al espíritu lúcido, inteligente e incisivo de Mafalda, a la ternura de Miguelito, al soñador de Felipe, al espíritu acaparador de Manolito o al libertario de Libertad. Hablan de sentimientos y cuestiones permanentes a la vida de los seres humanos”, introdujo Marangoni a la charla. A su turno, Rep consideró: “Sin menospreciar, Quino tuvo algo que no tuvieron tipos como Crist o Fontanarrosa: un gran cariño por el oficio de dibujar mucho y detallado. Eso sí: ellos dos eran muy graciosos”.

Un eje importante de la charla fue acerca del alcance o influencia de una obra de arte –en este caso, de la historieta– en el curso de la sociedad. En otras palabras, ¿hasta qué punto una tira puede modificar la realidad? Quino admite que su optimismo devino en profundo pesimismo: “La gente inocente como Felipe se está acabando –sentencia Quino–. Cuando uno es joven piensa que la historieta es una herramienta muy poderosa para luchar contra el sistema y las injusticias sociales. Y ahora no. Porque veo cómo anda el mundo. Siempre hubo gente que luchó por la libertad; esperemos que sigan apareciendo”.

“Como furgón de cola de la generación de Quino y algunos otros, yo me metí en esto para cambiar el mundo. Porque este mundo es una porquería. Y con una intención más repulsiva o subversiva, no sólo como crítico de los olores y las cosas reformistas. Sí creo que el humor más severo puede llegar a modificar diez minutos de alguien”, apunta Rep. “Comparto que podemos generar un impacto en el alma de quien lee, pero con un dibujo no podemos modificar el curso de un país”, retruca Tute. Y Quino cierra: “Mi familia era republicana española y a los cuatro años ya me tragaba discusiones políticas. Siempre viví en un ambiente muy politizado y no pude despegarme de eso. Entonces, siempre quise difundir la mentalidad humanista del socialismo”.

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