LA MIGRACION MASIVA DE LA FARANDULA AL MUNDIAL
Susana Giménez, Marcelo Tinelli, Jorge Guinzburg, Roberto Giordano, Natalia Oreiro y Facundo Arana son algunos de los personajes célebres que viajaron al Mundial expandiendo imágenes insólitas de la argentinidad al palo. ¿Cómo es la cobertura mediática del fenómeno según editores y cronistas de la cobertura?
› Por Julián Gorodischer
Hordas de famosos, de puños apretados y bocas abiertas, sorprenden desde las páginas de revistas de farándula: es la representación cabal de la excentricidad. Se quiebra el standard del afiche promocional; se termina por unos días la postura erguida del galán o la sonrisa pintada de la heroína en la telenovela. Lo que aparece es un ejército de freaks, en su sentido no peyorativo: cultivan los géneros de la alternatividad, se enorgullecen de dar miedo o de hacer reír. Guillermo Francella aparece en mímesis inexplicable con el goleador gritando sobre un puente; la modelo Ingrid Grudke, en contorsión imposible junto al arco que se explicaría sólo como convulsión epiléptica o rapto místico; Susana Giménez, símil criatura transgénica, camina por Hamburgo con máscara de gallo y estampado de cebra en el abrigo.
A los famosos del Mundial (en su mayoría bancados por empresas alemanas a las que promocionan en gorras y remeras) les tocan unas pocas acciones asignadas por la cobertura mediática; siempre fortalecen el ideal de una moral tradicional. Se limitan a ir de compras a las zonas chic de la ciudad (Claudia Maradona/Susana Giménez) rindiendo culto devocional a la propiedad privada, o fomentan un revival del argot religioso poblando el discurso de palabras como milagro/promesa/entrega/pasión, según se lee el speach monotemático de Francella en Caras. O asumen una ferviente defensa del clan, expresado en promesas concretadas a los hijos (Francella), traslados a Alemania con la familia (Tinelli/Maradona/Guinzburg). Cuando se trata de recrear todos los mitos del nacionalismo vale cualquier figura mítica: banderas, también pitos y cornetas, pero no solamente eso... “¡Carapintadas!”, se lee en una de las revistas como epígrafe para una imagen de Tinelli y Francisco (hijo) con la cara en azul y blanco. “A puro canto y a pura preocupación. En ese orden arrancaron el partido, y en ese orden lo terminaron”, en el texto y sin saber si se alude a la foto en cuestión o, extemporáneamente, a esas lejanas felices Pascuas.
“Por segunda vez ordena algo muy simple: coffee and toast bread, please. Su inglés no es muy fluido pero de todas formas se hace entender. Entonces, Guillermo Francella opta por gesticular. Toma un café invisible, una de sus manos se convierte en pan tostado y la otra en manteca para untar... Está cumpliendo un sueño, nada menos que el de vivir su primer Mundial con su hijo Nicolás y se cansó de gritar el primer triunfo de la Selección.”
El bestia de Francella recrea, desde las revistas de farándula, una remake en vida real de Un argentino en Nueva York. Es una de las figuras típicas de los argentinos migrantes temporarios: se despliega en las portadas y las páginas interiores el gusto por la inadecuación. El recurso abunda en ShowMatch: gomazos expandidos por Hamburgo y Francfort horrorizan al alemán, con total intención, comiendo sin usar las manos. O se vuelcan cafés encima. O se aproximan demasiado cuando hablan. En ese plan, Francella es un campeón, y el recurso cotiza tan alto como para llegar a la tapa de Caras. “El café con leche nunca llegó. Las tostadas con manteca, tampoco. Pero Guillermo Francella está cumpliendo un sueño y eso es lo único que importa”, sigue la nota desde Alemania.
Para el editor de la revista Semana, Adrián De Paulo, el personaje de Francella es de lo más ganchero entre los arquetipos mundialistas. Si lo otro es “una resaca de los ’90 y un intento de reproducción de algo que hubo y ya no hay”, la producción de Francella remite a una zona que incluye las ediciones más vendedores de este Mundial. “Me pareció una tapa agradable la de Francella con el hijo. Identifica a muchos con el sueño cumplido al pibe. Igual que la de Tevez con la hija en Caras”, sigue. “En esa zona de ternura, la cobertura se despoja de la idea glamorosa. Y crece.”
