Dom 18.06.2006
espectaculos

CLAVES DE UNA MANERA DE ESCRIBIR Y DE VIVIR

Los hilos invisibles de los libros y el fútbol

En estos relatos y artículos, plenos de épica y sentido del humor, el Gordo Soriano sacaba a la cancha su concepción del mundo que lo rodeaba.

Por Angel Berlanga *

Lo primero que quiso fue ser futbolista. Centrodelantero. De San Lorenzo. Seguía los relatos de Fioravanti desde los pueblos y las ciudades del interior donde pasó la infancia y la adolescencia y se imaginaba ahí, en el Viejo Gasómetro, junto a Doval, Rendo, Areán, Veira y el Manco Casa. Mientras, trataba de consolidarse como goleador en Confluencia de Cipolletti o en Independiente de Tandil. “A mí me sirvió mucho en la vida ser centrofóbal”, decía, y se explayaba en el olfato y las mañas, en la decisión y la oportunidad, en la sabia apreciación de un pique o un efecto, en la búsqueda implacable del tiro certero que, por azar o por sabiduría, cambie el resultado. Si hay quienes aseguran que pueden descubrir las conexiones, dentro de un equipo de fútbol, entre el tipo de jugador con el tipo de persona, también puede decirse aquí que hay en Soriano unos hilos invisibles que van desde su puesto en la cancha hasta su forma de escribir. Por citar a su querido Arlt, “el cross a la mandíbula”, que aquí es la volea precisa y seca que vence al arquero y conmueve a simpatizantes y adversarios.

Decía que dejó de jugar por una lesión en la rodilla. Que leyó su primer libro de “literatura” a los veinte años porque en su casa no había biblioteca. Decía que no terminó la secundaria. Que escribió sus primeros cuentos –insalvables, aseguraba– mientras era sereno en una fábrica, en Tandil. Esos detalles figuran en el currículum de lo segundo que quiso ser: periodista y escritor. Quiso contar. Quienes lo conocieron bien coinciden en que era un gran narrador oral. Sus escritos en La Opinión y en Página/12, sus siete novelas y sus cuatro libros de artículos y relatos tuvieron una aceptación extraordinaria entre los lectores y eso, tal vez, lo convirtió en sospechoso para algunos colegas y académicos. A Soriano le molestaba la falta de reconocimiento de estos sectores y más de una vez les respondió: “La literatura argentina es muy solemne, carece de épica y de sentido del humor”.

Esos dos elementos, constantes en su escritura, están especialmente presentes en sus relatos de fútbol. A través de ellos Soriano inventa y se reinventa, ya que en muchos él mismo es personaje y/o protagonista: un centrodelantero juvenil que juega en las ásperas y ventosas canchas de la Patagonia. En estos textos Soriano consigue capturar la belleza y las tensiones de los instantes decisivos del fútbol, compuestos sobre todo a partir de las fantasías y las concepciones de quienes lo juegan. Una cancha de fútbol resulta, para él, un escenario propicio para enfocar al hombre; en un partido y sus alrededores caben el talento y la torpeza, la gloria y el fracaso, la justicia y la corrupción, lo desmesurado y lo conservador, el picado y la final de un mundial, lo real y lo ficticio, el débil y el poderoso. Solía citar a Camus: “En una cancha de fútbol se juegan todos los dramas humanos”. Soriano parece reforzar la apuesta con las memorias del Míster Peregrino Fernández, el jugador y técnico retirado que recorrió el mundo y se cruzó con personajes claves en momentos cruciales; en los últimos cuentos de Soriano este viejo entrenador evoca sus aventuras, en las que aparecen, entre otros, el legendario Américo Tesorieri, el general Perón, Stalin, Sartre y el propio Camus, de quien recuerda su época de arquero y al que rescata como “uno de los pocos intelectuales que tenía potrero”.

El punto de vista desde el que cuenta Soriano anda lejos del tono superado, canchero, ganador, y eso hace a la estética de sus relatos. Acaso sea un error enfocar en victorias y derrotas, porque aunque suele contar de estas últimas, cuando cuenta de triunfos vienen seguidos de consecuencias que los relativizan. Así Obdulio Varela, tras narrar cómo vivió en el Maracaná el partido que Uruguay le ganó a Brasil en la finaldel ‘50, asegura que hubiera preferido perder de haber sabido de la enorme tristeza que iba a provocar entre los brasileños. La pobreza en la que viven Xirau y Giannella, dos de los hacedores de San Lorenzo, contando de los comienzos del club a poco de los campeonatos cuervos de 1972, es otro ejemplo. Este rasgo, presente en sus textos más periodísticos, se profundiza en sus relatos literarios.

Lo que le interesa a Soriano, más bien, es la fantasía de lo que a partir del fútbol puede ponerse en juego, y esto muchas veces tiene que ver con la supervivencia, con la valoración, la indiferencia o el desprecio de los otros, con las propias capacidades, valentías y miserias. Con la concepción del mundo. Es que Soriano vio en el universo de lo que primero quiso ser elementos muy útiles para el escritor, para el gran contador de historias que terminó siendo.


* Prólogo de Arqueros, ilusionistas y goleadores.

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