El cineasta brasileño Eduardo Coutinho, de 80 años, fue asesinado a puñaladas ayer, y el principal sospechoso del crimen es su propio hijo, quien al parecer es víctima de problemas mentales. Por el momento, el cuerpo del director fue trasladado al Instituto Médico-Legal para su autopsia, y se aguardan los resultados que revelen la causa de su trágica muerte. El trabajo de Coutinho se destacó por documentar a lo largo de su trayectoria al Brasil marginal y oprimido, dándoles voz a sus protagonistas, los pobres, en su inmensa mayoría negros. Considerado uno de los mayores documentalistas brasileños, el también guionista y productor, nacido en 1933 en San Pablo, dejó a lo largo de su obra que sus personajes, reales o ficticios, hablaran en primera persona. Así fue con su documental Santa Marta. Dos semanas en el morro (1987), cuando con su equipo permanecieron durante ese tiempo en la favela Santa Marta, en Río de Janeiro, donde convocaron a quienes viven en el lugar a que contaran sus historias. Similar metodología aplicó en otro documental, Boca de lixo (Boca de basura), de 1992, en el que los protagonistas reales son quienes viven en un basural de la localidad de San Gonzalo, también en Río de Janeiro. Esa marca registrada del cineasta, quien también se desempeñó como periodista en el programa Globo reporter, de la TV Globo, donde trabajó entre 1975 y 1984, se convirtió en una forma particular de ser fiel a la realidad, sin por ello dejar de aportarles a sus obras una veta artística. Entre sus trabajos más reconocidos figura la película argentina Noche terrible, que codirigió en 1967 con Rodolfo Kuhn; el famoso film Doña Flor y sus dos maridos, en el que estuvo a cargo del guión; y otras obras como Faustao (1971), La ley y la vida (1992), Babilonia 2000 (2000) y Juegos de escena (2007). En 2013, Coutinho fue homenajeado en la Muestra Internacional de Cine de San Pablo, y en junio pasado fue invitado a integrar la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, responsable del Oscar.