“Sin considerarse una fanática absoluta, la diva siente un cosquilleo ante el espectáculo deportivo más popular del universo...”.Sucede lo mismo que describió Roland Barthes sobre los escritores en vacaciones en sus Mitologías: “... parece sorprender y encantar a la burguesía su propia amplitud de espíritu para reconocer que también los escritores son gente que comúnmente se toma vacaciones”. Algo más mundana es la cuestión que atañe a Susana, en diversas situaciones: un topless en la tribuna/ postura cómica con máscara de gallo/ cantitos en la hinchada con pitos, cornetas y gorro con orejas pintadas de azul y blanco... Su candor es puro arrebato, como el de Natalia Oreiro encimada a Facundo Arana, gritando, besando el césped, arrastrada fuera de la cancha, los puños apretados, los pelos al viento (así se la verá en los capítulos de Sos mi vida grabados en el Mundial). El otro yo del famoso es puro recogimiento: el rezo de Francella, íntimo, individual, llamado a silencio frente a la gigantografía de Lionel Messi, su ídolo. El viaje se concibe como la crispación de dos zonas erróneas: “Entonces Susana le pidió al chofer que los dejara en la parte más chic del centro urbano para largarse a caminar. El city tour empezó por la sofisticada calle, en una zona parecida a Venecia” (justo al lado de su foto en la popular en Caras, con camiseta de argentina y cotillón variado).
“Gente eligió salir con dos jugadores de fútbol en tapa”, dice Javier Maceiras, de Pronto. “Caras le dio una vuelta de tuerca y puso a Tevez y a Francella con hijos. Nosotros no fuimos ajenos pero no nos quisimos pegar demasiado: la primera semana preferimos el debut de Fulop en el teatro.” Cierto escepticismo de algunos editores desconfía del boom de esta migración como fenómeno fatuo. “Noto un interés desmedido por el Mundial”, sigue Maceiras. “No pasaba nada, y ahora está hiperinflado. La combinación ideal es Susana en medio de la popu. Pero después, ¿qué podés contar? No hay misterio, no hay historia.”
“La vida le ofreció la gran oportunidad de lograr la combinación de trabajo y placer... desde una posición privilegiada...”.
El conductor argentino más famoso trasladó a la familia y al staff completo de ShowMatch a su gira alemana, para lo cual habría gastado cerca de un millón de euros. Sin embargo, el rating promedio desde Alemania, donde el fuerte es la imitación de jugadores y las gastadas como en los ’90 (basadas en malentendidos entre lenguas), es de 20 puntos, contra las expectativas que pretendían un fenómeno de arrastre con el boom por la Selección. Tampoco las portadas de revistas alusivas batieron records de venta. Si bien la performance módica de Tinelli resonó en todos los programas y revistas de farándula tapando al resto, no es el único caso. “El Mundial no rinde –sentencia el periodista Angel de Brito, de Los profesionales, de Canal 9–, sólo interesa cuando juega la Selección. En rating no pasó nada. Ni la previa ni los partidos explotan. Parece que no somos tan futboleros como se pensaba.” Se refiere a un noticiero mundialista de Telefé que no pasa de cuatro puntos; o a El show del Mundial, con Fernando Niembro, “que hace lo mismo que Cámara en mano en el mismo horario”, sigue De Brito. “A los únicos que les fue bien es a los de la radio, y no pregunte por qué.”
“Ahora Natalia ya no era Oreiro sino la Monita, enfundada en un conjunto rojo. Imposible pasar desapercibida. Mamita, fue lo más suave que se escuchó.”
La migración, por lo general, repite las reglas de la temporada marplatense: Roberto Giordano organiza un desfile al paso en las calles de Francfort; los movileros alternan la preguntita al famoso y el jugador; Ingrid Grudke es la host del bar móvil de la cerveza, práctica extendida en paradores de Pinamar y Mardel... Pero Sos mi vida es menos común: hasta la ficción se suma al Mundial contaminándose de actualidad inmediata para narrar el viaje de Monita y su galán para ayudar a Quique (Carlos Belloso), que quedó varado y en problemas. Esta no es la misma masividad del bestia de Francella: aquí el melodrama cambia las cosas, las reviste de una candidez de folletín, del aire de la Argentina año verde unida a la actual en el deseo de la Copa.
Si Francella, en las revistas, brilla en el contraste con el europeo finoli, la Monita se compara sólo con su héroe de ficción: los dos son autónomos. “La Monita, desesperada, tocó y besó el césped... Martín Quesada (Arana) tuvo que arrastrarla para lograr sacarla”, se lee en la revista. Ese territorio (la ficción) que podría funcionar como bálsamo o islote para hartos del Mundial también participa. “El mundo parece reducirse cada vez más –opina la editora Mónica López Ocón, de Noticias-, y el macroconjunto del mundo parece coincidir con el micromundo de los famosos. Escucho, en la tele, que los argentinos invadieron Hamburgo. Y me pregunto: ¿qué argentinos? ¿Los que se mueren de nostalgia trabajando en Europa? ¿O los que nunca fueron tocados por la crisis y se pueden dar el lujo de pagarse un pasaje al Mundial?”
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