Jueves, 10 de julio de 2014 | Hoy
QUINTINO CINALLI PRESENTA EL APARECIDO, SU CUARTO DISCO
Por Sergio Sánchez
En sintonía con la fiebre mundialista, el percusionista y baterista Quintino Cinalli cuenta que se sintió como un “director técnico” a la hora de producir su cuarto disco, El aparecido. Y la comparación es atinada. Es que Cinalli encontró a los músicos adecuados para que le pusieran voz o instrumentación a las diez canciones que componen el material. “Desde la batería, que es un instrumento de acompañamiento, es el mejor lugar para escuchar y observar todo lo que pasa”, entiende el músico. De esta forma, se lucen Juan Quinteros en la versión jazzística de “Chacarera del patio”, de Carlos Carabajal; Ricardo Mollo en la interpretación rockera de “El aparecido”, de Víctor Jara; y Rubén Rada en “Eloísa”, ahora con aires funk, y “Los cocos”. “Siempre trato de rescatar nuestra música latinoamericana y mezclarla con las músicas del mundo. Me gusta mantener la tradición, pero avanzar con los tiempos, darle un toque de modernidad a los ritmos folklóricos”, resalta Cinalli. El disco, que está atravesado también por la improvisación como técnica, cuenta con cinco canciones compuestas por Cinalli y cinco piezas de grandes autores latinoamericanos, arregladas y versionadas en conjunto con el pianista Mariano Agustoni. La presentación será hoy y el jueves 17 a las 21.30 en Boris Club, Gorriti 5568. Además de la banda estable, en el primer show participarán el saxofonista Rodrigo Domínguez y Javier Malosetti. Y la semana que viene confirmó su presencia Rada.
–¿Cómo encontró ese equilibrio entre el folklore, el rock y el jazz?
–Es un poco lo que vengo persiguiendo desde hace años con mis discos anteriores. Está muy nivelado el concepto. La idea fue plasmar lo que fui transitando y recorriendo con distintos artistas. El hecho de haber tocado con Pedro Aznar, con el Chango Farías Gómez, con Dino Saluzzi, que está a la par del folklore, me dio esa apertura. Y con Rubén Rada, con quien toqué cinco años, aprendí la parte rioplatense. Y también incursiono en el jazz. Se ve reflejado un poco lo que soy en este momento como artista y creo que se nota el mensaje, con ese color latinoamericano que me interesa sostener. Lo latinoamericano está en el ritmo, en el concepto y en los colores. Traté también de involucrar en los géneros a gente ajena para que se produjera algo nuevo, distinto. La estética y el tratamiento del disco es conceptualmente jazzístico. En el folklore encuentro una similitud al jazz en la improvisación y la apertura, cosa que otras músicas no tienen. Hay una riqueza polirrítmica increíble en el folklore y se puede emparentar con música cubana, peruana, hindú. Me gusta investigar sobre eso y darle una vuelta de rosca más. Hago lo mismo con el candombe, la murga y el tango.
–¿Con qué legado o tradición musical se siente más identificado?
–Un artista que me marcó a full fue Rada. Antes de tocar con él, yo era un músico genérico: hacía muchas cosas bien, cumplía, pero no había una voz propia, un sonido. Después de tocar con Rada conocí mi lenguaje, los tambores y la murga. Y todo cambió para mí. Tuvo preponderancia la percusión, porque soy baterista en esencia. Hice de esas dos cosas un solo instrumento. Los colores, las rítmicas, las armonías y las dinámicas se ampliaron. ¡A Rada le salen melodías hermosas a través de los tambores! Trato de componer desde la percusión. Humildemente, lo aprendí de él. Trataba de ver cómo un toque de tambor puede llamar a una melodía. Pero no me considero un compositor; necesito un socio para trabajar las armonías, como Mariano Agustoni. Rada tuvo sus socios, como Hugo Fattoruso.
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