El filósofo francés Michel Onfray ha tenido una vida agitada: vivió en un orfanato, a los 28 años sufrió un infarto, tuvo dos derrames cerebrales, etc. Pero desde siempre, su norte intelectual fue agitar los espíritus ajenos. Así se ganó odios y amores incondicionales. Refutador de Aristóteles, cultor de los cínicos griegos (con Diógenes como filósofo de cabecera), crítico despiadado de Freud (a quien describió como “un charlatán”), Onfray despliega un pensamiento incómodo y estimulante. Filosofar como un perro, recientemente editado por Capital Intelectual, reúne más de cien crónicas y ensayos en los que pasa revista, con su habitual ironía, sobre temas tan diversos como el antisemitismo, Ratzinger, el ateísmo, Guy Debord, Sartre, el matrimonio, la ecología, el Mayo Francés y el socialismo libertario, entre muchos otros.