Vie 04.08.2006
espectaculos

“HISTORIA DE UN MIRLO BLANCO”

La identidad, en alas de un pájaro

Sobre un cuento de Alfred de Musset, el grupo Face Teatro propone una puesta donde las preguntas tienen peso y enseñanza.

› Por Sebastian Ackerman

La historia, a primera vista, parece conocida: en una familia de mirlos, todos negros, nace uno blanco. Y es discriminado. Aunque, a diferencia de El patito feo, aquí hay una vuelta de tuerca más, ya que el mirlo blanco no espera a que su “verdadero” ser salga a la luz como el patito al convertirse en cisne, sino que poco a poco va aceptándose tal como es. “La historia original está relacionada con la búsqueda del saber quién soy. El mirlo, en este caso blanco, se pregunta constantemente quién es, porque al nacer el padre lo rechaza. Y allí se empieza a cuestionar quién es y decide salir al mundo a averiguar su identidad. Creo que es una constante en los seres humanos, y más si nos ponemos a pensar en nuestro país, forjado por inmigrantes, y nuestro pasado reciente con la última dictadura militar. Creo que es una característica del ser humano: más allá de que sepamos que somos hijos de ciertos padres, siempre nos preguntamos quiénes somos”, explica Ernesto Sigaud, integrante del grupo Face Teatro y director de Historia de un mirlo blanco, que se presenta hoy a las 14.30 en el Auditorio Bauen (Av. Callao 360).

“La identidad es una construcción y en este cuento está muy claro eso”, dice Sigaud. “Lo que Alfred de Musset en el cuento original quiso denotar fue justamente eso: cómo uno va construyendo su propia identidad. Porque el protagonista del cuento sabía que era un mirlo, más allá de haber nacido blanco. Nos resemantizamos constantemente para saber quiénes somos. Y eso va a ocurrir a lo largo de nuestra vida. Silvia Furnó, adaptadora del cuento, supo captar muy bien esta idea.” La obra, declarada de Interés Educativo y Cultural por el gobierno de la provincia de Buenos Aires y por el CELS, es narrada por actores y títeres, y tres músicos en vivo. Además, también hay una “apoyatura escenográfica” con imágenes para que los chicos puedan “reafirmar lo que perciben desde la palabra”, dice Sigaud.

Adaptar el cuento de Musset como obra infantil es una decisión tomada desde la convicción de que el chico está en una etapa de formación y desarrollo de la personalidad, en la que comenzará a delinear quién será en el futuro. Y apoya sus ideas en el trabajo con los pibes, ya que “dando clases de teatro en escuelas, nos hemos dado cuenta de que los chicos hoy viven como si la vida fuese un videoclip, que todo es ahora, ya, y que pensar a mediano o a largo plazo no tiene sentido”. Entonces, les pareció interesante “que podamos pensar aunque sea en un mediano plazo; que el chico pueda decir, en este caso, ‘si este pajarito pudo pensar un poquito más allá de su presente, por qué nosotros no, que tenemos un futuro para construir’”, se entusiasma. Y arriesga: “Ir repensándonos es una constante, buscar quiénes somos. Soy aquello, soy esto, soy lo que va a venir. Lo interesante de la elección de este cuento es que yo soy esto que soy, el presente, como aparece. Con toda mi carga, lo que fui. Reconocer esto y a partir de allí moverme y relacionarme con el entorno. Por ahí está el camino del encuentro.”

Pero no sólo desde la platea se aprende de la obra; en escena también se cosechan frutos. Sigaud confiesa que presentarse en espectáculos para chicos les sirve para seguir encontrando fundamentos a su quehacer actoral y docente, y que los más pequeños “se llevan las canciones, las letras, ideas. Una amiga fue con su hijo de tres años y me contó que fue muy divertido verlo a la noche tratando de imitar a la urraca. El chico se lleva parte de la historia, que es en síntesis lo que uno pretende”. Y considera que los chicos de más de siete años pueden entender más la temática, elaborarla de otro modo. “Ya se pueden hacer las preguntas que se hace el mirlo. Y pienso que si uno sale de una sala con preguntas está bueno. No creo que uno tenga que, desde el escenario, transmitir respuestas absolutas. Uno sabe que a los símbolos que pone en escena, cada espectador le va a dar el sentido de acuerdo con su capital cultural, su edad, el contexto, su historia.”

“Está bueno –dice convencido Sigaud– poner en problemas a los padres a través de generar preguntas en los hijos, y que se sienten y dialoguen, que busquen respuestas juntos. Más cuando la influencia mediática es tan feroz.” Una de las ideas de Face Teatro es mostrar a los chicos que el teatro es un lenguaje distinto, que “los puede ayudar a entender cuál es el conflicto, a apropiarse de un espacio, que aprendan a desenvolverse en ese espacio, que sepan que los conflictos no se resuelven con trompadas. Cuando uno habla de conflicto con los chicos, lo primero que sale es pelea, y a medida que uno va desarrollando y entrando en el proceso, ellos comprenden que los conflictos no sólo se resuelven con pelea.”

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